A propósito del paso del Chavo por el Estadio Nacional
Son pocas las imágenes que recuerdo de ese día. Salimos en la mañana de la casa con mi viejo y creo que con una de mis hermanas. La función era en un par de horas más. La gente ya caminaba por Avenida Grecia con destino al Estadio Nacional. Mi viejo caminaba apurado, rápido, en silencio, como siempre. Nosotros intentábamos seguirle el paso. No sé si en las esquinas había vendedores ofreciendo afiches, cintillos, llaveros u otros souvenirs del show. A medida que nos acercábamos más gente iba apareciendo desde las distintas calles que desembocaban en esa ancha avenida transformada por la necesidad, en paseo peatonal. Así llegamos al Estadio Nacional, apurados, tratando de encontrar una buena ubicación. En las puertas se agolpaba la gente y teníamos que hacer una fila para poder entrar. Aún no había detectores de metales ni nada de eso. En ese tiempo todavía existían como asientos esos gruesos tablones celestes. Supongo que íbamos nerviosos. A mis once años era mi primer megaevento. Me gustaba ver al Chavo mucho más que al Chapulín. Me gustaba esos juegos de palabras y por supuesto Don Ramón. A mi viejo no le gustaba mucho. Nunca le gustó demasiado la televisión, encontraba que era una pérdida de tiempo sentarse a mirar la vida de otros y los problemas ajenos. Supongo que con los suyos ya tenía bastante. No sé cómo consiguió las entradas, quizás alguien se las regaló o quizás solo había que comprarlas al llegar a la boletería. Valoré enormemente el gesto porque mi viejo no era un hombre de muchas invitaciones, esos tiempos no eran propicios para el esparcimiento.
No lo recordé en ese momento, sino que lo recordé mucho después: años antes en ese mismo Estadio vi muchas veces la gente que se amontonaba afuera, en su mayoría mujeres que después supe, iban a preguntar por sus hijos, padres, hermanos y parejas. Con mi viejo pasábamos muy temprano en la mañana por las afueras del Estadio rumbo a la Escuela Nº 3, y ahí todos los pasajeros de la micro mirábamos a esas mujeres que aguantaban el frío y mucho más que eso. El fenómeno de Chavo borró, sin querer queriendo, de una plumada aquellas imágenes. No recuerdo la rutina del espectáculo, pero si guardó la imagen al entrar a las graderías y ver en el centro de la cancha un escenario que me pareció pequeño, pobre. En las graderías miles de caras expectantes por ver a los ídolos. No sé cuánto tiempo pasó entre que llegamos al Estadio hasta que empezó la función. No logró recordar nada de la función ni del regreso a casa.
Roberto Gómez Bolaños y su elenco estuvieron en Chile varios días. En este punto la historia se confunde, leo en un diario de la época que la estadía se prolongó por 6 días, en otro 10 días y en un tercero se extiende por 12 días. Visitan Arica, Antofagasta, La Serena, Viña del Mar, Santiago y Rancagua. La televisión destinó horas y horas para seguirlo, entrevistarlos y mostrar al elenco completo. Se dice que los nietos de Pinochet tuvieron boletos privilegiados para verlos de cerca en una de las tantas funciones. También se dice que el ferviente público formó una cadena interminables desde el aeropuerto hasta el hotel Carrera, solo para verlos pasar y moverle las manos. No sé si en otros países sucedió algo similar. Fue un bálsamo para la dictadura en los momentos más duros. ¿Casualidad? ¿Coincidencia? Difícil de creer. Ese año la represión seguía manifestándose de diferentes formas. Varias personas fueron detenidas y hechas desaparecer ese Octubre del 77. Año que marca una inflexión en las formas de la represión. La Vicaría de la Solidaridad celebraba, por decirlo de algún modo, su segundo año. Manuel Contreras pasaba a retiro y asumía el mando de la CNI; recientemente creada; el General Odlanier Mena. Y todos nosotros embobados con El Chavo.
Cerca del veinte de Octubre Chespirito deja Chile en medio del fervor lacrimoso de las familias, inteligentemente alimentado por los medios de la época. Ahí quedaron esas postales del Estadio Nacional y la vecindad.
Las coincidencias no existen. Antes de terminar esta columna conversó con un nochero del lugar donde trabajo. Debe andar por los setenta años. En un canal de TV, pasan un capítulo del Chavo. Le conversó acerca de esta visita el Chavo a Chile y le cuento que yo fui a verlo. Le preguntó en qué estaba en ese tiempo. Se toma sus segundos y me habla de su vida en esa década infame. - Yo también estuve en el Estadio Nacional - me confiesa – fueron 21 días en marzo del año 74. La historia nos asalta de forma más brutal de lo que uno cree.
El 24 de Octubre de ese año es hallado en un sitio eriazo de la comuna de La Florida el cadáver de Juan Muñoz Alarcón, ex militante del Partido Socialista y conocido como “el encapuchado del Estadio Nacional”, quien luego del golpe de Estado participó como delator de las fuerzas represivas. Ese mismo año 77, Juan Muñoz Alarcón se había acercado a la Vicaría de la Solidaridad para dar su testimonio sobre los detenidos desaparecidos.
Es curioso como al mirar la historia se juntan personajes y escenarios de una época oscura. El horroroso Chile del que nunca salimos. Y sin querer queriendo vuelve a la superficie lo que se quiso olvidar, como vuelve el perro arrepentido.