Marcelo Escobar: "Ilustrar estos refranes fue pura diversión"
Oriundo de Puente Alto y de formación diseñador, Marcelo Escobar es sin duda uno de nuestros mejores ilustradores en la actualidad. Inteligente con la mano y con la cabeza, le da más de una vuelta a cada imagen que emprende. Entre sus gracias está el premio Mauricio Amster al diseño editorial 2010, la mención honrosa en el premio a la Ilustración Latinoamericana 2014 de la Universidad de Palermo, diversas ilustraciones para La Tercera y El Desconcierto, el Flipbook La Pelá de Ocho Libros.
Hace poco circulaban en conocidas gasolineras del país la colección que ilustró para la Editorial ORIGO, con clásicos como La Odisea, Crímen y Castigo, Sub Terra, Martín Rivas, La Ilíada y La Divina Comedia. Fue incluido como ilustrador en el concurso Santiago en 100 palabras 2013 y ha espuesto en muestras colectivas en la Galería Plop!
¿Cómo surgió la idea de hacer este libro?
Hace varios años leí Nerudario, las memorias del escritor José Miguel Varas sobre el humor de Neruda (que algunos tontos graves creían inexistente). En ese libro, Varas relata una conversación casual, en un breve párrafo y que da luces sobre los asuntos que interesaban al poeta. Lo que intrigaba a Neruda esos días a mediados de la década del cincuenta, eran las extrañas imágenes que se escondían en un par de refranes muy populares en esos años ¿Qué es eso de la carabina de Ambrosio? ¿Qué significa un teatro de bote en bote? Me hice cargo de las dudas del poeta y un tiempo más tarde creamos una revista con aspiraciones literarias junto a un grupo de amigos, ahí traspasábamos las conversaciones del bar al papel y las distribuimos de mano en mano. La revista tenía una sección que bauticé en un chispazo de imaginación como “Lo que todos nombran, pero nadie ha visto” y que fuimos aumentando con dibujos como la Zamba Canuta y Chaleco de mono. La revista no pasó del tercer número y decidí investigar más sobre el tema, ya tenía hasta el nombre del proyecto, aunque aún no sabia que se convertiría en un libro.
Durante un par de años me dediqué a coleccionar estas frases, a escribir sobre ellas buscando el origen, a dibujarlas y clasificarlas. En ese momento me di cuenta que el material reunido se podría convertir en un aporte ilustrado a la picardía nacional, ¡ahí estaba la madre del cordero!
Cuentanos de la investigación que debiste llevar a cabo.
Uno de los primeros libros que me cautivaron cuando niño, fue Geografía del mito y la leyenda chilenos, del destacado investigador del folclore Don Oreste Plath, a quien Gabriela Mistral llamaba Orestes.
Conocí desde entonces los intrincados laberintos de la tradición, el embrujo que encerraban las leyendas y tradiciones campesinas representaban para mi, matita de arrayán florido, un verdadero tesoro. Folklore chileno y Geografía del mito fueron entonces el punto de partida, las investigaciones me llevaron a Dichos de campo, de Pablo Hunneus y al antiguo Refranes chilenos, de Agustin Cannobbio, editado en 1901, una verdadera joya bibliográfica para investigadores, pero que lamentablemente abunda en proverbios que cayeron en desuso.
Había leído desde luego la Historia de la fealdad de Umberto Eco, donde pude rastrear la metamorfosis del diablo en la historia del arte, que lo convirtió en esa imagen tan tradicional que desembarcó con los españoles en Latinoamérica.
El criterio de selección fue bastante simple, refranes que cumplieran con una metáfora delirante, extravagantes en imágenes, para eso me sumergía en los libros o me eran sugeridos por amigos o parientes, luego rastreaba el origen y escribía el texto, proponiendo sus posibles aplicaciones en la actualidad. Fue fascinante descubrir como algunas frases de amplio uso en el siglo de oro español, llegaron a instalarse en lo profundo de nuestros campos, proverbios que surgieron en las desoladas campiñas de la Europa medieval se siguen usando, sobreviviendo a cientos de años de giros idiomáticos, para ser recogidas por el pueblo, que las ha llenado de vida.
Cuéntanos algo de tu proceso creativo, ¿cómo piensas cada ilustración? ¿Haces muchos bocetos? ¿Trabajas en el computador, a mano?
Ilustrar estos refranes fue pura diversión, manejo y exploro diferentes estilos en el dibujo, que ya son parte de un sello, lleno de guiños a estilos que me han influenciado. Entonces el dibujo que creía adecuado para ilustrar tal o cual refrán, acudía en forma natural, sin mucho esfuerzo.
Generalmente no hago bocetos, prefiero la naturalidad de la idea inicial, que en la mayoría de los casos tenía muy clara. Cuando escribía algunos textos ya tenía en mente el estilo de dibujo que suponía era el adecuado al contenido del refrán, por ejemplo, para el dicho “darse vuelta la chaqueta”, originado en la guerra civil del 91, la estética de la lira popular parecía acertada.
La libertad en términos artísticos es muy importante en mi oficio, la búsqueda y el ensayo fueron parte del proceso creativo, el desarrollo de nuevos métodos para expresar a mi manera, lo que veía en esos proverbios, incluyeron un variado uso de paletas de color, texturas y tipos de línea en el trazo, sumado a una absoluta rebeldía en el dibujo, me parece que no hay una ilustración que se parezca a otra dentro del libro.
Respecto al desarrollo de cada dibujo, comenzaba por un único boceto que corregía un par de veces, hasta lograr lo que ya tenía claramente visualizado en la cabeza, luego viene el entintado (plumas, rotuladores, tiralíneas, bic, pincel, etc.) Los toques finales los doy en Photoshop, donde decido la escala de colores a usar, que puede variar de una gama completa, hasta la economía cromática y el uso de un solo tono.
¿Por qué te interesa lo popular? ¿Cuál es tu forma de entenderlo?
Procedo de una familia con raíces campesinas, como la de muchos trasplantados de mitad del siglo XX, y los orígenes se encuentran en la zona central, en el valle de Mallarauco. La historia de mis abuelos haría palidecer a la novela Gran señor y rajadiablos de Eduardo Barrios. Desperdigados entre Santiago y Valparaíso, crecí rodeado de las frases que pueblan el libro, inmerso en la tradición campesina, mezclada con la vida de puerto. Mi niñez transcurrió comiendo sandías y tomando mate, entre braseros y fiestas de Santos, por tanto mi interés no es postura, es totalmente natural, aunque con los años me distanciara de esa edad dorada, la infancia feliz.
Las ilustraciones del libro hacen constantes referencias a un Chile popular con tintes tradicionales y rurales, a ratos con una estética costumbrista. ¿Fue ello deliberado?
En la introducción al tema de los personajes populares, se puede ver a un grupo de beatas pícaras parloteando, mientras un campesino se escarba los dientes con un cuchillo. Yo conocí viejas como esas, sentadas alrededor del brasero, mientras mis tíos abuelos, campesinos de rostros afeitados, de caras limpias, jugaban rayuela y pelaban manzanas con sus cortaplumas, en una escena que hoy nos parece improbable. Acudo a la reminiscencia, a los detalles acumulados durante una vida de observación y recuerdos. Hay una visión idealizada de un Chile que veo en blanco y negro, algo borroso, de mis primeros años. Son innumerables los recursos de la memoria, y tan variados, que atraviesan casi toda la cultura popular, ahí están mezclados una parte del cine chileno de la primera mitad del siglo, revistas, poesía, música, registros de un Chile republicano que perdimos hace mucho.
En muchas ilustraciones llaman la atención algunos detalles, pareciera que al terminarlas decidieras añadir un toque, un pequeño indicio que agrega un punto algo barroco, mestizo, pícaro, muy propio de la identidad latinoamericana: el diente de oro de la calavera de Genio y figura, la golondrina con guayabera, el huaso rascándose el poto, y como no, la apelación al diablo.
La figura del diablo en Chile es particular, rebajado y disminuido por la picardía del roto, es desde la colonia una figura tradicional y parte de nuestro folclore religioso, por tanto, al momento de afrontar esas ilustraciones decidí dotarlo de elementos típicos chilenos, como ponchos y pañuelos al cuello, incluso en algunos hay claras referencias a la figura del latifundista chileno, verdadera encarnación del mal.
En las ilustraciones se mezclan influencias y elementos tradicionales latinoamericanos, amalgamados con gestos a la cultura heredada. Como ejemplo veamos un breve análisis sobre el referido “genio y figura”, la idea para la el dibujo parte del titulo de una novela de Blest Gana, “el ideal de un calavera”, calavera eran denominados los jóvenes tarambanas de comienzos del siglo XX, aristócratas dandys, similares a los cuiquitos de hoy, pero con mas onda. Con esos elementos articulé la ilustración, un calavera con un traje de dandy, similar a los usados por Oscar Wilde, mezclado con el detalle del diente de oro, símbolo de status en alguna época pero que ha devenido en un toque totalmente flaite, así funciona a grandes rasgos mi proceso creativo.
Otro de los elementos que prefiero son los sombreros de punta, los pañuelos al cuello y las polainas, típicos del campesinado de comienzos del siglo XIX, alejado de la representación clásica.
Un observador agudo e informado podrá detectar algunos símbolos escondidos en las ilustraciones y textos, homenajes estéticos a mis maestros, referencias a la cultura popular latinoamericana, mensajes en clave para algunos amigos y por supuesto, los ricos ingredientes de esta cazuela que es la chilenidad.