Cuando la mujer es la que sólo presta el cuerpo
Publicado en la Última Edición de Punto Final (esperando por usted en kioscos).
Nuevamente Chile se abre al debate sobre el aborto. Esta vez es a causa de una niña de 13 años violada por uno de sus familiares en Carahue. Pese a un embarazo inviable por malformación congénita cardiaca del feto, sumó 8 meses de gestación, tiempo cuando fue trasladada de gravedad al hospital Luis Tisné de Peñalolén, donde luego de cinco intensas horas de trabajo de parto, parió una criatura viva que luego de varias horas de agonía falleció por “una falla en el ventrículo izquierdo y la aorta toráxica” en medio de informaciones cruzadas que no querían admitir el deceso. El personal médico tras el parto a las 3 am del 5 de noviembre, debió iniciar de inmediato un trabajo especial por el estado de salud de la menor, dado a que anterior al alumbramiento, por ley no se podían hacer nada por su vida. Este caso cumplía con las tres razones en las cuales el segundo gobierno de Michelle Bachelet se comprometió para elevar una ley sobre aborto: Inviabilidad del feto, riesgo vital de la madre y violación-incesto. Sin embargo, el Ejecutivo con rostro de mujer y demasiados problemas como para sumar uno más a su ya larga lista, mantuvo silencio, concediendo un nuevo punto en el marcador triunfal de la Democracia Cristiana y las “fuerzas conservadoras de la política”, aumentando el enorme poder de los credos religiosos en las decisiones de un Estado laico.
Antes fue Mónica Pérez, la conocida periodista de TVN que daba a conocer la dolorosa experiencia de un embarazo inviable llevado a término. Después, la aberrante historia de otra niña de 13 años que según el entonces presidente Piñera estaba “madura” para ser madre, rol que en efecto tuvo que asumir pese a ser hijo del abuso, como suele ser en estos macabros casos. Luego, la adolescente que casi muere por un aborto casero con Misotrol. Todos, bullados, espectacularizados, carne para convertirse en una ley con nombre y apellido, como últimamente están siendo la mayoría de las leyes que protegen la dignidad del individuo. Por ejemplo la Ley Zamudio, Ley Emilia, Ley Ricarte. Pero, en este tema, se sigue con respeto el legado del cardenal Jorge Medina y el almirante José Toribio Medina, que en 1989 logran la prohibición de todo tipo de aborto. Un anhelo que Jaime Guzmán buscó concretar en la Comisión Constituyente del día 14 de noviembre de 1974, cuando explicitó: «La madre debe tener el hijo aunque este salga anormal, aunque no lo haya deseado, aunque sea producto de una violación o, aunque de tenerlo, derive su muerte». Este tétrico y perverso deseo del “Gramsci fascista”, hoy se cumple en la vida de miles de mujeres chilenas, en democracia y bajo el segundo gobierno de la socialista y referente mundial en derechos humanos y de las mujeres, Michelle Bachelet Jeria.
La política del terror: La moral por sobre los criterios de salud pública
Aunque se someta a escrutinio y debate, básicamente el dispositivo que castiga al ser humano sometiéndolo a una condición reproductora, se ha naturalizado tan obscenamente que el semen de un violador, que curiosamente en una alta probabilidad sea del pene de un familiar de la mujer, o más comúnmente, de la niña ultrajada, es más importante que su vida. Bajo esta lógica, la niña o mujer una vez incubada, perdería su status de persona sujeta a derechos y se convertiría ni siquiera en objeto, sino que en una cosa. Una muestra escabrosa del patriarcado, el cual se intenta burlar peligrosamente con la suma anual de 160 mil abortos clandestinos según el Observatorio de Género, en donde la brecha socioeconómica hace la diferencia entre la vida o la muerte. Las clínicas privadas en Chile o el extranjero definitivamente no son lo mismo que un aborto casero autoinducido con misotrol comprado en Internet, o con “profesionales” de dudosa procedencia. Y si llega a ser sorprendida según el Artículo 344 del Código Penal Chileno “la mujer que causare su aborto o consintiere que otra persona se lo cause, será castigada con presidio menor en su grado máximo. Si lo hiciere por ocultar su deshonra, incurrirá en la pena de presidio menor en su grado medio”. (No hablaremos que se define por “honra”, pero se intuye que es la definida por el patriarcado: adulterio, embarazo adolescente o de religiosas, etc).
El dispositivo que castiga al ser humano sometiéndolo a una condición reproductora, se ha naturalizado tan obscenamente que el semen de un violador, que curiosamente en una alta probabilidad que sea del pene de un familiar de la mujer, o más comúnmente, de la niña ultrajada, es más importante que su vida.
Pero el drama no termina aquí. Las mujeres que sí aceptan ser madres, si se ven enfrentadas a llevar enquistado en uno de sus órganos (el útero) un feto inviable por anancefalia u otras mutaciones propias de enfermedades congénitas graves, que casi siempre también ponen en peligro la vida de las embarazadas, no pueden hacer nada (ni nadie) por mantener la salud. Las personas (aun siendo mujeres) deben entregarse como conejillos de Indias a la ciencia, para que alguno de los facultativos haga clases prácticas a estudiantes de medicina, y el hospital se quede con las ecografías y hasta con el cadáver del feto en un frasco con formol. Uno de esos testimonios, desgarradores e insoportables, es el de Natalia Ahumada, una mujer que ya ha estado como ejemplo de coraje en Revista Punto Final a propósito de estudiantes que estudian y trabajan para pagar sus carreras universitarias y paliar el endeudamiento y la miseria.
Misterio doloroso: La maternidad al servicio de la ciencia
Llegó desde Punta Arenas a estudiar música y criar en Valparaíso. La recuerdo como la entusiasta apoderada en la escuelita donde llevábamos a nuestros hijos. Ni suelta ni feminazi, cantaba en las micros y los bares para solventar su modesta vida de universitaria. Radicada en Concón con su niñito, compartían una cabaña. Hace poco, volvimos a hablar. Su hijo ya tenía 12 años y estaba nuevamente embarazada. Me pidió divulgar su experiencia como víctima de violación de Derechos Humanos a causa de la ausencia de aborto libre y seguro.
Se enteró de la inviabilidad del feto cuando tenía 20 semanas de embarazo. Pero recibió diagnósticos técnicos muy mal explicados que le dieron incluso ilusiones de sobrevida de su “Angelita”, nombre con el que su compañero y ella bautizaron a la guagua cuando definitivamente les dieron el veredicto final a las 32 semanas de gestación. Frente a estudiosos practicantes que comentaban el caso mirando libros y exclamando “¡brígido”! sin ninguna delicadeza, como si Natalia fuera una rata de laboratorio, diagnosticaron “acortamiento severo riso meso mielico de las extremidades. Hipomineralización del cráneo. tórax hipoplásico. Hidrops: ascitis, hidrotórax, edema tegumentario difuso”, cuestiones que como siempre entendió sólo a medias. Natalia hizo la pregunta que en todo este tiempo jamás había mencionado. “Les pregunté si se veía el sexo, me dijeron que pareciera que era una niñita. Ahí me quebré”.
Antes, otra camada de novatos médicos más un profe guía, le habían dado el siguiente diagnóstico: “Cráneo alargado desmineralizado, estructuras cerebrales en límites normales. Hueso nasal hipoplásico, micrognatia frontal prominente. Tórax hipoplásico severo. Corazón sin alteraciones estructurales. Ascitis. Acortamiento severo de las extremidades”. Y más tarde, la eminencia en ecografías que no la había atendido por estar de vacaciones, a penas llegó la examinó, agregando hallazgos sugerentes de displasia esquelética con signos de severidad, nombre de la enfermedad, con los apellidos de osteogénesis imperfecta, que no pudo asegurar porque no lo podía deducir por la ecografía. Natalia me cuenta que el doctor Rodríguez también le dijo que en el universo del Hospital Van Buren, el 100% de esos casos, los bebés mueren. “Yo pensé que era poco categórico. ¿Por qué no me decía ‘en mi experiencia como doctor’, si no que me hablaba sólo de la experiencia del Hospital Van Buren? ¿Qué pasará en otros universos médicos?”.
La actitud de la “ciencia” predispuso a Natalia a creer que sí podía intentar hacer algo por su hija. Incluso la enviaron a hacer un complicado examen para extraer sangre del cordón umbilical del feto de 5 meses para saber si tenía síndrome de down, por lo que dedujo que si importaba tanto su cromosomía, era porque la criatura podría sobrevivir. Padecer de un embarazo inviable que el Estado obliga llevar a término, dio pie para que la ciencia y sus investigaciones en el Hospital Van Buren, se dieran licencias que la tenían mal emocionalmente, psicológicamente y físicamente. Cada vez que era hospitalizada y atendida en “maternidad” tenía que soportar las deficientes instalaciones y tanta muerte entre tanta vida. Bebés sonrosados siendo amamantados por orgullosas madres y panzas saludables, rodeaban su desesperación y tristeza. La mujer se preguntaba “¿si el estado no me permite abortar, por qué no me ayuda a sobrellevarlo?”. Durante esta horrible situación, recurrió a Ricardo Lagos Weber, Senador por Valparaíso, que aprueba el aborto en determinados casos, consiguiendo que su secretaria gestionara una hora al psiquiatra que quedó en una sola sesión, porque nunca más la atendió gratuitamente.
Rin de la Angelita
El martes 5 de agosto fue en la mañana a la urgencia, porque su estado era deplorable. Sin dinero para medicamentos que la fortalecieran y luego de seis horas, un matrón de manos gruesas le realizó un brusco tacto y luego de colocarle viadil a la vena para parar el trabajo de parto que ya se había desencadenado, la envió a su casa. ¿Por qué no respetar este proceso? ¿Porque pudiera ser considerado abortista dejar que su cuerpo naturalmente expulsara a la criatura? Angelita murió entre ese martes 5 y el jueves 7 de agosto, día cuando volvió a ir al hospital con mucha perdida de líquido. Le dijeron que la bebe ya no tenía latidos. “¿Para que me hicieron vivir todo este dolor? ¿Por qué la indiferencia y el mal trato?”. Por ser de Fonasa A, por la determinación biológica que nos hizo mujeres antes que seres humanos. Por el sexo y por la clase, complemento a Natalia, que gracias a esas damas filantrópicas que trabajan en el hospital ad honorem, consiguió ser tratada con rapidez y hasta una sala sólo para ella. Le indujeron el parto esa noche, y tras doce horas de contracciones, finalmente Angelita llegó al mundo muerta el día 8 de Agosto de 2014 a las 11.14 am.
Lo que vino después no fue ningún alivio. Ahora venía uno de los trámites más dolorosos, el de sepultar a un bebe no nato. Según la Ley la recién parida, era la única persona que podía hacer los trámites por el vínculo. Hijo femenino de Natalia Ahumada decía el parte médico que le entregaron roto, tardando un día para que el hospital le otorgara un documento para presentar en el Registro Civil, en donde la funcionaria no sabía cómo hacer este trámite, que aprendió a gestionar sobre la marcha. El martes 12 de agosto, desde el Registro Civil, la enviaron al Tribunal de Justicia para que ellos les permitieran sacar a Angelita de la morgue, ya que habían pasado tres días desde su fallecimiento. No había plata para los trámites funerarios. Los pocos ahorros se gastaron a lo largo de los 7 meses de calvario. Así que acudió al asistente social del hospital atendiendo a que uno de los tantos médicos le dijera que los solventarían, pero la derivaron al Municipio donde, a su vez la derivaron a la Intendencia donde al cabo de dos días le prestaran ayuda. Finalmente enterraron a la niña el día viernes 15 de Agosto del 2014.
En el hospital se quedaron con las ecografías las cuales intentaron ser recuperadas por Natalia, quien fue aconsejada por las matronas y paramédicos que no perdiera más el tiempo, que eran propiedad del hospital. Un médico le dijo que no entendía por qué estaba así, si de las más de 100 displasias esqueléticas la única que sobrevive es el enanismo. Ella por mucho tiempo no tuvo claro el diagnóstico. De hecho, hasta el día de la última ecografía.
El 20 de agosto, el día de su cumpleaños número 34, Natalia decidió cerrar el ciclo: “Han sido los peores meses que he vivido en mi vida y no tengo una vida muy fácil ni sencilla. Espero que esto no lo viva otra persona ni que siga la indiferencia ante el aborto terapéutico. Basta de tortura a nuestro género, basta de elegir por nosotras” me dice y agrega, “hoy me encuentro trabajando en una obra de canto a lo divino para mi hija Angelita Mía Saavedra Ahumada, que denuncie el maltrato y la indiferencia a la que fuimos sometidas, que trate de sanar y liberar tanto dolor vivido”. Porque Ena Von Baer efectivamente tiene razón. Chile es un país, donde la mujer, aunque sea agnóstica y “feminista”, una vez en la hegemonía, presta el cuerpo políticamente, solapando el sistema heredado por la Dictadura, en donde las mujeres no tenemos ni los más básicos derechos humanos.