Brasil es un mundo aparte. Un continente, al menos, a pesar de la pertinaz equivocación de los mapas. Desde su extremo sur, en el estado de Rio Grande do Sul -donde una de las deidades es Elías Figueroa- la mezcla de los genes negros y de los colonos alemanes ha provisto modelos para el canon de belleza vigente. De ahí proviene, por ejemplo, Giselle Bundchen.

Más bien al norte, en las costas de Salvador de Bahía que miran con nostalgia su unión con África de hace millones de años, han surgido casi todos los más grandes músicos que ha dado ese país en los últimos cincuenta años: Joao Gilberto, Vinicius de Moraes, Toquinho, Maria Bethania, Gal Costa, Gilberto Gil, Daniela Mercury, Timbalada, Olodum. Y, por supuesto, Caetano Veloso.

De los barrios, por lo general pobres, de Sao Paulo y Rio de Janeiro surgen los portentos que han convertido al fútbol brasileño en una forma contemporánea de arte. La última de estas estrellas, y actual líder de su selección, es el crack del Barcelona Neymar.

Podríamos seguir, pero Brasil es un mundo aparte. O un continente, al menos. Lo que realmente importa es que el lente de Bob Wolfenson ha hecho una síntesis y pasar por su lente es acceder a una curatoría validada de celebridades.

Aquí, algunos de los nombres que han pasado por su lente. Y si quiere saber más, alguna de sus obras integran la exposición Al ritmo de Brasil: arte naif, popular y moderno, en el Centro Cultural Palacio de La Moneda.

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