Escenas de un país convulso. Nuevo documental político en Chile
Imágenes que registran, contestan, analizan. Imágenes activas y que buscan una mirada activa. Registros vivos del presente social y político. El documental chileno en tres obras recientes ha abordado el clima social después del 2011. Si Chile cambió, el documental también: comentamos aquí tres documentales y tres estrategias diferentes que registran y amplían en sus búsquedas expresivas las posibilidades del documental.
El vals de los inútiles de Edison Cajas (2013) puede comprenderse como un documental con una enunciación “situada” al interior del movimiento pingüino. Edison Cajas pudo acceder a la toma del Instituto Nacional, siguiendo a su vez tanto las formas de organización, como la lucha frustrante entre las expectativas de un cambio, el muñequeo político y la represión policial. Un punto central lo adquiere la verdadera performance llamada “1800 horas por la educación”, un grupo de personas trotando alrededor de La Moneda, cuestión que en el documental adquiere ribetes épicos, pero que a su vez es una metáfora central sobre el movimiento, el hecho de correr en círculos, casi un acto de fe o apuesta donde el punto de llegada es menos importante que el hecho de una acción, en este caso física y simbólica. El documental posee otra gracia, y que es la relevancia de la dimensión simbólica para la comprensión del movimiento social. Siendo este un movimiento donde las redes sociales y la comunicación son relevantes, este debe comprenderse como el intento de generar y dar visibilidad en el espacio público a la demanda educativa. La frase que da título al documental es un buen ejemplo de esto: “una manga de inútiles subversivos” sintetizaba no sólo la lógica política del gobierno de turno, sino también el aparato policial y administrativo del Estado en contra de los movimientos sociales. Como contestación, “inútil” podría leerse en una dimensión afectiva, es decir, como un adjetivo que de pronto genera una comunidad política, un signo que codifica y encadena una serie de demandas y cuyo fondo semántico es menos relevante que lo que produce en términos de articulación. Es lo mismo que sucede con la intervención pública de 1800 horas, en definitiva, una intervención en el espacio público a conciencia de una difusión viral y dar presencia en los medios.
El Vals de los inútiles podría leerse como un filme documental que interpreta y filma esta dimensión afectiva y unificante de lo simbólico que gira en torno a cierto sentimiento colectivo de las marchas del 2011. El tratamiento visual y sonoro enfatiza esto, y es aquí donde el documental agrega un valor estético al del reportaje o la crónica, esto es la dimensión lírica y poética que busca evocar, por vía del montaje, una emoción colectiva que busca interpelar. Esto es un pivote expresivo pero que es también su punto más débil como documental, la ausencia de una búsqueda de comprensión histórica.
El camino de Propaganda (Colectivo Mafi, 2014) es diferente, desde un punto de vista, casi opuesto. El documental registra con un claro sello estético en el tratamiento- el plano inmóvil fijo que unifica conceptualmente la imagen, el montaje ideológico y la pluralidad coral de un registro – las elecciones del 2013, incluyendo variables como: la diferencia de clases entre las candidaturas, la relación entre política y medios periodísticos, el elevado gasto publicitario, el clima social de malestar. En parte, puede entenderse como un documental sobre “la trastienda” de la política oficial: Propaganda registra movimientos del cuerpo, entonaciones, gestos, palabras, vestimenta, es decir la identidad simbólica de los candidatos políticos, bajo un cuidado marketing, ahí donde la apariencia esconde o trasluce un fondo donde los contenidos- en más de una ocasión- parece en segundo plano ante tanto ofertón de turno. ¿Qué tipo de política se está construyendo? ¿Estamos ante una política que promueva un discernimiento ciudadano? Desde el otro costado Propaganda filma también la dimensión simbólica de la política desde los movimientos sociales, las protestas y el uso de la calle, en una tensión permanente entre la política “oficial” y la de los movimientos. Una política simbólica “sin parte” que eleva estrategias como la intervención pública, la parodia y la consigna reutilizada en el plano del discurso. Posee en común con El vals de los inútiles una dimensión abiertamente performativa de la política en el espacio público, comprendida en su dimensión de lenguaje y construcción de realidad, contraponiendo partes, analizando ideologías, desmontando y mostrando discurso, desde una distancia analítica.
El tercer caso es el documental ganador de Fidocs Crónica de un comité (José Luis Sepúlveda y Carolina Adriazola, 2014), que sigue desde dentro y en una abierta intervención y auto-registro de sus participantes, la trayectoria de un comité político formado a partir de la muerte del estudiante Manuel Gutiérrez ocurrida durante las protestas del 2011. Dos son los personajes centrales: Gerson, el hermano quien se encuentra prostrado en una silla de ruedas y Miguel Fonseca, trabajador social y promotor central del comité. Radiografía social y rabiosa desde “dentro” pareciera ser que el realismo documental de los directores se encuentre en la transgresión de los límites entre lo público y lo íntimo, ahí donde la famila, la religión, la convivencia poblacional e incluso las situaciones personales de los protagonistas, sus dudas, inquietudes e incertidumbres, entran a formar parte de una edición cinematográfica que pasa de lo ideológico o evocativo a una dimensión deconstructiva y subjetiva, apoyando la intensidad que podríamos denominar como el de una inmediatez del registro y el de una una velocidad de relaciones entre partes. En ese sentido, más allá de la “cercanía empática” de El Vals, o la “distancia analítica” de Propaganda, Crónica de un comité se sitúa al medio de un vector polémico entre lo privado y lo público buscando la contradicción humana inherente a todo movimiento social, haciéndose cargo de una zona subjetiva vinculada a la rabia y la frustración , una denuncia que se toma en nombre y como parte de unas vidas concretas y reales que subyacen ignoradas y sin visibilidad en el ámbito público y social.
Como hemos visto, son tres ejemplos nítidos de documentales que se encuentran abordando aristas de la realidad política reciente de nuestro país, desde distintas zonas y distintas preocupaciones en su tratamiento cinematográfico. El vals es un documental en torno al movimiento estudiantil durante el 2011 que posee un registro “desde adentro”, donde las 1800 horas adquieren un rol relevante para pensar la construcción de un espacio político desde la demanda. A su vez, decíamos, el documental posee un registro evocativo que busca hacer sentir una emoción colectiva definida frente al malestar. Propaganda, por su parte, es un documental colectivo, donde el tratamiento visual- enfático en el uso del plano fijo y en secuencia- y de montaje- un montaje que enfatiza relaciones e ideas sobre lo mostrado- abordan el ambiente eleccionario del año 2013, afrontando las tensiones entre la política (oficial) y lo político (movimientos sociales), hemos señalado que es la distancia analítica la marca central de este documental. Por último Crónica de un comité aborda el conflicto social desde “dentro” de la formación del comité Manuel Gutiérrez, en apoyo al estudiante que falleció durante las protestas del 2011 producto de la represión policial. Decíamos que por sobre la distancia o la evocación, los realizadores optan por un estilo crudo y directo que busca hacerse cargo de las contradicciones subjetivas en el marco de la política. Tres acercamientos que creemos, en definitiva, que se encuentran redefiniendo el tratamiento cinematográfico de la política en el cine chileno reciente.