Críticas a la Fundación Neruda empañan el legado del poeta a 41 años de su muerte
Nada de lo que algún día soñó Neruda quedó reflejado en la fundación que hoy lleva su nombre, que administra la totalidad de su patrimonio, incluido el literario.
Meses antes de su muerte, específicamente en junio de 1973, los estatutos fueron inscritos en la notaría de Casablanca. Habían sido redactados por Sergio Insunza, amigo del Premio Nobel y ministro de Justicia durante la Unidad Popular. Según un reportaje del periodista Francisco Marín, publicado en ElClarin, serían dados a conocer en el mismo 11 de septiembre. Como su publicación no se llevó a cabo, el proyecto nunca vería la luz.
El sueño de Neruda tenía hasta nombre. Se llamaría “Fundación Cantalao”, y sería conformada por un directorio con dos personas cercanas al poeta, los rectores de tres universidades (Universidad de Chile, Católica y Técnica del Estado), más un representante de la CUT y otro de la Sociedad de Escritores de Chile.
Para ella, el vate incluso había ideado la edificación de lugares destinados a la reunión de escritores, artistas y científicos nacionales e internacionales, que también servirían para que pudieran alojar.
¿El principal objetivo? “La propagación de las letras, las artes y las ciencias, en especial en el litoral comprendido entre San Antonio y Valparaíso con un carácter que tienda a expandir su influencia en el país y en el extranjero”.
Pero nada de eso llegó a concretarse. En cambio la Fundación Neruda, creada y dirigida por el abogado Juan Agustín Figueroa, ha sido cuestionada incluso por algunos de los escritores y artistas reconocidos por la misma institución, debido al manejo del legado económico y cultural de Neruda.
Fundada el 4 de junio de 1986, en plena dictadura, la Fundación Neruda nace gracias a que Matilde Urrutia, la viuda del poeta, había heredado todo su patrimonio, y pretendía dar un giro distinto al que soñó su propio esposo.
Figueroa ayudó a Urrutia con los estatutos, ayudado por el vínculo matrimonial de su hermana Aída con Sergio Insunza, amigo de Allende que había redactado los anteriores estatutos. El giro en el concepto sería casi en 180 grados, porque al día de hoy, la Fundación Neruda no ha transparentado cuántos ingresos percibe por los derechos de autor, las ventas en sus respectivas casa-museo y todo los productos que deben pagar por usar el nombre del poeta. De promoción del arte, las letras y ciencias, poco también se sabe.
La huelga de sus trabajadores
El 7 de enero de 2013, los trabajadores de la Fundación Neruda dieron inicio a una inédita huelga que por primera vez desde su fundación, no pudo abrir las puertas de sus tres casas-museo, Isla Nerga, La Sebastiana, y la Chascona.
La demanda en su minuto era un aumento del diez por ciento de los sueldos, un incremento en los bonos de movilización y un bono por término de conflicto de 200 mil pesos. Tal como denunciaron en su momento los trabajadores afectados, la empresa adujo la existencia de “números rojos” en las arcas de la fundación, por lo que la negativa a las demandas fue rotunda.
La movilización de los trabajadores contó incluso con el apoyo de los familiares del poeta, que desde hace largo tiempo vienen reclamando mayor participación de los descendientes en las decisiones que adopta la fundación que administra su legado.
Las dudas sobre los destinos de los ingresos que percibe la institución quedaron sin respuesta para sus trabajadores, puesto que para ellos, existe una pregunta que no ha recibido una respuesta apropiada: ¿En qué gasta dinero una Fundación que se definió como “sin fines de lucro”?
“Lo que esta empresa tiene de cultural se enfoca a un taller anual, una discreta beca para escritores jóvenes y un premio que se negocia año a años en algún almuerzo de por ahí. A esto se le suman algunas lecturas o presentaciones de libros, eventos como los que se podrían hacer en cualquier auditorio público, más una revista que al parecer tiene tantos lectores, como usuarios el antiguo MSN”, afirma Christian Aedo Jorquera, joven escritor que en 2005 fuera becado por la misma fundación, pero que ha sido uno de los tantos en denunciar posteriormente lo que considera malas prácticas.
Finalmente, la movilización no cumplió con los objetivos de sus trabajadores, y mantuvo por cerca de dos semanas las puertas cerradas de las casas-mueso que dejó el poeta.
“Si el Estado es el encargado de proteger el patrimonio cultural de la nación, entonces aquí se debería aplicar una sanción mayor a los administrativos, directores, y demás compiches de este negocio. Ya que la Fundación Pablo Neruda solo se ha encargado de denostar, en su afán mercantilista, la obra y el legado del Poeta”, afirma Aedo.