¿Por qué aumenta el consumo de alcohol y marihuana en los adolescentes?
“Es que encuentro que es normal”. Así resume Fernando, de 16 años, el consumo de drogas entre sus compañeros en un liceo de Estación Central. Cursa tercero medio y para él, desde el inicio de la educación media “todos lo hacen, o lo han hecho alguna vez”.
Fernando pertenece al grupo etario cada vez más amplio que posee una percepción de riesgo minimizada, según reflejó el Décimo Estudio Nacional de Drogas en Población Escolar, del Senda.
Los datos son claros. El aumento en la prevalencia del consumo durante el año 2013 es consistente con la baja experimentada en las percepciones de riesgo de consumo frecuente (de 48% el 2011 a 21,1% el 2013); con el aumento de la percepción de la facilidad de acceso (de 38,7% en 2011 a 46,4% en 2013); y con un incremento en la exposición a la droga en el último año (de 25,6% en 2011 a 39,9% en 2013).
Los datos de estudio realizado por Senda fueron levantados por Centro de Microdatos del Departamento de Economía de la Universidad de Chile, que aplicó la entrevista a un total de 16.727 personas, entre los 12 y 64 años de edad. La encuesta cubrió 108 comunas urbanas del país, con una muestra representativa cercana al 70% del total de la población nacional. En tanto, el nivel de confianza es de 95%, con un error muestral de 0,47%.
Antes de entrar a clases
Fernando ha probado la marihuana. Dice que no tuvo una buena experiencia, y que no le llamó más la atención, pero reconoce consumir alcohol en los carretes que hace con sus compañeros. Cuando le consultamos qué era lo que más consumían en esas ocasiones, la respuesta no tardó en llegar. “Cigarro, copete y marihuana. También hay porro pero eso no es marihuana. Fuman algo pa quedar locos no más”.
El estudiante de 16 años reconoce que el consumo de alcohol y marihuana está normalizado para la generalidad de sus compañeros, pero “otros locos se empastillan con clonazepam”.
Según cuenta, a varios de sus compañeros los han sorprendido portando sobre todo marihuana, pero eso parece no importarles. “Mis compañeros mandan fotos al grupo de WhatsApp del curso (con drogas). Es algo completamente normal”, comenta.
A la hora de evaluar el riesgo, asegura que a “las drogas más fuertes las miran más feo, pero otros no. La ‘falopa’ y a veces le ponen a los pitos nevados, así con pasta base”.
Y es que el acceso no es algo complicado. “El porro lo conseguís en todos lados, en las plazas”, dice sin problemas y asegura que en la comuna de Pudahuel es famosa una calle donde le venden a todos, “da lo mismo si son cabros chicos”.
Fernando narra que cuando la probó “nunca me sentí presionado ni nada. Igual fue como incómodo porque prefería no hacerlo y todos estaban ahí. Pero nadie me obligaba”. Y a la hora de analizar el rol de los padres, asegura que “los mismos viejos cuando tienen plantas invitan a fumar”.
“Los viejos dicen que prefieren que se fumen hojas de marihuana a que fumen un cigarro, y con tomar les da lo mismo porque con una cerveza no les va pasar nada. Pero algunos no más po, no todos”, complementa.
El liceano cierra su relato con una sentencia que habla por sí sola. “En mi curso hasta la mina más estudiosa se ha fumado un pito”.
Qué dicen los expertos
Humberto Guajardo, médico psiquiatra y director del Centro de Investigación y Asistencia a la drogodependencia (CIAD), aseguró que las instituciones que trabajan con niños y adolescentes con adicciones, miran con preocupación el incremento del consumo de drogas, además de la baja en la percepción de los riesgos involucrados.
Guajardo insistió en que el consumo de marihuana y alcohol, y en general todas las drogas en este sector etario “son particularmente peligrosos” ya que “en esa edad se altera por un lado la capacidad de aprendizaje, la capacidad de memoria y se altera el funcionamiento del lóbulo pre-frontal, que es lugar del cerebro donde descansan las funciones ejecutivas del ser humano”
El también profesor titular de la Facultad de Ciencias Médicas de la USACH atribuyó el aumento sostenido en el consumo de drogas a “las distintas campañas de difusión y disminución en el riesgo respecto del cannabis. Se piensa que la marihuana es una droga que no produciría mayores daños en la persona, lo cual sabemos por investigaciones de los últimos años, que eso no es efectivo y sí producen un daño importante”, a lo cual agregó que la disminución de la percepción de riesgo ha estado acompañada de un aumento en la oferta, tal como lo indican los resultados del estudio del Senda.
Para el director del CIAD, las campañas que promueven la despenalización del consumo y autocultivo de marihuana “no se deben confundir” ya que “claramente no se debe perseguir al consumidor, especialmente si es un adulto”. Asimismo, el psiquiatra apunta a los usos medicinales que se le otorgan a productos derivados del cannabis. “Si bien yo creo que no tienen grandes ventajas, existe la posibilidad de autorizar para esas personas que se traigan medicamentos de ese tipo”.
Sin embargo, para Guajardo, el autocultivo y consumo de marihuana en su forma más tradicional “no tiene mucho sentido ya que no tiene los efectos centrados en lo medicinal”. Además platea que en el caso de que esta práctica sea despenalizada, debe existir un control para evitar que la cannabis llegue a menores de edad, ni que eso signifique mayor tráfico.
El académico de la USACH aseguró que “es preocupante tanto el consumo de alcohol como el de marihuana. Hay que tomar medidas en ambos casos, tanto en prevención adecuada y especialmente solucionar los problemas que llevan al niño a buscar en la droga alguna solución para sus problemas”.
Finalmente, el médico psiquiatra apunta a la responsabilidad de cada padre a la hora de controlar las conductas de sus hijos. “Los mismos padres tienen una menor percepción de riesgo y eso determina que los jóvenes se sientan autorizados a consumir. Creo que tanto a nivel de colegio como de los padres tiene que aumentar la preocupación, y por parte de la autoridades generar campañas de prevención, ya que podría desbordarse si no se toman medidas que vayan a una prevención más eficaz”, indicó.
Tema de adultos
Para los conocedores de las políticas públicas de infancia en relación al consumo de drogas, la mayor dificultad en sus formulaciones radica en que tanto los diagnósticos como las soluciones pasan por adultos, siendo que el problema afecta directamente a los menores. Reflejo de una sociedad que transita de no atender al consumo de drogas sino hasta cuando se vuelve problemático, al prohibicionismo exacerbado.
En ellas, lo central ha sido hasta el momento una mirada punitiva, que castiga al portador. Si bien eso apuntaría a reducir el acceso teóricamente, basta con mirar los resultados que indican una prevalencia sostenida en el consumo de drogas para darse cuenta de que no ha sido eficaz.
El problema radicaría, según las mismas autoridades del Senda y del Gobierno, en que se debe aumentar la percepción de riesgo. Sin embargo, inmersos en una sociedad que en su etapa adulta está acostumbrada a socializar por medio del alcohol y otras sustancias, las dudas sobre cómo traspasar la noción de consumo responsable sólo aumentan.
En definitiva, la necesidad de aumentar la calidad de vida de la población, tanto en los adultos pero sobre todo en los niños, se hace patente a la hora de buscar mecanismos efectivos para disminuir el consumo de alcohol y otras drogas, para así minimizar los problemas sanitarios asociados. Todo esto, en medio de un debate creciente para despenalizar el autocultivo, que permitiría acceder a productos menos tóxicos a la población.