Biocombustibles versus el petróleo: el panorama histórico y el futuro
Mientras las petroleras continúan aumentando su producción e invirtiendo en la explotación de nuevos yacimientos, una sombra que se proyecta cada vez con más fuerza pide mayor atención y políticas a su favor, los biocombustibles.
Entre la principal causa de la expansión de los biocombustibles a nivel mundial están el aumento en el precio del barril de petróleo, lo que ha originado una serie de medidas para fomentar el uso de bioetanol y biodiesel mezclados con gasolina. Por otra parte, la industria petrolera sigue invirtiendo en nuevos yacimientos y nuevos mercados.
Según un informe de la OPEP, tras cinco años de recesión se prevé para el próximo año un incremento de un 1,33 por ciento de producción de crudo con respecto al 2014, constituyendo además la cifra más alta en el quinquenio. El principal país causante de este cambio es Estados Unidos (EE.UU), quien aumentará su demanda en un 0,91 por ciento.
Precisamente esta última afirmación pareciera no ser consecuente a la política que estaba llevando EE.UU en materia de biocombustibles, pues siendo el principal productor de etanol a nivel mundial, a finales del 2011 dejó de subsidiar a los productores locales de etanol y eliminó la tarificación impuesta al biocombustible proveniente de Brasil (segundo productor a nivel internacional).
Este hecho puede deberse a una señal positiva hacia la industria petrolera, al dejar de hacer competitiva la producción de biocombustible local ya que sin el subsidio estatal la producción no es tan rentable como en el mercado brasileño. La diferencia está en que en el país sudamericano se produce etanol a 0,22 dólares por litro, mientras que en Estados Unidos el costo es de 0,3 dólares por litro, y eso que además se le debe sumar la subvención por maíz producido.
El etanol y el biodiesel en Brasil y México
El clásico ejemplo que sale a la luz cuando se habla de biocombustibles es Brasil, quien en 1975 creó el Programa Nacional de Etanol (también denominado “Programa Nacional do Alcool” o “Proalcool”) como respuesta a la crisis petrolera de 1973.
El largo recorrido de investigaciones e inversiones que introdujo esa política de estado en Brasil llegó a convertirlos en el principal productor a nivel mundial (posición que actualmente ocupa Estados Unidos), y en el 2007 el 73 por ciento de las ventas de autos nuevos fue de motores regulados para etanol y gasolina en cualquier proporción.
Por otro lado, en México esperan aumentar la participación de biodiesel en el mercado interno, y la gran ventaja de este tipo de biocombustible, a diferencia del bioetanol (o etanol), es que se puede mezclar hasta en un 20 por ciento con combustible fósil sin modificar el motor.
Es por esto que la empresa Dertek, creada con diferentes fondos para la innovación y que actualmente es considerada una pequeña empresa, pretende sustituir hasta en un 20 por ciento el uso de combustibles fósiles en Ciudad de México con biodiesel de segunda generación. Todo esto debido a una regulación interna del país norteamericano que no permite la producción de biocombustibles de primera generación.
Los biocombustibles de segunda son creados a partir plantaciones agrícolas no comestibles, que para el caso de Dertek son a base de higuerilla y jatropha, mientras que los de primera generación de producen a partir de elementos comestibles como la caña y el maíz, por lo que se ha criticado que compiten con la alimentación.
A nivel internacional
Las regulaciones internacionales parecen favorecer a los biocombustibles. En la Unión Europea (EU) se pretende elevar al 10 por ciento la proporción de estos para el año 2020, mientras que en Sudamérica, Paraguay ha masificado su uso hasta el 24 por ciento y en Colombia esperan llegar a una meta de 20 por ciento.
En ese mismo sentido, en el país predilecto Brasil, “se proyecta que en 2017 la demanda de etanol será aproximadamente el 73 por ciento de la demanda total de combustibles líquidos”, según se menciona en un estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Todas estas regulaciones implican políticas públicas al respecto, incentivando su uso, subsidiando a productores u otorgando beneficios arancelarios para su importación. Sin embargo, el tema no se vincula directamente con favorecer al sector de los biocombustibles porque son menos contaminantes y reducen la concentración de carbono en el planeta, sino por una lógica meramente económica.
En definitiva, los biocombustibles tienden a ser más baratos en su producción que el petróleo y según los estudios tienen un balance energético positivo. Esto quiere decir, por ejemplo, que para el caso del etanol en Brasil se genera entre 8 y 10 veces más energía que la se requiere para producirlo, en cambio los combustibles fósiles gastan más en producirse que la cantidad de energía final que entregan.