El 21 de mayo o la actualización del Programa de Gobierno
La ceremonia que en principal era para que el presidente de la República diera cuenta al país del estado administrativo y político de la nación ha sufrido algunas mutaciones.
Antes era el 1 de junio. Y ahora, junto con ser el día 21 de mayo, se refiere al estado del programa presidencial y de las promesas que la imaginación de los redactores, con sus respectivas encuestas a su disposición, se encargan de incluir.
Del estado de la Nación, no se dice mucho, ni falta que hace.
Si uno creyera que lo que se dice es cierto, daría gusto vivir en un país como el que se describe. Ese topos uranus es capaz de hacernos soñar con un mundo mejor. Y el verdadero estado de la nación queda en el más oscuro de los misterios.
Mientras tanto, cerca de ahí, miles de personas intentaron entregar su opinión, que extrañamente contradice lo que la Presidenta afirma.
Y en la calle, esos pobladores incinerados por la mala suerte y la sinvergüenzura, esos estudiantes enardecidos por la mentira, la manipulación y la soberbia, están dando una cuenta bastante exacta del estado de la nación: el fracaso de una cultura impuesta a sangre y fuego mediante el brazo secular de quienes hoy, hacen mutis por el foro luciendo atuendos de perfectos demócratas.
Cada veintiuno de mayo se viene repitiendo el recargado ritual que se intenta hacer pasar como la demostración de la fortaleza institucional y política, aunque el olor a fiambre ya lo domina todo.
Hay temas que por su relevancia, logran destacar por sobres los otros. Es el caso de los tres pilares en que el actual régimen afirma sus primeros embates. El más espinudo es educación.
Ya se sabe que han sido los estudiantes la mejor expresión de la crítica a un modelo del que muchos dicen tener reparos pero que no hacen nada para generar los cambios.
Veamos no más a las principales organizaciones de los trabajadores que han dado muestras de una obsecuencia que impresiona, cuyos dirigentes lucen de los más cómodos en las galerías del Parlamento, mientras afuera la gente que dicen representar es duramente reprimida.
Pero en relación con educación cambios en el sentido en que lo movimiento de los estudiantes exigen, no habrá, ni podría haberlos. Los anuncios en ese sentido no son sino medidas para parchar lo que hay, y, por sobre todo, meterle aún mucho más dinero a un sistema que ha dado evidentes muestras de su fracaso.
En educación, como en todo, soluciones las habrá sólo cuando los verdaderos interesados tomen la sartén y el mango, y no permitan quedar en las mismas manos que hicieron lo que hoy se intenta corregir. Una reforma dentro del mismo sistema no es un cambio.
Y así, la revisión actualizada del programa de gobierno, que tomó forma de Mensaje Presidencial, pero que se llama oficialmente Cuenta Anual del Presidente de la República de Chile, y en el cual debe referirse al estado administrativo y político de la nación, dejó una estela de interrogantes y la misma rabia en la gente cabreada.
Y algunas rarezas: la presidenta asegura que se hará una ley, otra más, para que las aguas sean consideradas bienes nacionales de uso público, aunque eso ya está dicho desde la promulgación de Código de Aguas del año 1981, cuyo artículo quinto lo dice expresamente.
Y ni siquiera en el caso que sea elevado este derecho a rango constitucional, aseguraría gran cosa. Según la actual Constitución, el cobre y todos los minerales son chilenos y ya vemos lo que ocurre en la realidad: la mayor parte de las riquezas no son de Chile y dejan sólo el hoyo en el que estaban.
El 21 de mayo y su cuenta tiene un no sé qué burlón.
Esperemos que la lucidez de los estudiantes les permita dudar higiénicamente de lo que se ha dicho.
Y que ese hecho colabore en el convencimiento de que todo cambio real, será para cambiar de neoliberalismo a democracia. Para el efecto se requieren de otras ideas, de otras decisiones y de personas capaces de entender que de seguir del mismo modo, se habrá perdido irremediablemente el tiempo.