Ay, Camila….
¿Estará vinculada la hermosa irreverencia de Camila Vallejo con el terremoto del norte? Lo cierto es que su actitud debería crear algún tipo de sismo entre sus pares diputados, del mismo modo que lo ha creado entre su admiradores e incluso, más importante aún, entre sus eventuales detractores.
Es que su gesto no es sólo una acción meditada de cálculo. Da la impresión que su conducta irreverente le salió de la guata porque homenajear al culpable intelectual de tanta tragedia, no puede ser susceptible de duda alguna, sino que origen de la más repulsiva nausea.
Y entonces, el gesto altanero de Camila, pasa a ser un espejo en el cual nos vimos todos quienes tenemos por los criminales el más feroz desprecio.
El contraste que dejó en evidencia el gesto de la diputada, tiene relación con el tipo de sociedad que se ha construido en los últimos cuarenta años. La división entre los que encuentran legítimos y necesarios homenajes a criminales, y quienes lo consideran como una vergüenza, es lo que subyace en lo sustantivo de la cultura chilena, y define desde la educación que se imparte y recibe, hasta los árboles que se plantan.
La Cámara de Diputados, tal como se configura, es una nítida expresión de una sociedad construida sobre valores de mierda. La confusión entre valor y precio, entre ser y existir, entre felicidad y riqueza, se da cita en el sistema político en el cual puede convivir una fauna de verdad increíble.
Criminales, torturadores, magnates, ex funcionarios de la dictadura y empresarios, políticos de larga data, cafiches profesionales del Estado, mentirosos perfectos, ex revolucionarios, sospechoso de agentes de la CIA y una variada gama de sujetos dudosos, comparten sonrientes los viáticos y las dietas de vergüenza y una común actitud de franca satisfacción. En ellos no parece entrar el frío o el hambre.
En el último tiempo esa fauna se ha visto atropellada por la llegada de sangre fresca al tándem. Los más llamativos han sido los ex dirigentes estudiantiles que han ofendido la pulcritud de la arena por vestir sin corbatas y en mangas de camisas. Osados al extremo, un par de ellos han ofrecido legislar para rebajar los sueldos honorables a límites normales, creando un revolotear de plumas y gestos airados.
Pero sin duda el gesto arrogante de Camila Vallejo en el homenaje a uno de los más turbios sujetos de la historia, fue mucho más agresivo de todo lo que ha habido. Los fascistas descendientes de Guzmán no se la van a perdonar a Camila. Su ejemplo de concordancia entre lo que se siente y lo que se hace, resulta un precedente peligroso.
Tampoco se la van a perdonar sus camaradas. El mantenerse en su posición rebelde puso en evidencia al resto de su bancada que no dudó en el homenaje, impulsados por la fuerza inercial de las costumbres republicanas que lo inundan todo, igualando a unos y a otros bajo una pátina de patriotismo elevado y trascendente.
Camila y su porfía fue, por lo tanto, mucho más brutal con sus camaradas que con sus enemigos jurados. Nuevamente, con un gesto sutil la diputada genera una instalación mediática que no debe ser muy cómoda para quienes a su lado posan solemnes y enhiestos, de pie.
Pero lo más importante pasó fuera del la emocionada sala. Camila reflejó lo que piensan muchos, se identificó con lo que sienten los que de verdad creen que aquí hubo una tiranía que cobró la vida de miles y significó el sufrimiento de millones por demasiado tiempo.
Camila aloja en la gente la sensación de lo genuina que es la rebeldía, incluso en gesto de apariencia inocua. Y de que es posible hacer una vida de principios en lugares tan agrestes como ése.
La ola solidaria con ese gesto de apariencia breve, va a pedir más. Veremos hasta donde llega la autonomía de la diputada. Y sobre todo si es capaz de tener esa misma actitud cuando se trata de cuestiones que no tengan que ver con sentados o de pie, sino de explotados y explotadores. Veremos si sigue haciendo la diferencia.
Y por cierto, esperemos que su indisciplina sea castigada como corresponde. La cosa no anda al lote….