Hugo Pineda, fotógrafo de “La ruta ochentera”: “Chile se quería vender como un país moderno, lleno de gente exitosa”
En tiempos de dictadura, el fotógrafo Hugo Pineda era estudiante. Sus obras, mezcla de visiones de barrio, amigos y música, ofrecen una perspectiva tan legítima como personal de una década llena de contradicciones para Chile.
En entrevista con ElDesconcierto.cl, Pineda describe los rasgos principales de su trabajo en “La ruta ochentera” (Ocho Libros), que fue lanzado el pasado sábado en un Museo de Bellas Artes repleto.
Tus fotos tienen un amplio registro de la época de los 80, pero al contrario de la mayoría de las imágenes de esos años no contienen un registro directo de la dictadura. ¿Por qué no?
La mayoría de los fotógrafos de esa época eran de origen del reporterismo gráfico. Ellos tenían un compromiso político mucho más fuerte quizás que el mío, no es que yo no estuviera en contra de la dictadura, sino que a nosotros nos tocó estudiar en la Facultad de Artes, entonces nuestra mirada era completamente enfocada hacia las artes. Yo siempre estuve más preocupado de hacer un trabajo fotográfico personal que de hacer algo colectivo.
Hay muchos rasgos de esta cultura ochentera que hoy se observa en perspectiva, pero en tus fotografías, ¿cuáles son los elementos que destacarías de esos años?
Mi trabajo estaba más bien basado en lo que hacían los fotógrafos europeos, que hacían una fotografía más intimista. Cuando se fotografiaba las calles se buscaba más bien el personaje de la arquitectura, el punto de vista personal, no se vendía. Por esa razón yo me dediqué a fotografiar cosas que solamente a mí me podían interesar.
Yo me dedicaba a buscar mi punto de vista hacia el mundo que yo estaba viviendo, por eso hay tantas fotos de barrios y de gente un poco más marginal, porque ese es el mundo en el que me tocó vivir y obviamente Chile se quería vender como todo lo contrario, se quería vender como un país progresista, moderno, lleno de edificios con espejo y gente exitosa. Yo quería mostrar la otra cara, de la gente pobre que se ganaba la vida, por eso fotografié a los ciegos que cantaban, los borrachos que andaban en la esquina… me parecía que esa era la cara más visible. Yo, además, me crié en un barrio muy desfavorecido. Nunca quise y no me interesó fotografiar la otra cara. De hecho, los primeros trabajos que hice fueron de publicidad y quedé bastante shockeado. Sentía que había mucho esnobismo en el medio de las artes.
¿Cuál es la relación con las obras de los pintores González, Araya y Cofré? Por lo que leí, también estudiaron contigo en la universidad.
Claro, somos todos compañeros de la misma generación. Estamos todos por la misma edad actualmente, cerca de los 50, y nos tocó estudiar en la misma época, somos amigos desde que tenemos 20 años. Era muy fulgurante el ambiente en aquella época, había mucha gente que quería hacer cosas porque la verdad es que yo sentía que había un enemigo común, entonces había que luchar de alguna manera contra eso, pero nosotros no teníamos las ganas de hacerlo desde la trinchera, nosotros lo queríamos hacer desde nuestro trabajo.
Nuestra relación era con la gente de la Chile, de la Católica y del Arcis, del Arcos. En aquella época se dio que había un movimiento internacional al que le decían en New Wave, entonces nosotros nos hicimos un poco partícipes de eso, nos creíamos modernos, nos vestíamos de negro, nos pintábamos los ojos. Algo importantísimo para nosotros era la música, todo lo que es el pop británico de los 80 nosotros lo chupamos, de hecho creo que está directamente relacionado. La música más cargada a bandas como los Sex Pistols, The Cure… era algo que a nosotros nos inspiraba. Además que era una cosa muy estética. Nosotros éramos muy contestatarios en ese sentido porque salíamos con esas pintas a la calle y la gente nos miraba feo. Yo me coloqué un pendiente en aquella época y salía con los ojos pintados a las fiestas y la gente nos trataba de maricones, la misma gente a la que nosotros queríamos representar de alguna manera.
Quizás en esa época andar con el ponchito y el charango era más representativo porque recordaba más a Víctor Jara, pero nosotros éramos más de la guitarra eléctrica, nosotros somos de la generación de Los Prisioneros, somos los primeros que empezamos a decir cosas con una guitarra eléctrica y no de palo, yo creo que eso nos juntó.
Hay muchas fotos de este libro tomadas durante la universidad, en plena década de los 80’, pero también hay algunas que son del 90. ¿Cuál es la diferencia que crees que hay en ese Chile que viste tú en los 80 y el en que quedó después de que se fue Pinochet?
Yo creo que justamente ese fue el tema, cuando se acabó la dictadura, entre comillas, porque todos sabemos que no se ha acabado, nosotros nos sentimos muy desprotegidos, queríamos ya encontrar un trabajo, estábamos en edad laboral.
Nosotros somos la última generación que estudió en dictadura, que egresó en dictadura, entonces cuando nos pusimos a trabajar nosotros sentimos que veníamos cargados de muchas cosas que nos hacían ser demasiado bichos raros para la gente que daba trabajo en aquella época. Como hubo tanto fulgor de las revistas que fueron financiadas para poder luchar contra la dictadura, cuando ésta se acabó, también se acabaron las revistas. Ya se había ido el enemigo común. Entonces había un montón de fotógrafos gráficos sin trabajo. Ya comenzó a ser una cosa anecdótica, a ver cómo va, pero ya dejó de estar en la mira la situación chilena. Eso hizo que menguara el trabajo, nosotros nos sentimos rechazados y engañados.
Por eso, en aquella época, yo empiezo a trabajar y dejo de hacer un trabajo más personal. La mayoría de las fotos de conciertos son de la época de los 90’ porque yo me dediqué cien por cien a eso, ahí encontré mi veta. Me hice fotógrafo oficial de La Batuta, por eso tengo tanta fotos de concierto, esa fue mi especialidad en los 90, hacer fotos de bandas. Y como ya los había conocido en toda mi época universitaria, era más fácil estar en el backstage, en los conciertos.
Hay fotos muy personales de algunas bandas que incluso estaban partiendo en ese entonces, como el Macha Asenjo con la Floripondio, Claudia Narea y Los Fiskales. ¿Cómo fue esa experiencia?
Esa experiencia fue para mí súper enriquecedora, como te decía los había conocido antes cuando apenas estaban comenzando a tocar. Justamente el Macha, con La Floripondio, o el Claudio Narea, cuando se había separado de Los Prisioneros y tocaba con Profetas y Frenéticos. Con Patricio González empecé a trabajar en un proyecto que se llamaba “Las escuelas de Rock”. Así también vi el comienzo de otras bandas como Los Tetas, que no están incluidos porque me parecían demasiado jóvenes, pero los conozco a todos ellos.
Me acuerdo de Los Prisioneros, la primera vez que fueron a tocar a la Facultad, nosotros les pagamos la bencina de la camioneta donde trajeron los instrumentos, ese fue el trato al que llegamos con ellos. Lo mismo con Fulano. Eran los amigos. Yo seguí haciendo conciertos y tomándome una copa con ellos después en el camarín.
En el libro hay un relato de Felipe Vilches que decía que esta época se caracterizaba porque había una oscuridad psíquica y un hastío del régimen que se notaba y que se nota también en tus fotos. ¿Crees que eso ha cambiado?
Ese es como un comentario más bien político. Yo lo que pienso es que formo parte de una generación que luchó mucho por un cambio estético, también, por lavarle un poco la cara a la época, por hacer un poco distinto todo esto. Nosotros nunca nos pusimos una corbata y nunca quisimos ponernos, éramos de círculos más contestatarios a nuestra manera. Queríamos contar la historia con imágenes. Hay una frase que dice: si pudiera contarlo con palabras, no cargaría con una cámara.
En las últimas páginas del libro hay una serie de fotografías que tienen relación con puntos de vista más políticos de la época. Si hoy salieras a la calle a hacer fotos, ¿qué fotografiarías desde esa perspectiva?
Si yo saliera a la calle evidentemente fotografiaría a la juventud chilena, al movimiento universitario, porque creo que son ellos los que han tomado los legos. Yo creo que en este país, durante muchos años, la gente se quedó a la espera de que algo pasara y después se tranquilizó, pero de esa tranquilidad entró el liberalismo y lo único que sé que pasó es que la gente se empezó a endeudar. La gente hoy sigue luchando por ganar sueldos miserables, las diferencias sociales aquí son enormes. Yo veo que esta historia no ha mejorado. Cuando a alguna gente se le ha dado la oportunidad para que solucione cosas, no han hecho más que acomodarse. No es posible que después de tantos años no exista memoria histórica para darse cuenta que toda la gente que sangró y lo pasó mal no haya sido casi tomada en cuenta.