El apasionado rosado de Bangkok

El apasionado rosado de Bangkok

Por: El Desconcierto | 21.01.2014

Al llegar a Bangkok, una de las primeras cosas que me llamó la atención fue la presencia tan fuerte del rosado en la ciudad. Y el rosado es raro, es incómodo de ver. ¿Por qué? Dicho a grandes rasgos, en nuestra sociedad occidental-patriarcal-cristiana, el rosado es el color de la mujer, la mujer representa la debilidad y la tentación. La tentación está aparejada con el placer, y el placer casi siempre es pecado, o “culpable”, como sea usa ahora para excusarnos por nuestros gustos poco intelectuales, o cuando dejamos entrever nuestros más íntimos y personales pensamientos sobre algo. Y ese ha sido siempre el ámbito del rosado, que por una parte comunica dulzura y delicadeza, al ser una versión apaciguada del rojo, que es uno de los más vibrantes. Pero sin embargo, muchas veces es tildado como el color de la frivolidad, y por lo tanto cubrimos nuestra ciudad de colores que nunca quedan mal con nadie, como el gris, y el azul, que es el color del hombre. El hombre representa el poder, y por lo tanto, el azul siempre será el color de lo oficial, del orden, y llevado a lo público.

Pero en Tailandia, todos los colores se han llevado a la calle, y el rosado, ya sea frívolo o culposo es muy bienvenido, porque la tentación aquí es alegría. Este país está hecho para cautivar los sentidos, y dejarse llevar por los placeres carnales, En la calle te pueden ofrecer masajes, que en el fondo es prostitución encubierta, y shows eróticos de todo tipo (hombres, mujeres y algún otro tercer o cuarto sexo), pero siempre con una sonrisa en el rostro, sin cara de preocupación ni apuro, y con mucho relajo, sin ese tono de clandestinidad fatal con que se da en la mayoría del mundo.

Paralelo a esto, hay que decir que es verdad lo que se dice sobre los transexuales en Tailandia: hay muchos, hacen su vida normal, y muchos son artistas del escenario. Siempre se dice que en Tailandia hay más transexuales que en otros países, pero yo me atrevería a decir que, simplemente, son más visibles porque la sociedad les da más opciones, pero en todas partes hay.

Por otra parte, durante la noche se respira un aire de relajo sexual en las calles, con los boliches de chiquillos y chiquillas con las puertas entreabiertas para poder divisar algo, y tentar a los posibles clientes. En los mercados se vende una variedad impresionante de ropa interior y lencería erótica, y todo este ambiente junto y revuelto con los restaurantes y locales “normales”.

Esto me hace entender que, en el fondo, la cultura de este país está más conectada con la esencia más animal del ser humano, y la deja fluir espontáneamente. Lo que para nosotros es liberación, en Bangkok es simplemente libertad, un no cuestionamiento. No hay vergüenza para ofrecer a viva voz y preguntar por los shows eróticos de “ping pong” o “pussy smoke” como me dijeran en un mal inglés, pero que deja mucho a la imaginación. Yo estaba fascinado escuchando a este hombre que me ofrecía de todo, con la naturalidad de un vendedor de micros, y enfrentándome a mi propio cartuchismo.

Al haberme encontrado con este mundo de “inmoralidad” inofensiva y feliz, que canaliza los instintos de una forma no represiva, entiendo que el rosado no sea tema en Bangkok. Este es un color que siempre se trata sobre las emociones, y delata nuestra sensibilidad, pero eso acá es bueno y productivo, uno llega para encantarse con la cultura y la gente, y embelezarse con los paisajes y los colores, que en Tailandia no tienen género ni jerarquía social. Pero en una de esas, el que da la pauta es el dorado, y de ahí hacia abajo hasta llegar a los fomes. Basta ver el Palacio Imperial histórico Wat Phra Kaeo, tapizado en oro, para entender que el concepto es destacar, por eso no hay problema en que el Rey aparezca rodeado de rosado en un afiche, o que uno de los principales bancos lo tenga como color corporativo, y que bajo esta marca se distribuyan quitasoles y bancos por toda la ciudad para los puestos de comida callejera. Y qué decir de los taxis, que deambulan repartiendo su color por la ciudad todo el día y por todos lados, creando las escenas más estrafalarias y maravillosas posibles.

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