Del Salar de Uyuni a Macchu Picchu: los latidos de América Latina
Es uno de los recorridos inevitables para todo ciudadano del mundo, especialmente para quienes viven a tan corta distancia de sus tierras. Por la belleza única de sus paisajes y, sobre todo, la profunda riqueza cultural que acumula, mezcla de resistencia y dignidad, deambular por las ciudades de Perú y Bolivia es una de aquellas experiencias que hay que vivir alguna vez en esta vida.
A la hora de viajar desde Chile, hay diversas formas y rutas para elegir, todo dependiendo del presupuesto y los intereses de quienes emprenden el camino. Sin embargo, uno de los recorridos más frecuentados comienza en el deslumbrante Salar de Uyuni, ubicado en territorio boliviano, y termina en las alturas de Macchu Picchu, que ya se ha convertido en uno de los hits del turismo en todo el mundo.
¿Cómo comenzar? La forma más expedita de realizar el viaje es llegando hasta Calama, en la Región de Antofagasta. Pese a los comentarios de algunos humoristas y a que, probablemente, la vista de la ciudad no sea una de las más fascinantes de Chile, Calama es un buen lugar para comenzar a agudizar el ojo viajero y sacar las primeras conclusiones del país que se deja. Además, la tierra calameña ofrece hermosos atardeceres.
Al llegar a Calama, es ideal acudir al terminal a reservar los pasajes hacia Uyuni, que son pocos y peleados. El clima es un factor muy importante a considerar para el camino, que suele comenzar a las 6 AM y extenderse por unas 10 horas. Un camino agotador y zigzagueante que incluye la salida por el paso aduanero de Chile y el primer registro en la ciudad de Bolivia, lo que suele ser expedito y útil para descansar del viaje.
Al llegar a la ciudad de Uyuni, en pleno centro de la ciudad, una serie de paquetes turísticos ofrecen viajes cortos y extensos al salar más grande del mundo. Si bien todo depende del gusto del viajero, es importante destacar que los tours de 1 día son suficientes para conocer la inmensidad del salar en todo su esplendor. A bordo de una 4x4, los bolivianos muestran su experiencia en el territorio cruzando sin problemas grandes pozos de agua salada y llevan a los viajeros a una pequeña construcción en medio del salar llamado “Hotel de sal”.
La edificación no es un atractivo turístico en sí mismo, pero sí lo es su estratégica ubicación, que permite a los viajeros salir a tomar fotografías con el mar y el salar confundidos en el paisaje, uno de los más deslumbrantes de Bolivia. Al continuar el camino, es importante abastecerse de coca y lejía para combatir el mal de alturas.
Siguiendo el trayecto, Potosí suele ser uno de los destinos más frecuentados. La ciudad, considerada una de las más altas del mundo, otorga un acercamiento a la realidad de la explotación indígena en el Cerro Rico y el empobrecimiento de la población en una de las ciudades de mayor abundancia económica en la historia boliviana colonial.
A 162 kilómetros de distancia se encuentra Sucre, “la ciudad blanca” del país. De amplia belleza arquitectónica, la llamada capital constitucional ofrece pistas sobre la historia de las elites bolivianas y una amplia oferta de museos y espacios dedicados a la conservación de la memoria.
La Paz es una parada obligada si se quiere conocer a fondo la política y cultura urbana de Bolivia. La capital del país entrega una amplia oferta cultural y política, además del tradicional Mercado de las Brujas, donde se pueden encontrar macabros y sorprendentes amuletos y todo tipo de artesanía a buen precio. La Feria del Alto, Calle Joén, y la plaza que rodea al Palacio Quemado –la casa de Gobierno boliviana- son algunos de los espacios que deben ser visitados.
Como muchos dicen, no se puede estar en Bolivia sin haber conocido su respectiva parte del Lago Titicaca, “el más bonito”, según los vecinos. Una forma ideal de conocerlo es cruzarlo camino a Copacabana, donde se encuentran las Islas del Sol y de la Luna, lugares que los viajeros suelen querer conocer, pero no se caracterizan por ofrecer un panorama especialmente novedoso y se encuentran demasiado moldeados para satisfacer al turismo.
El Perú: del Titicaca a las alturas incas
Del Titicaca boliviano al Titicaca peruano, el místico lago que une a ambos países hermanos, una nueva parada fronteriza recuerda las divisiones entre ambos países. Junto a Copacabana, apenas a unas horas de distancia, se encuentra Puno, una pequeña ciudad cuya principal actividad económica es el turismo. Uno de sus grandes atractivos son las islas flotantes de los Uros, un grupo de islas artificiales sobre el Titicaca peruano.
Pese a la belleza de la isla y la amabilidad de sus habitantes, la zona parece en exceso un lugar creado para el turista, donde cada gesto y rutina es repetido de forma infinita durante el día a cambio de dinero y compras. El mecanismo puede resultar algo decepcionante para el turista que observa con atención el recorrido.
A unos cuantos kilómetros se encuentra el Cusco, la capital del imperio inca. Homenajeando a su pasado con una cuidada fachada y la constante presencia de las huellas de la civilización indígena, la ciudad ofrece una cuidada oferta gastronómica y de entretención nocturna. Durante el día, en tanto, para conocer las historias del lugar se recomienda tomar el Tranvía de Cusco, que realiza un largo camino a la ciudad relatando a los turistas una serie de datos por un bajo precio.
Al momento de planificar el viaje a Machu Picchu, es necesario realizar una serie de trámites antes de emprender el rumbo. Entre ellos, solicitar una tarjeta de estudiante que baja considerablemente el precio de entrada al lugar, pedir un día y hora para subir al Wayna Picchu en el Ministerio de Cultura peruano y pagar por un tren o bus que lleve a los viajeros hacia las montañas de Aguas Calientes.
Al momento de contratar un paquete turístico, es preciso ser cauteloso y tomar todos los resguardos necesarios para el viaje, cuyo camino es complejo y riesgoso. De ir en tren -con un precio mucho mayor- gran parte de la aventura habrá sido saltada, pues es precisamente la travesía hacia el lugar una de las etapas importantes del viaje a las alturas.
Ya en el lugar, el camino comienza a las 4 AM. Una hora después, una larga fila de turistas espera con impaciencia la apertura de las puertas para comenzar a subir. Subir y subir, por más de dos horas, dependiendo de la condición física de los visitantes. Muchas escaleras, una fascinante vegetación y el cielo amaneciendo sobre Machu Picchu es la primera vista ofrecida al viajero, casi como una donación del imperio que alguna vez existió.
Al llegar a la cima, el resto es historia. El esfuerzo tras la escalada de metros de escaleras, el sacrificio del viaje y los riesgos del camino serán recompensados con seguridad. Imponentes y mágicos, Machu y Wayna Picchu son capaces de dejar mudos a los turistas más experimentados y sorprender para siempre a aquellos que debutan en el el ejercicio de viajar y aprender. Un espacio de peregrinaje obligado para todo aquel que desee experimentar en carne propia el latido más profundo del corazón de América Latina.