El Pop Art y Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band
Al principio fue The Beatles. Antes del folk-rock, en los albores de Dylan, antes de Woodstock, antes de 1968. Remito a una anécdota conocida: en 1963 The Beatles se presentó en el Royal Variety, uno de los teatros más conspicuos de Londres. Frente a ellos se encontraba una selecta concurrencia encabezada nada menos que por la Reina. En un gesto tramposo, lleno de una maña, ubicada en las antípodas de la norma caballeresca que exige la etiqueta de británica, John Lennon presentó con una sonrisa socarrona Twist and Shout, el último tema de la noche: "En nuestro último tema quisiera que nos acompañaran: los de los asientos baratos aplaudan...el resto de ustedes hagan sonar sus joyas". La cámara de inmediato mostró a una reina, enjoyada y florida, lógicamente digna. Lennon, travieso, alzó el dedo pulgar como quien no pide disculpas pero intenta zafar ileso del percance.
Podemos descifrar el hecho desde una lógica socioeconómica de clases. Lennon, un muchacho que viene de un hogar de “clase media baja” pone en movimiento su “conciencia de clase”. Es una forma de lucha. Sin embargo, el gesto tiene también un espesor que atraviesa por el medio las divisiones entre la cultura popular y la alta cultura. A esas alturas, a la vetusta y encartonada elite real británica no le ha quedado más que unirse a la veneración popular de la banda de rock que aún conservaba en las ropas el olor a humo y alcohol de The Cavern Club. La cultura popular, proyectada sobre la sociedad por obra y gracia del mercado del disco y los medios masivos, se volvía dominante, no oficial, pero hegemónica. Nadie ni nada podría pretenderse impermeable en el nuevo lugar que los Beatles definirían. La cultura popular sería impactada profundamente por esta nueva potencia creativa.
Pero se trata de una construcción híbrida, un “aglomerado indigesto” -a decir de Gramsci- donde concurren los más variados afluentes. No hay nada allí, afortunadamente, que pueda reclamar pureza.
Cuatro años después de aquel concierto sería publicado Sgt. Pepper`s Lonely Hearts Club Band, grabado entre diciembre de 1966 y abril de 1967. Una deriva nueva en la creación de la música popular había tomado forma y estaba en marcha.
Miremos la portada. No hay orden más allá de un centro establecido con el nombre del disco sobre un bombo. La tipografía ha sido sustituida por una imagen de flores. De hecho: este es por si solo un mundo: unas flores escriben el nombre del grupo, que está parado en primer lugar. Junto a ellos posa un amplio grupo de personas, no está toda la historia universal ni ha interesado reflejarla, son en cambio personajes que reflejan una postura cultural. Cada rostro, cada objeto, se sabe, ha sido sugerido por algún Beatle.
Nada interviene sobre esta realidad: no hay un texto impreso sobre la foto, una tipografía, un diseño que en la portada denuncie una acción “artificial” (algo puesto encima, sobreimpreso). Sólo se ha “fotografiado” esta realidad -y en esa medida “es cierta”- en la que posa el grupo y sus acompañantes. Define un lugar en la cultura que tiene múltiples puntos cardinales: un gurú indio, Marilyn Monroe, Jung, Poe, Marx, Freud, un maniquí de cera, Tarzán, Marlon Brando, el Árbol de la Vida de Metepec, muchos más, y por cierto, Bob Dylan.
El vestuario de los Beatles fue diseñado por el mexicano Manuel Cuevas, el mismo que diseñaba los trajes de Elvis Presley e ideó el famoso logotipo de la boca abierta con la lengua de los Rollings Stones. El diseño de la carátula fue realizado por el destacado artista Peter Blake, pintor perteneciente a la generación de artistas pop británicos. Blake estuvo interesado en la iconografía de la cultura popular, alimentado por el cómic y la publicidad.
El diseño y la pintura se han ido fundiendo en el pop art. Su contenido es contestatario, crítico. Que Blake y Cuevas concurran en las imágenes de Sgt. Pepper’s propone, de suyo, un trabajo de apropiación de reinos diferentes donde, poco antes de ello, usualmente los unos ni otros se atrevían a incursionar. En alguna medida el disco mismo es posible de ser absorbido como una obra de pop art, y así entonces, como una violación de normas y fronteras.
Sgt. Pepper’s es la presentación del disco, una campana que anuncia, nada más. Pero en ese acto establece algunos mensajes cifrados:
They've been going in and out of style
But they're guaranteed to raise a smile
So may I introduce to you
The act you've known for all these years
(Han estado de moda y pasados
Pero la diversión está asegurada
Así pues, permítanme que les presente
El espectáculo que han conocido todos estos años)
You're such a lovely audience
We'd like to take you home with us
(Son un público estupendo
Nos gustaría llevarlos a casa con nosotros)
Cada generación ha puesto de moda y ha destruido de algún modo al arte mismo para volver a inventarlo. El “espectáculo que ya conocen desde hace años” es el arte, su poder, la música más allá de la música. Esa es la casa, allí quisiéramos vivir todos juntos, en la experiencia de la creación. Allí nos querrían llevar. Ringo Starr, en el papel de Billy Shears (una vez más la máscara), comienza a cantar With a Little Help from My Friends.