Los seres mágicos y el silencio
Hoy es el día del niño y la niña, y cuando pienso en esto, se me vienen fuertes colores y muchos sonidos atropellándose entre sí. Evidentemente, el imaginario que subyace en estas imágenes es el de una infancia hiperestimulada y volcada hacia afuera. Una infancia que recibe sin discriminar, que aprende a transitar por la niñez en un aturdimiento normalizado. Una infancia que en el silencio se desespera, que en el silencio se desorienta y se pierde. Porque en el silencio emerge un ser extraño, un ser mágico, un ser que se presenta cuando el silencio gobierna.
Este mágico ser asoma cuando el bullicio cesa. Este ser tiene colores extraños, formas distintas, sonidos únicos. Este ser espera el silencio para hacerse ver. Pienso en esto y recuerdo mi propia infancia, cuando lo conocí. Y con solo pensarlo, este ser vuelve a visitarme, ya no tan extraño, ya no tan distinto, porque soy solo yo, que emerjo en mi mismidad y mi unicidad, distinguiéndome en el oscuro silencio que me permite reconocerme en mi sonido y mis formas.
¿No podría entonces, ser el silencio un derecho de las niñas y los niños y un deber de las y los adultos el garantizarlo? Porque el silencio es como el lienzo donde emerge la vida. El silencio es el espacio donde el sonido explora y conquista. Donde el sonido forma trayectorias, posibles de transitarse una y otra vez, como un arrullo que adormece dulcemente en la seguridad del cobijo. Y en este tránsito visitado una y otra vez, se forja nada menos que la identidad y el autoconocimiento.
¿Puede alguien explorar un terreno que está lleno de maleza sin contar con un machete? ¿Puede alguien explorarse y conocerse cuando el terreno que transita está saturado de estímulos de todo tipo y con un espacio sonoro que no permite que surja y crezca la propia voz?
Quiero regalar en este día de los niños y las niñas una infancia donde se puedan explorar los espacios sonoros individuales y colectivos, donde se pueda reconocer la propia voz y la voz de los otros en sus mismidades. Donde se propicie el encuentro con ese ser único que somos y habitamos. Quiero regalar un espacio donde cada quien pueda visitar su infancia para reconocerse y amarse en sus colores, formas y sonidos.
Porque duele ver a niños sordos de sí mismos. Huérfanos de su propia esencia, privados de su propio origen. ¿Cuántos niños y niñas extraviaron su propio sonido?
¿Cuántos sonidos se perdieron entre el bullicio? ¿Cuántas veces dejamos de escuchar lo que sus voces y cantos nos decían? ¿Cuántos sonidos quedaron aplastados bajo el ruido de la enorme masa sorda avasalladora? ¿Cuántos seres se perdieron entre la turbulenta propaganda rosada, hiperpoderosa y ganadora?
Quiero un país donde pueda escuchar a los seres mágicos que nacen en cada infancia. Donde podamos tener un espacio para sonar en conjunto. Donde cada quien descubra su propio sonido y lo amplifique en sintonía con otros. Donde los sonidos porten la esencia de cada quien, y no la sordera de la masa vacua. Quiero regalar silencio para que emerjan los seres mágicos.