Ricardo Lagos: extraviado entre la ilusión y la alucinación
La pretensión del ciudadano Ricardo Lagos Escobar de «enriquecer el debate» en el seno de la Convención Constituyente, mediante una carta dirigida a las autoridades de esta institución, es una mera ilusión.
Con el aplomo y la arrogancia de siempre, Lagos Escobar interpela esta vez a la asamblea de constituyentes, convencido de que unas cifras y datos estadísticos bastarían para mejorar la evaluación que la gran mayoría de los convencionales hace de los gobiernos de la postdictadura.
Como toda ilusión, la de Lagos Escobar se origina en un error, a saber: pensar que las y los convencionales ignoran todo acerca de las «luces y sombras» de su mandato y el de sus correligionarios de la Concertación, y por lo tanto él supone que un manojo de números extraídos de análisis macroeconómicos podría hacerles cambiar de opinión. ¡Craso error, ciudadano Lagos!
Como ocurre frecuentemente, detrás de un error se suele esconder otro error mayor. En efecto, el ex mandatario cree que la verdad de lo acontecido en Chile desde 1990 es reductible a un conjunto de guarismos y series estadísticas que supuestamente reflejan, con inapelable objetividad, el desarrollo social del país, desarrollo propulsado por un virtuoso fenómeno de crecimiento económico... ¡Nuevo y más abultado error, ciudadano Lagos!
Para que su suposición fuese verdadera, habría que admitir el dogma neoliberal que sitúa por encima de todo quehacer humano la actividad económica y supedita la sociedad, toda entera, a las exigencias del «libre mercado».
Y he ahí el problema: el ciudadano Lagos Escobar, y muchos de sus correligionarios, adhieren a ese dogma y practican, con la fe de los nuevos conversos, la mercadolatría, bárbara «religión» cuyos principales mandamientos son variaciones de un sólo y mismo tema: el sometimiento de todas las dimensiones de la realidad a la ratio costo/beneficio, observando la indefectible regla de la maximización de las ganancias, a como dé lugar.
Allí se enraíza el efecto alucinatorio del neoliberalismo que reduce el campo visual de sus adeptos al ámbito exclusivamente mercantil y financiero de la economía.
Es la alucinación por el «crecimiento», lo que magnifica, ante la mirada neoliberal, los datos relativos a la lucha contra la pobreza extrema, mientras minimiza los datos relativos a las fabulosas ganancias de las empresas del sector financiero, invisibilizándolos.
Ese mismo efecto alucinatorio obnubila la mirada y entorpece el entendimiento de los neoliberales, que no perciben la relación causal existente entre el frenesí privatizador que cundió durante los tres primeros gobiernos de la Concertación y la devastación social, ambiental y cultural del país. La clase política, alucinada con el modelo económico imaginado por Friedman, Hayek y consortes locales, fue insensible a los signos de alerta que indicaban la necesidad de poner límites al saqueo de los bienes públicos y los recursos no renovables de Chile.
La oligarquía neoliberal ha privatizado y mercantilizado todo cuanto ha podido, condicionando el acceso a una extensa gama de bienes públicos al pago de aranceles y tarifas injustificables.
El descrédito, en el seno de la sociedad chilena, de los cinco mandatos presidenciales de la Concertación, y de los dos mandatos de Piñera, son directamente proporcionales a la impunidad con la que el Estado Subsidiario ha protegido la corrupción de cuello y corbata, a la incapacidad gubernamental para frenar el progreso de la desigualdad y de la inseguridad, y a tantos otros motivos de indignación y desesperanza de los sectores más vulnerables de nuestro país.
El que en el seno de la Convención Constituyente prime una opinión crítica y, en muchos aspectos, abiertamente desfavorable hacia los gobiernos de las tres últimas décadas se debe, esencialmente, a que el conjunto de miembros de la Asamblea Constituyente representa, de un modo bastante fiel, a la sociedad chilena en toda su diversidad. Por ello no es razonable, ciudadano Lagos Escobar, pensar que una carta en la que se reiteran datos conocidos urbe et orbi pueda modificar una opinión que es el resultado de un largo proceso de toma de conciencia, de intensos debates y de movilizaciones sociales, que maduraron a lo largo de varios años, para estallar en octubre del 2019.
Las ilusiones suelen ser persuasivas, pueden parecerse tanto a la realidad que a veces confunden; pero, aunque todo pareciera indicar que el sol se levanta al Este, ello no es verdad, lo que no deja de ser un poco triste.