Editorial: La elección presidencial y la sociedad que queremos construir
El tejido social y la capacidad de convergencia de una comunidad en torno al bien común de todos y todas quienes participan, aportan y se benefician de ella son un valor y un interés compartido por la totalidad de sus habitantes, y representan un principio político clave para la estabilidad y cohesión social de cualquier comunidad en el tiempo. La redacción de una nueva Constitución en Chile y su aprobación en el plebiscito de salida, que ponga la vida en el centro de su atención, asegure los derechos universales básicos de su población, la protección del medioambiente, la soberanía de sus recursos naturales y la sostenibilidad de los territorios y comunidades que lo habitan es vital para que este principio, el Bien Común, prevalezca y se desarrolle a plenitud a lo largo y ancho de todo el país en los próximos 20 a 30 años.
En este contexto, desde esta tribuna, El Desconcierto, medio de comunicación ubicado ya entre los diez diarios digitales más leídos del país, hacemos un llamado explícito a votar con conciencia y de manera informada este domingo 19 de diciembre por el nuevo Presidente de Chile. A votar por el proyecto político que le de más sentido y perspectiva a la vida cotidiana de cada uno, pero también, a abrir nuestro horizonte de pensamiento y proyectar la sociedad que queremos construir para las nuevas y futuras generaciones, más allá de nuestra pequeña parcela individual. Las ideas, propuestas y programas defendidos legítimamente por ambos candidatos, Gabriel Boric y José Antonio Kast, junto a los partidos políticos, voceros, líderes y organizaciones que los apoyan, proyectan modelos de sociedad diametralmente diferentes, especialmente si consideramos que el próximo gobierno deberá convivir e imbricarse dentro del complejo escenario mundial actual, marcado por una aguda crisis energética, un creciente desabastecimiento de productos, inflación, grandes olas de inmigración y una implacable emergencia climática y ecológica que amenazan a la existencia de la humanidad en su conjunto.
En materia económica y social, en lo medular, el programa de Kast propone una disminución de los impuestos corporativos a las grandes empresas, una reducción del tamaño del Estado y la mantención del actual sistema de AFP; junto a una serie de privatizaciones y la apertura de una ola de licitaciones e inversiones privadas, es decir, profundiza el ideario neoliberal de progreso que se instaló en el país en las últimas tres décadas que, por cierto, permitió modernizar y aumentar los índices de crecimiento económico del país, pero que según recientes y acabados estudios internacionales, permitió también, junto a la matriz extractivista y rentista del modelo económico chileno, una alta concentración de la riqueza y la generación de una de las desigualdades de ingresos más extremas del mundo. Por su parte, el programa de Boric propone una reforma tributaria para aumentar progresivamente los impuestos, cambiar las AFP por un sistema administrado por un ente autónomo sin fines de lucro, así como potenciar a CORFO para aumentar el apoyo técnico y el financiamiento de las pymes, junto a la creación un Banco de Desarrollo que estimule la inversión privada y el emprendimiento innovador, de modo de sentar las bases de un Estado Social de Derechos que asegure la realización de estos en educación, salud y seguridad social de la población, entre otros focos fundamentales.
En materia de valores y derechos humanos, las propuestas difieren en forma drástica. De un lado prevalece el paradigma individualista alentado por relaciones sociales competitivas y jerárquicas, la libertad económica y el valor de lo privado sobre lo público. Kast defiende el matrimonio constituido por un hombre y una mujer y su programa pone en entredicho derechos conquistados por las mujeres, niega demandas de la disidencia sexual y no se compromete a incorporar políticas públicas con un enfoque transversal de género, ni con la educación sexual integral. De paso, exhibe su desconocimiento y no asegura los derechos de los pueblos originarios y retira a los niños, niñas y adolescentes la posibilidad de ser tratados como sujetos de derecho y les vuelve a considerar objetos de protección de sus padres. Del otro lado, surge un ethos más horizontal, inclusivo y solidario; en materia de derechos humanos, por ejemplo, Boric traza un camino importante de exigencia y cumplimiento de estándares internacionales comprometiendo un horizonte de dignidad, justicia y reparación.
Finalmente, en materia ambiental las diferencias también son abismantes; mientras Kast ha ido tibiamente incorporando en su programa una mirada más respetuosa de la naturaleza y el medioambiente tras la primera vuelta, inicialmente puso en duda la veracidad del cambio climático y contempla propuestas que profundizaban la mercantilización destructora de ecosistemas. En contraste, el programa de Boric incorpora medidas efectivas para combatir, mitigar y adaptarse al cambio climático y la crisis ecológica, incluida la suscripción de importantes acuerdos ambientales internacionales.
Pareciera a todas luces que una propuesta se aferra al pasado, a la vieja creencia que la libertad económica individual y la autorregulación de los mercados bastan para surgir y lograr bienestar material. El concepto de orden, paz y tranquilidad social de Kast es fiel heredero de la dictadura cívico-militar y de la democracia protegida de la transición neoliberal. En tanto, la propuesta de Boric, con todas las incertidumbres por delante, se atreve a mirar el futuro para levantar un nuevo orden social construido en base a una democracia participativa, inclusiva y descentralizada con capacidad de movilizar un mejor vivir para la sociedad en su conjunto.
Salir del barro, de las emociones encontradas que afectan a muchos chilenos y chilenas en su diario vivir es una tarea compleja y difícil. Ahí están la enorme incertidumbre económica y sanitaria, la inseguridad de los barrios, la violencia en las calles, la delincuencia y el narcotráfico, y que los discursos del miedo instalados en los medios de comunicación masivos y en las redes sociales se expanden en la población y que tan bien han sido utilizados por el candidato José Antonio Kast para posicionar uno de sus principales ejes de campaña. Pero ahí está también la irritación con el modelo que alienta el consumo pero que al mismo tiempo endeuda y precariza ingresos, amarra a una fuente laboral, otorga pensiones de miseria y desafecta de la política, y que el candidato Gabriel Boric busca cambiar ofreciendo un proyecto transformador con acuerdos democráticos y civilizatorios mínimos.
En este panorama de enfoques y debates polarizados, como medio de comunicación independiente, comprometido con la formación de opinión crítica y los procesos emancipadores de la sociedad para un buen vivir, llamamos a la ciudadanía a salir del ostracismo y no permanecer neutrales en esta elección, a empoderarse, informarse y ejercer su derecho a sufragar en forma libre y soberana. Es vital que las chilenas y chilenos se atrevan a sumergirse en sus contradicciones internas, a explorar sus temores atávicos y se saquen esa pesada mochila de creencias moldeadas por décadas desde los discursos de la elite y la ignorancia que predomina en la televisión. Esta elección trae consigo una decisión moral, ética, que pone en marcha un viaje de expansión de la conciencia. Buscar la verdad implica recorrer un camino de libertad, de pensamiento y de acción propias, no con las ideas conculcadas por otros (como la caricatura del comunismo que día a día se machaca hasta el paroxismo desde un lado de la vereda), sino con nuestro propio cuerpo y mente integrados, abiertos a aceptar lo nuevo para proyectarnos al futuro. Para ello se requiere conectarnos con los destellos de luz revelados en cada uno y abandonarnos al entusiasmo de esa visión interior que celebra la vida en sus distintas facetas, incluida la incertidumbre que generan los cambios y las nuevas visiones de mundo.
En este marco, la elección de este domingo 19 de diciembre es crucial y se debate, efectivamente, en nuestra visión, entre una restauración conservadora y autoritaria del modelo de desarrollo prevaleciente de los últimos 30 años liderada por José Antonio Kast, y que en materia de valores y derechos humanos amenaza a la democracia y el libre pensamiento, estableciendo el predominio de una sola verdad, cavando una zanja que tiende a dividir a la sociedad entre amigos y enemigos, sin dejar espacio para que un sector de la sociedad se exprese con libertad y sea considerado un legítimo adversario político en su eventual gobierno; y por la otra, se presenta un complejo camino de articulación y cohesión social de mayorías que ha comenzado a liderar Gabriel Boric, pero que en su epifanía colectiva abriga el bien común y nos anticipa, en caso de triunfar en las elecciones, la apertura de horizontes más dignos e igualitarios, donde la paridad, los derechos de la naturaleza y los pueblos originarios, de las disidencias sexuales y de la mujeres tendrán un espacio real, para dar inicio a un viaje no exento de duras pruebas para su eventual gobierno, pero que sin lugar a duda, nos brindará nuevos sentidos y perspectivas a nuestras vidas y a las futuras generaciones responsables de liderar las transformaciones sociales del Chile del siglo XXI.