Las invisibles: El asesinato de Nicole Saavedra y la batalla de su familia por encontrar justicia
Hace dos meses, María Bahamondes estaba trabajando cuando la llamaron para avisarle sobre el posible asesino de Nicole: Víctor Alejandro Pulgar Vidal, un chofer de micro Comercial Guerra, del recorrido El Melón- Limache. Había un nombre después de tres años de espera. Todo lo que parecía imposible, llegó de golpe.
María no lo podía creer, quedó en shock.
-Tuve que aguantarme la pena, poner cara de póker, seguir haciendo como si nada hasta llegar a la casa, porque no podía demostrar en la pega lo que estaba pasando-, dice al otro lado de la línea.
Primero pensó que podían culpar a cualquier hombre por la presión que hicieron esos días. Además, después de un reportaje de la BBC, llegaron las cámaras, interesados de último minuto. Desconfió. Solo las pruebas la convencieron.
Quizá en ese momento también revivió otra imagen: el día en que le avisaron que su prima estaba muerta; ella golpeando el manubrio de su auto llena de rabia e impotencia. Quizá también soportó una avalancha de recuerdos de esta historia que ya es conocida: Nicole Saavedra fue vista por última vez el sábado 18 de junio de 2016 en Quillota, después de salir de una fiesta en la casa de unos amigos. Se quedó hasta las siete de la mañana esperando la micro en un paradero en La Cruz. Después se le perdió la pista.
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La data de la investigación comienza con el lunes 20 de junio de 2016, cuando su familia decide estampar una denuncia por presunta desgracia en el retén de Carabineros de El Melón. Al mismo tiempo realizaban una búsqueda frenética con sus propios medios. Los carteles de “se busca” se multiplicaron por los muros y postes de Quillota. Los Bahamondes tuvieron que enfrentar las falsas alarmas. A Nicole la habían visto cerca de un supermercado y en el centro de la ciudad.
El sábado 25 de junio el dueño de un Lote agrícola de Limache en el embalse Los Aromos vio desde lejos el cuerpo de la joven. En un primer momento pensó que era un bulto de ropa en medio de los espinos. Nicole había sido abusada, torturada y asesinada. Desde entonces hay una certeza que se repite en El Melón y entre los familiares de la joven: la mataron por ser lesbiana.
En ese lugar hoy hay una animita con sus fotos y banderines de colores.
Los meses siguientes a su muerte empezaron las marchas para exigir justicia, la investigación avanzaba lento. En abril del 2017 fue el primer cambio de abogado y llegó Silvana del Valle, de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, quien en uno de los primeros momentos denunció ciertas irregularidades. Por ejemplo, que la familia no tenía acceso al expediente, solo a extractos. En la audiencia del día 21 de junio exigió copia de la investigación y de las diligencias que se habían pedido.
Pero lo peor de todo fue que la familia denunciaba que su orientación sexual estuvo casi oculta, invisibilizada, respecto de la posibilidad de un crimen de odio.
[caption id="attachment_317829" align="aligncenter" width="807"] Nicole Saavedra[/caption]
¿Quién era Nicole en el recuerdo de los suyos?
La Nico (23) era la menor de dos hermanos en una familia monoparental. Olga, su madre, fue el puntal de la familia y sacó adelante a sus hijos trabajando de temporera. A Nicole le quedaba un semestre para terminar su carrera como técnico en prevención de riesgo industrial. La última vez que vio a una de sus mejores amigas le contó que estaba soltera y que se quería dedicar solo a sus estudios. Su familia solo le conoció dos novias.
Al principio del caso, se investigó su grupo de amistades. Así lo deja ver la declaración de un compañero (del Centro de Formación Técnica de la Universidad Católica de Valparaíso), fechada el 27 de junio del 2016. En sus palabras deja ver ciertas facetas de la personalidad de Nicole. La recuerda introvertida, pero buena amiga. Juntos iban a discotheques gays y él –que guardaba las formas- dice que gracias a su amistad pudo asumir su homosexualidad. Nicole le contó al principio de esa semana que el 17 de junio tendría un “carrete” con sus amigos y lo invitó. Él le dijo que no podía ir, porque ya tenía dos inasistencias en la empresa donde hacía aseo. Ese viernes estuvieron en clases y a las 10:45 fueron al centro de Quillota, donde pasaron por una oficina de Fonasa, ya que ella estaba cotizando la cirugía de una extracción de un lunar. Después entraron a una tienda donde él se compró un par de zapatillas y cerca de las dos de la tarde cada uno se fue a su casa.
A las 21:27 le llegaron dos mensajes que le notificaron las llamadas perdidas de Nicole. Estaba cansado, sabía que su amiga podía ser insistente, así que decidió ignorarla. Fue la última vez que supo de ella.
Nicole era una joven muy querida.
Tras su muerte, María se prometió encontrar al culpable, pero nunca pensó que el proceso sería tan lento.
En un comienzo, el caso quedó en la Fiscalía de Limache a cargo de Juan Emilio Gatica, el mismo fiscal del caso la secta de Colliguay.
Lo que María recuerda de ese tiempo, era que la información solo se reducía a datos repetitivos, no había ninguna indagación que aportara algo nuevo, una posible hebra. Además, de un día para otro se dejó de autorizar la entrega de antecedentes. Tiempo después, la investigación quedó bajo reserva. En ese momento la familia se ilusionó; quizás tendrían algo concreto sobre el atacante de Nicole. Pero no. Durante ese periodo hubo diligencias que se retrasaron: comparaciones de ADN y declaraciones de testigos.
Allí llegaba María -con la madre de Nicole- hasta la oficina de la calle Molina. Las citaban y las dejaban esperando. A veces les decían que se había cancelado la reunión. Gatica anotaba nombres a la rápida, en trozos de papel. María recuerda que sentía el desinterés, la falta de prolijidad de quién debía investigar.
Para enmendar la situación enviaron cartas a la Fiscalía Regional, para pedir un cambio de fiscal. Les respondieron que sería difícil de concretar, pero siguieron golpeando puertas.
El caso pasó más de un año y medio estancado.
En el segundo aniversario del asesinato de Nicole, María Bahamondes fue a la Fiscalía Nacional y se encadenó junto a Olga y los amigos de su prima. El mayor temor a esas alturas era que el caso se cerrara.
Ese día lograron hablar con el Fiscal Nacional Jorge Abbott, le plantearon todo su malestar y el poco compromiso que sentían de parte de la institución. Él quedó en darles una respuesta, se demoró una semana: se les informó que se cambiaría el fiscal y que la causa se trasladaría de la Fiscalía de Limache a la de Quillota. Así sucedió el 4 de julio de 2018.
[caption id="attachment_317828" align="aligncenter" width="1192"] Nicole Saavedra[/caption]
En esos días conocieron a la fiscal Ymay Ortiz, quien fue muy clara y se comprometió a hacer todo lo que estuviese a su alcance y las diligencias que la familia había solicitado, pero en abril de este año les avisaron que Ortiz iba a ser trasladada a la Fiscalía Nacional y el nuevo persecutor sería Ulises Meneses. A esas alturas el cansancio ya se notaba: la mamá de Nicole se enfermó y María tuvo que retomar el psicólogo. Estaban abrumadas por el desgaste. El 22 de junio, a tres días del aniversario de su asesinato, la familia Bahamondes y las agrupaciones feministas y lesbofeministas, marcharon por las calles de Quillota; Olga llevaba una bandera que había hecho con sus propias manos y entre la euforia y la rabia se tomaron la Fiscalía. Para la prima de Nicole lo más irónico de todo eso, es que estos días les toca declarar como imputadas por lo que pasó.
-No me arrepiento porque eso fue finalmente lo que impulsó a que hoy Nicole tenga justicia-, explica con la voz cansada.
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Al final llegó la noticia que llevaban años esperando. Desde Fiscalía les informaron de la aparición de un sospechoso y un nombre: Víctor Pulgar. La información la tuvieron que manejar con mucha cautela durante casi dos meses.
La pista con la que ellas siempre habían insistido, dio frutos y resultó clave en la investigación. Había un movimiento en el celular de Nicole. El equipo -no el chip- había sido utilizado dos veces entre el 2016 y el 2019 por una joven de Quilpué, quien finalmente resultó ser la sobrina de Pulgar. El hombre tenía un prontuario: robo con sorpresa en Illapel. El hecho ocurrió el 22 de septiembre de 2007, cerca de las diez de la noche, en el puente Fiscal de Salamanca. Allí atacó a una mujer y a su hija para robar una cartera y un banano. Sus antecedentes hablan de Lesiones, Lesiones leves, y luego siguen las formalizaciones por agresiones sexuales. En una especie de escalada de violencia.
La sorpresa fue más grande cuando se enteraron que Pulgar estaba recluido en el centro penitenciario de Limache, por una condena de diez años por la violación de una adolescente de su familia. El caso había sido denunciado el 2015, pero hasta el 2018 no había sido formalizado. Entonces, la explicación era que estaba preso por un tercer ataque: cinco meses después del asesinato de Nicole, secuestró y agredió sexualmente a una adolescente. La llevó a un sitio eriazo e incluso luego la amenazó por mensajes de WhatsApp. Pese a todo, hizo la denuncia.
Fuentes cercanas a la investigación revelaron que en algún momento el primer fiscal -Juan Emilio Gatica- coincidió con los dos casos: el de la violación de la primera adolescente y el de Nicole.
Un patrón que se repite en cada uno de sus ataques de Pulgar, es que se lleva alguna pertenencia de las víctimas.
El último persecutor a cargo del caso, César Astudillo, obtuvo la autorización judicial para tomar muestras de ADN de Pulgar, las que coincidieron con el ADN hallado en el cuerpo de Nicole. Una hipótesis que tienen sus cercanos es que el agresor la conocía por la frecuencia con que "La Nico" usaba ese trayecto, por tanto ,Pulgar también era consciente de su orientación sexual.
En su lugar de trabajo, la línea de micros Guerra, sus compañeros cuentan que lo desvincularon en noviembre de 2016, después de la tercera agresión. Dicen que parecía “un buen tipo”, "que tenía pareja". Así, sin más sorpresa.
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Nicole conocía el machismo arraigado en ese territorio. El Melón, es un lugar que a veces podía ser asfixiante. Una comunidad agrícola, lugar de mineros y campesinos. Ella sentía las miradas, las burlas y el peligro. Cierta tensión, como un elástico a punto de cortarse. Una vez un grupo de hombres se atrevió a más. “¡Ven que te vamos a hacer mujer!”, le gritaron. Minutos más tarde, la joven le contó este episodio a su prima. Estaba aterrada. Otro episodio fue cuando se arrojó a una discusión con un punk apodado “El Coto”, quien la terminó agrediendo con golpes de puño hasta dejarle el rostro amoratado. Tuvo que faltar tres días a clases. Por todo eso su familia la sobreprotegía, pero nunca se les pasó por la cabeza su muerte.
El temor de Nicole tenía asidero: en El Melón -en abril de este año- también se conoció el caso una violación correctiva a una adolescente de 14 años. Y así también otros casos.
María dice que los sentimientos contradictorios duelen y punzan; se encontró un culpable, pero después de Nicole hubo otra víctima, algo que no se puede olvidar.
-Ya sabíamos de la noticia del asesino, estábamos esperando poder difundirlo, porque no podíamos entorpecer la investigación. Cuando me enteré de que había un punto de prensa y no habíamos sido invitadas para dar a conocer la noticia, sentí que tenía que contarlo, porque esta lucha ha sido de la familia y de las lesboministas que pusieron sus cuerpas en esta batalla -, dice María antes de terminar la entrevista.
El 9 de agosto, para el cumpleaños de Nicole, María publicó un mensaje en su Facebook. “Querida Nicole hoy es tu cumpleaños y serían 27 rosas, pero alguien se cruzó en tu camino para no dejarte cortarlas. Pequeña, siempre estarás presente en nuestros corazones (…) Nada volverá a ser lo mismo sin ti y te prometo que quienes te hicieron tanto daño pagarán”.
Han pasado más de dos meses de ese post y María sabe que le cumplió a su prima, pero hay un sabor amargo en ese triunfo: otra víctima. Algo que la justicia pudo haber evitado.