¿Qué son los corredores biológicos y por qué son clave para salvar la biodiversidad en el mundo?
Hay especies como los jaguares que necesitan de espacios muy amplios para sobrevivir. Por lo tanto, si bien estos felinos pueden vivir en algunas áreas naturales protegidas específicas, lo usual es que necesiten ir más allá de esos límites, que sigan rutas que los llevan a otros parques y que se conecten así con otras familias de jaguares. ¿Por qué es importante que se conecten con otras poblaciones de jaguares? Porque de esa forma pueden reproducirse entre familias distintas y no entre miembros de su manada, lo que asegura una descendencia más fuerte en términos genéticos y menos expuesta, por ejemplo, a enfermedades y, a largo plazo a la desaparición de una familia.
Estos largos caminos que unen áreas naturales protegidas son conocidos como corredores biológicos y su conservación es clave para asegurar la vida de una gran variedad de animales, sobre todo de los que están en peligro de extinción.
Este carpincho (Hydrochoerus hydrochaeris) se ha convertido en visitante habitual de la Reserva San Sebastián de la Selva. Suele pasearse por las tardes entre los huéspedes sin causar molestias. Foto: Rodolfo Chisleanschi.
Hay corredores biológicos que pueden estar dentro de un solo país como el Corredor Biológico Urugua-í – Foerster en Argentina, que une dos parques naturales en la provincia de Misiones: el Parque provincial Urugua-í y el Parque provincial Guardaparque Horacio Foerster. Gracias a la recuperación de este corredor, por ejemplo, con la ayuda de propietarios privados que trabajaron en la regeneración de todo un sector del bosque atlántico, la fauna y flora nativas —como ocelotes, yaguarundíes, corzuelas, cuaruzúes y pitangas— han vuelto a unas 25 000 hectáreas que antes estaban dedicadas a la agricultura y a la ganadería.
Pero los corredores también pueden ser entre dos países, es decir binacionales, como el Corredor de Conservación Vilcabamba-Amboró entre Perú y Bolivia. O extenderse por varios países como es el caso de Corredor Biológico Mesoamericano que se estableció en 1997 por los gobiernos de los países que conforman la región mesoamericana: Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá y México.
¿Existen más corredores biológicos en Latinoamérica?
Sí, y varios de ellos han sido establecidos de manera oficial. En Ecuador, el Corredor de Conectividad Sangay-Podocarpus se convirtió, en mayo de 2021, en el primero de ese país. Tiene una extensión de 567 097 hectáreas y vincula dos áreas protegidas: el Parque Nacional Sangay con el Parque Nacional Podocarpus, al sureste del país.
Este corredor biológico alberga bosques montanos y humedales, quebradas con cascadas y grandes ríos que permiten el paso de animales y plantas entre las dos parques nacionales.
También está el Corredor Biológico AmistOsa en Costa Rica que se creó en 2010 para conectar las montañas del Parque Internacional La Amistad (PILA) —pasando por territorios indígenas, así como el Parque Nacional Piedras Blancas, el Humedal Térraba-Sierpe y la Reserva Forestal Golfo Dulce— con el Parque Nacional Corcovado en la península de Osa.
En Bolivia hay varios corredores biológicos naturales que, pese a no contar con un reconocimiento legal, funcionan como tales a partir a que han sido considerados dentro de la gestión de algunas áreas protegidas. Uno de ellos, por ejemplo, es el que se ha establecido a partir de la creación de áreas protegidas locales que unen el bosque seco Chiquitano, con la Amazonía y las pampas del Beni.
Markus Mejía es uno de los investigadores de Conservación Osa que trabaja en el monitoreo del corredor biológico mediante cámaras trampa. Foto: Nina Cordero.
Este corredor de conservación empieza con el Parque Nacional Noel Kempff Mercado, continúa con la reserva creada recientemente en San Ignacio, sigue con el Parque Municipal Concepción y Copaibo para unirse a la reserva de vida silvestre Río Blanco y Negro.
También hay propuestas en marcha para proteger algunas especies en particular, como el Corredor del Jaguar, que se extiende desde México hasta Argentina, y que busca lograr en el camino la conservación de 30 paisajes prioritarios que recorre el gran felino de América.
La conexión entre áreas protegidas no es solo clave en tierra. Científicos que estudian los procesos de migración de las especies marinas esperan poder proteger un corredor que una la Reserva marina de Galápagos en Ecuador y el Parque Nacional Isla Coco en Costa Rica, al que llaman la MigraVia.
¿Qué beneficios ofrecen estos corredores biológicos?
Sus principales objetivos, como dijimos al inicio, son mantener la diversidad biológica, disminuir la fragmentación de los hábitats y mejorar la conectividad entre paisajes y ecosistemas.
La imagen aérea del corredor Urugua-í/Foerster permite observar las diferentes etapas de reforestación de las zonas que van dejando la actividad agrícola-ganadera. Foto: Roberto Simonetti / Conservación Argentina.
También mantener la continuidad de los procesos biológicos, es decir, permitir que los animales se dispersen y lleguen a lugares mucho más lejanos del sitio en el que nacieron. De esta forma, se evita las extinciones locales de muchas especies.
Los corredores biológicos, además, evitan la endogamia o consanguinidad, un problema ocasionado por el apareamiento de animales emparentados entre sí.
Por eso con la declaración oficial de corredores biológicos, como el Sangay-Podocarpus en el Ecuador, se puede beneficiar a especies emblemáticas de la región como los osos de anteojos, los venados de cola blanca, pumas, jaguares, cóndores y águilas andinas, que ahora pueden recorrer sin mayores perturbaciones amplios territorios que antes eran amenazados por la expansión agropecuaria y los asentamientos humanos.