Comercio Justo en Chile: cuando el mejor precio no es el más bajo
La crisis generada por el Covid – 19 ha instalado un debate sobre el desarrollo económico y la oportunidad para transformarlo en uno más sostenible, de cara a una reactivación económica post pandemia. La economía circular, la economía verde y el comercio justo son algunas de las alternativas que se están poniendo sobre la mesa.
El movimiento del comercio justo propone relaciones comerciales que mejoren las condiciones de productores y trabajadores marginados, y que cuiden los derechos humanos, laborales y el medio ambiente en las cadenas de producción. Y aunque en Chile se ha instalado hace más de 30 años, este desarrollo no ha visto un crecimiento tan significativo como el que ha tenido en otros países.
“Si el Estado y las políticas públicas no dan incentivos claros, como se dan en otros países, es difícil que las empresas avancen en esto a menos que haya directivos particularmente apasionados con el tema. Otro incentivo tiene que ver con la educación de los consumidores; que privilegien productos por sobre otros porque conocen que tienen una buena forma de producción”, reflexiona Gerardo Wijnant, responsable nacional de Impacto en Doble Impacto - Banca Ética.
Comercio justo para quienes producen
Las empresas certificadas en comercio justo buscan trabajar con poblaciones vulnerables o alejadas de las cadenas de comercialización. Establecen compromisos de compra a largo plazo con esas bases de productores agrícolas, artesanales, pescadores, etc. y buscan poner en valor la realidad de vida de estos productores y sus formas de producir. El fin es que los ciudadanos, como consumidores, estén dispuestos a preferir esos productos, porque tienen a disposición la trazabilidad completa del producto y quieren conservar el origen de esos productos.
Cosecha Justa es un proyecto de comercio justo que nació por el conocimiento de que las legumbres que venden en los supermercados vienen del extranjero, mientras en el país cae progresivamente la superficie cultivada en legumbres y otros granos. Así, trabajan con pequeños agricultores nacionales para producir y comercializar a buen precio estos productos.
“Antes ellos cosechaban sus cultivos y esperaban que alguien llegara a comprarles. A veces ese alguien les ofrecía comprar toda la cosecha, pero por un muy bajo precio. Y los agricultores vendían, porque no sabían si iba a llegar alguien más. Ahora nosotros tenemos un compromiso de largo plazo con ellos, que se renueva cada año, y fijamos los precios de forma bilateral”, relata Denisse Opazo, fundadora del proyecto.
Similar es el caso de la Fundación Chol Chol que trabaja con mujeres artesanas de la Araucanía. Los beneficios para ellas no son solo por ingresos o condiciones laborales sino por fortalecer la capacidad que tienen de darle valor agregado a sus productos, ayudarles a tramitar micro créditos para comprar lana y fortalecer sus capacidades de asociatividad y la difusión cultural comunitaria.
Incentivos y precios para el comercio justo
Una opinión frecuente entre quienes se desempeñan en el comercio justo, es que las políticas de estado han sido tímidas para ofrecer incentivos. “Un buen indicio es el caso de la Junaeb, donde en los procesos de licitación de compra de alimentos para escuelas, consideran variables ligadas al comercio justo, como que si te provees con productores locales, y más si tienes un compromiso a largo plazo con ellos. Son señales buenas que podrían implementarse de forma más decidida y extendida”, resalta Wijnant.
Otros incentivos posibles tienen que ver con el involucramiento de los consumidores finales. “Yo compro mi materia prima más caro que el resto, pero ese costo al final se traspasa al cliente que valora mi producto por sobre otros porque está certificado”, explica Denisse Opazo. Pero esto no tiene por qué ser así necesariamente. “En muchos países se generan beneficios especiales o rebaja de impuestos para productores que favorecen al bien común y por lo tanto los precios se aplanan”, recuerda Gerardo.
Empresas y consumidores conscientes
Una de las grandes carencias en el país según quienes trabajan en este tema, es la difusión del comercio justo. “Hay muchos productores pequeños que ya están trabajando de forma justa, pero no conocen la certificación. También hay varias empresas que tampoco conocen el concepto ni saben sobre el mercado internacional y crecientemente nacional que hay para esto”, destaca el consultor.
El otro gran desafío en este sentido es la promoción de consumidores conscientes. “Se puede formar ciudadanos que tomen decisiones de compra no solo basándose en el precio bajo, sino en que las cosas se están produciendo de forma ética y humana. Cuanto más consumidores haya que privilegien esos productos sobre otros, se van a ir transformando las formas de producción”, agrega.
Para alcanzar esto, se propone insertar contenido relacionado al comercio justo en la educación curricular. No solo en la universitaria, donde la Universidad Alberto Hurtado ya imparte un diplomado en la temática, sino en todos los niveles desde la infancia. El otro aspecto para desarrollar consumidores que puedan tomar decisiones, es la transparencia de la información sobre los productos y sus cadenas de producción.
Certificación en comercio justo
Certificarse en comercio justo implica esfuerzo, trámites e incluso transformar procesos. También exige ciertos costos como el pago del sello o certificación y la compra de materia prima a precios justos, lo cual después puede trasladarse al consumidor final o amortiguarse con rebajas de impuestos, por ejemplo.
En el mundo existen cuatro sellos, pero todos exigen estándares en los mismos 10 principios del comercio justo, que tienen relación con condiciones laborales, no discriminación, transparencia y rendición de cuentas y condiciones justas para con los productores. Si ya tienes una empresa funcionando, debes actualizar todos tus procesos en base a estos estándares.
“Yo comencé el proyecto basándome en los principios del comercio justo, entonces no tuve que cambiar nada, solo tuve que hacer los trámites. La certificación se paga pero tenerla es un extra, y te permite llegar a diferentes espacios”, comenta Denisse Opazo. “No se trata de cosas difíciles de cumplir para una empresa, sino que los obstáculos dependerán más de la falta de voluntad para avanzar en ciertos temas de la certificación. Pero son acciones que cualquier empresa puede empezar a desarrollar, insertada en un proceso de mejora continua”, reflexiona Wijnant.
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La presente nota se enmarca dentro de la campaña Vitrina Verde, de El Desconcierto, plataforma de visibilización y venta directa de productos on-line para personas interesadas en conocer empresas comprometidas con la implementación de procesos de producción amigables con el medioambiente, desarrollados bajo lineamientos de comercio justo, economía del bien común y economía circular.