Elección presidencial, desencantados y desigualdad
La civilización se tornó desigual desde el momento en que aparecieron en la sociedad las diferencias significativas de riqueza y de ingresos. La riqueza está constituida por lo que se posee, el patrimonio, las propiedades, inversiones financieras. Los ingresos están constituidos por lo que se gana, por la renta en un periodo de tiempo (sueldos, rentas de inversiones).
Tanto la riqueza como el ingreso son una relación social, es decir toman forma, se instituyen en una sociedad concreta y varían su forma según el contexto histórico, determinando las formas jurídicas y las relaciones de poder entre grupos sociales.
Ambas son una relación de intercambio, un fenómeno social, de modo que no hay riqueza ni ingresos fuera de una relación entre seres humanos. No hay ni puede haber riqueza ni ingresos en un ser humano solitario en una isla, sin relacionarse con nadie más.
Para Thomas Piketty, economista francés, Europa y Estados Unidos alcanzaron su posición de economías desarrolladas y dominantes a nivel mundial en base a varias condiciones, dentro de las cuales el papel central en su enriquecimiento fueron la esclavitud y el colonialismo. Esa herencia se manifiesta hasta hoy en la distribución actual de la riqueza entre países, como también al interior de cada país.
Los países coloniales acumularon riquezas y los países colonizados como el nuestro no tuvieron la misma oportunidad. A su vez, la esclavitud y el colonialismo son acciones de fuerza contra otros pueblos, que sólo fueron posibles sobre la base de la superioridad militar y la superioridad institucional, en especial sobre los pueblos de Asia, África y América.
En nuestro país, aunque los mecanismos y expresiones de la desigualdad han cambiado, hay constantes históricas, como una sucesión de elites que concentra parte significativa de las riquezas, y mayorías que permanecen en una situación económica y social de desventaja. Una mirada hacia atrás –desde la conquista del territorio por los españoles hasta el término de la dictadura militar en 1989– es necesaria para comprender la desigualdad actual.
En el siglo XVI se establece la encomienda como forma de propiedad que la Corona entregó a los colonos españoles; éstas eran extensos territorios a cargo de un español al que se asignaba un grupo de indios que debían trabajar para él a cambio de un pago.
Entre los años 1600 y 1750 esta forma de propiedad deriva en las estancias, que son también extensos territorios entregados por el Gobernador a españoles y criollos ilustres, durante el proceso de poblamiento del valle central, conformando las bases de la futura oligarquía agraria. En un comienzo no eran muy rentables por falta de mercado, pero esto cambia cuando sus productos comienzan a exportarse al Alto Perú, especialmente el trigo, lo que significó un proceso de acumulación de riqueza e ingresos. La producción de trigo se extendió al sur y al norte y las estancias pasaron a denominarse haciendas.
La sociedad rural se estructuró en torno a la hacienda. Los patrones, o dueños, ejercieron sin contrapeso el mando de la propiedad, lo que dio origen a relaciones de autoridad que perdurarían en la historia del país. La hacienda no solo configuró las relaciones sociales en el campo, también privó a los campesinos de las mejores tierras agrícolas, por lo que en Chile no se dio la oportunidad de que se constituyera una clase media rural de medianos y pequeños propietarios. (PNUD, 2017).
Desde allí hasta el presente, durante toda su historia, Chile ha sido un país con una enorme desigualdad de riqueza y de ingresos. La reflexión principal al respecto tiene que ver con el contrato social, con la forma de cooperación de los individuos en sociedad. Si esta forma de cooperación no es equitativa, si no hay reciprocidad, si no existe ventaja mutua, la sociedad pierde cohesión social (Pizarro R., 2005).
La búsqueda del crecimiento con equidad es apremiante en el contexto de las significativas y persistentes desigualdades sociales. En particular, Chile tiene una de las distribuciones del ingreso más desiguales entre las economías emergentes (OCDE, 2004).
Un informe reciente sitúa a Chile como el país miembro con mayor desigualdad de ingresos y de oportunidades. El 10% más rico de Chile tiene ingresos 27 veces mayores que el 10% más pobre, a diferencia del promedio de la OCDE donde la diferencia es de 9 veces. Esta desigualdad se explica por factores como el origen socioeconómico, género y lugar de residencia, y se refleja en un acceso desigual a la educación de calidad (OCDE, 2025).
El Informe Inequality Data Base 2023, señala sobre Chile que, respecto al ingreso, el 1% más rico tiene el 26.7 % del ingreso total, y el 50% más pobre tiene el 8.2 %. Respecto a la distribución de la riqueza, el 10 % más rico tiene el 69.4 % de la riqueza total y el 50 % más pobre tiene apenas el 2.6%.
Entonces, tiene sentido hablarles de desigualdad a los que no llegan a fin de mes en esta coyuntura electoral. La derecha ha hablado durante toda la campaña de seguridad y la centro izquierda debió hacerlo también. Pero a la vez, la centro izquierda debe hablar desde su identidad propia que es la del cambio social, con un mensaje de esperanza a los desplazados, marginados, desencantados, a los apolíticos, los que enrabiados votaron blanco o nulo.
Aquellos que formando parte del 50% más pobre de la sociedad votaron por Kast, Kaiser, Matthei o Parisi. Les hará sentido hablarles en forma directa, simple y clara de desigualdad, sencillamente porque la viven a diario, al igual que la delincuencia.
Explicar que junto a la tasa de crecimiento debe estar siempre la tasa de distribución del crecimiento, o tasa de solidaridad, o tasa de humanidad, o tasa de cooperación. Como quiera que se llame. Eso nos haría una sociedad diferente.
A fin de cuentas, la política se divide esencialmente entre los que perciben que la sociedad es desigual e injusta y que vale la pena tratar de modificarla y aquellos que al contrario, se esmeran por mantener el estado de cosas, pero sin proclamarlo, camuflados en el discurso sobre delincuencia y migración.