
Día internacional de las personas refugiadas: No son solo una cifra
De acuerdo a antecedentes reportados por ACNUR a finales de 2024, existían 42,7 millones de personas refugiadas en todo el mundo. Pero, ¿qué pasaría si hiciéramos el ejercicio de transformar esa cifra en nombres, rostros, características y relatos de vida? ¿Será que, de esta forma, la humanidad podrá tomar conciencia de la profundidad del problema y reflexionar sobre las graves violaciones a los derechos humanos que lo provocan?
Millones de personas han sido forzadas a huir de sus países por amenazas contra su seguridad, su integridad física y psíquica, tras haber sufrido persecución o violaciones a sus derechos humanos.
En este contexto, las personas refugiadas tienen derecho a recibir protección internacional, como lo establece la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, que reconoce como refugiada a toda persona que “debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de esos temores, no quiera acogerse a la protección de dicho país”.
Parece que tanto la ciudadanía mundial como líderes políticos, figuras relevantes e incluso las instituciones del Derecho Internacional Humanitario han optado por ignorar el problema. Han dejado de ver nombres y rostros detrás de la cifra, normalizando la migración forzada, los conflictos armados, la violencia, el genocidio, y con ello la sistemática violación de derechos humanos causada por otros seres humanos.
A esto se suma la actual crisis de financiamiento que enfrenta ACNUR, afectando directamente la asistencia vital que reciben las personas desplazadas: alimentación, albergue, protección. Sin esta red de apoyo, y garantía a la protección de sus derechos muchas personas refugiadas, especialmente mujeres y niñas, experimentan una vulneración única y quedan expuestas a otros tipos de violencia, como la violencia sexual.
Reconocer que las mujeres y niñas viven el desplazamiento desde una mayor precariedad es fundamental para comenzar cualquier discusión. La violencia de género, la discriminación, la persecución por orientación sexual o identidad de género, el matrimonio forzado o la mutilación genital han sido causas recurrentes de desplazamiento. Y aunque logren alcanzar un lugar de asilo, muchas continúan enfrentando violencia y exclusión por su condición de mujeres refugiadas.
¿Hasta dónde llega esa violencia? No lo sabemos con certeza, pero sí podemos intentar rastrear su origen. Antes de ser refugiadas, esas mujeres nacieron, crecieron, intentaron desarrollarse en entornos bélicos y hostiles que dejaron profundas marcas y pérdidas. Sus historias de vida siguen siendo ignoradas, experiencias de vida marcadas por la violencia sistemática, de la que nadie se hace cargo.
En este contexto, es imposible no mencionar el genocidio en Palestina y la reciente prohibición impuesta por el gobierno de Israel a las actividades de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA), lo que ha dejado sin acceso a servicios esenciales, educación, salud, infraestructura, a cientos de miles de personas palestinas refugiadas.
La destrucción masiva en la Franja de Gaza, la muerte de decenas de miles de personas y el desplazamiento forzado de aproximadamente 1,9 millones de personas, más del 90% de la población de Gaza reflejan la dimensión de esta tragedia humanitaria. Una de las principales preocupaciones es el nulo acceso que tienen mujeres y niñas a derechos básicos, como la salud sexual y reproductiva, lo que agrava aún más su vulnerabilidad y la destrucción de sistemas comunitarios en que niñas y mujeres se resguardan ante el abandono e ignorancia intencional de “millones” de personas alrededor del mundo.
Tal como lo hacía Yaqeen Hammad, de 11 años recientemente asesinada quien se hizo conocida por dar consejos de supervivencia para la vida diaria durante los bombardeos, o recomendaciones sobre cómo cocinar con métodos improvisados a falta de gas. ¿Es natural que una niña de 11 años enseñe a otras niñas y niños de su edad que hacer frente a bombardeos? ¿Es ese el rol que deberían asumir? Estas realidades contradicen completamente los principios de la Convención sobre los Derechos del Niño y la Niña.
Esperamos que la comunidad internacional termine con su inacción, y asuma su responsabilidad ante la continua vulneración de derechos humanos que sufren las personas refugiadas. Es urgente tomar medidas para erradicar o al menos disminuir las causas del desplazamiento forzado, abordando el problema que da origen a la condición de persona refugiada, devolviendo la dignidad, seguridad, los derechos de cada persona que ha sido forzada a desplazarse. Porque no se trata solo de cifras. Se trata de cada vida truncada, de cada historia silenciada, de cada Yaqeen Hammad asesinada.
¿Escucharon gritar a mi hermana ayer, mientras paría en un checkpoint
con soldados israelíes buscando entre sus piernas la próxima amenaza demográfica?
llamó a su hija nacida, Jenin. ¿Y escucharon gritar a alguien «¡estamos retornando a Palestina!»*
*Extracto de poema las tonalidades de la ira, por Rafeef Ziadah, mujer palestina, artista de la palabra hablada y activista canadiense-palestina.