
Cinco años después de la pandemia: La educación en la era de la inteligencia artificial
Debido al impacto educativo que generó la crisis sanitaria descubrimos nuestra capacidad para adaptarnos al dinamismo propio de esta era digital, pero también hemos podido estudiar y analizar los efectos que trae consigo el significativo aumento de horas dedicadas a la visualización de pantallas.
Dicho contexto aceleró la adopción de tecnologías digitales en la educación. Sin embargo, estudios recientes indican que, aunque se avanzó en la incorporación de estas herramientas, persisten barreras significativas para su integración adecuada. Entre ellas destacan la formación insuficiente del profesorado en competencias digitales, además de la prevalencia de enfoques pedagógicos tradicionales.
Se ha regresado, en muchos lugares, a enseñar como se hacía en el siglo XX y no podemos olvidar que estamos formando a quienes tendrán que educar a los que vivirán en el siglo XXII.
La irrupción de la IA ofrece posibilidades como la personalización del aprendizaje y la automatización de tareas administrativas. No obstante, su implementación plantea interrogantes sobre cómo garantizar que estas tecnologías respeten la autonomía de estudiantes y educadores.
Es esencial que la inteligencia artificial se utilice como una herramienta complementaria, que potencie la capacidad crítica y creativa, evitando una dependencia que pueda limitar el pensamiento autónomo.
La pandemia evidenció y, en algunos casos, profundizó, las desigualdades existentes en el acceso a recursos educativos. La brecha digital sigue siendo un desafío, especialmente en regiones con infraestructura limitada. Para que la IA contribuya verdaderamente a una educación inclusiva, es necesario abordar estas disparidades, asegurando que el estudiantado tenga acceso equitativo a las herramientas tecnológicas.
En Chile, estos desafíos son particularmente relevantes. Nuestra diversidad cultural, la amplitud territorial y la necesidad de garantizar equidad en el acceso a la educación hacen que la discusión sobre la IA en los procesos formativos sea urgente. El país ha demostrado liderazgo en América Latina con la implementación de políticas públicas que regulan la digitalización educativa y promueven el acceso a la conectividad.
Sin embargo, para consolidar un modelo de integración de la IA que responda a nuestras realidades, es crucial que estos avances se construyan con la participación de la comunidad académica, científica y de la sociedad civil. No basta con adoptar soluciones tecnológicas importadas, es necesario desarrollar herramientas que reflejen nuestra identidad y necesidades específicas.
En este sentido, iniciativas como LatamGPT se presentan como una oportunidad clave para diseñar modelos de IA más alineados con los contextos latinoamericanos (y, espero, que también caribeños).
Frente a sistemas desarrollados en otras latitudes, como OpenAI en Estados Unidos o DeepSeek en China, urge construir alternativas que comprendan mejor los desafíos educativos de nuestra región, respeten la diversidad lingüística y cultural y fomenten la equidad en el acceso a la tecnología, junto con el resguardo de los derechos digitales. La IA puede ser una gran aliada, pero solo si su desarrollo e implementación se hacen con un enfoque inclusivo, ético y con pertinencia territorial.
Cinco años después de la pandemia, nos encontramos en una encrucijada donde la educación y la inteligencia artificial convergen de manera inevitable. Es responsabilidad de las instituciones educativas, gobiernos, entidades académicas y la sociedad en general, garantizar que esta integración se realice de manera ética y equitativa.
Ahí entra el concepto de hospitalidad digital, el cual nos invita a favorecer espacios respetuosos de la diversidad con la que convivimos a diario. Solo así podremos preservar la autonomía en un mundo cada vez más automatizado.