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El triunfo de la economía sobre la política
Agencia Uno

El triunfo de la economía sobre la política

Por: Roberto Pizarro Hofer | 13.01.2025
Segunda columna de una entrega doble sobre la crítica de Ignacio Walker al libro "El Proyecto Chileno, la historia de los Chicago Boys y el futuro del neoliberalismo", de Sebastián Edwards.

Tiene razón Ignacio Walker que en la derrota de la dictadura se impuso la política, pero posteriormente triunfó la economía y se hizo dominante en la continuidad neoliberal.

A la aceptación intelectual y política del modelo neoliberal se le unió la fuerza avasalladora de los grupos económicos, nacionales e internacionales, los que domesticaron a los ayer opositores al neoliberalismo, quienes por poder y/o dinero se convirtieron en sus incondicionales.

Una abrumadura mayoría de políticos y economistas aceptaron las políticas del Consenso Washington y luego fueron complacientes con el poder empresarial: en la apertura económica indiscriminada, el extractivismo, las AFP, las Isapres y en los negocios en colegios y universidades privadas.

Por otra parte, ministros y otras autoridades, que habían ocupado posiciones de poder durante los gobiernos de la Concertación, fueron contratados como ejecutivos o miembros de los directorios de grandes empresas nacionales o extranjeras. Otros, se convirtieron en lobistas para facilitar los negocios de las grandes empresas, siendo al mismo tiempo asesores de los gobiernos de la Concertación. A ello se agregó la corruptela del financiamiento irregular de la política,

No se si esto último lo destaca Edwards en su libro, pero yo lo estimo muy importante a la hora de analizar la consolidación del neoliberalismo durante la transición.

Esas dos décadas virtuosas, pujantes, llenas de intención y voluntad de ser, los mejores 20 años del último siglo en Chile”, que llenan de entusiasmo a Walker, son las que ampliaron las desigualdades, entregaron el 50% de la riqueza nacional al 1% del empresariado, acentuaron el extractivismo productivo-exportador, empobrecieron a los ancianos con las AFP, expoliaron a los clientes de las Isapres y enriquecieron a los bancos gracias al CAE estudiantil.

El argumento del “crecimiento con reducción de la pobreza”, que se destaca ad nauseam por los complacientes de la Concertación resulta insuficiente para defender esos 20 años y, sobre todo, no sirven para sostener la existencia del neoliberalismo en Chile.

No nos alcanza el espacio para revisar las “medidas regulatorias” que según Walker diferencian la gestión económica de esos “mejores 20 años” del neoliberalismo. Baste con decir que él, como exministro de Relaciones Exteriores del presidente Lagos, sabe mejor que nadie la inexistencia de medidas regulatorias en el comercio exterior, inversiones extranjeras y en los flujos financieros, tanto con la apertura unilateral a la economía mundial, como mediante los TLC. Allí la ortodoxia ha sido completa y ha destruido la industria, cerrado las puertas de las pymes, exacerbado el extractivismo y desnacionalizado la economía.

Por ello, no resulta acertada su mención a Aníbal Pinto, en su libro, Chile, un caso de desarrollo frustrado. Porque precisamente allí se señala que el exitoso crecimiento de Chile del periodo 1830-1930, tuvo "una pata coja": le faltó una política industrial y se frustró el desarrollo.

Y, ahora, se repite la misma historia, por la inexistencia de una estrategia de desarrollo más allá del libre mercado, ninguna política que promueva la industria, la nula preocupación por la inversión en ciencia y tecnología y cero inteligencia en la regulación del sector externo.

Los 30 años y la desigualdad

Walker cuestiona el argumento de Sebastián Edward que el estallido social de 2019 fue una respuesta a las desigualdades. Dice: “el autor definitivamente se compra el argumento de la desigualdad para explicar el estallido social de octubre de 2019”.

El autor del libro sobre los Chicago Boys está en lo correcto al señalar que el estallido social no fue por los 30 pesos del Metro, sino por los 30 años de descontento social, consecuencia de las manifiestas desigualdades en la educación, salud, previsión, entre territorios,entre el capital y el trabajo. No tengo espacio para avanzar en este tema y sólo entrego ideas preliminares.

El estallido social, como sabemos, nace con los jóvenes abrumados con una educación mala y cara, y un CAE insoportable. Pero, la masividad de las movilizaciones reveló el descontento de variados sectores sociales y movimiento identitarios, cuestionadores del neoliberalismo. Es lo que dio origen a la demanda por una nueva constitución y a la elección del presidente Boric el 2021. Los políticos tradicionales perdieron legitimidad y ello explica el liderazgo de los jóvenes. Es una realidad incontrovertible.

Ahora bien, el fracaso de la primera propuesta constitucional requiere una explicación más profunda que la esbozada por Walker. El rechazo fue multicausal. La abrumadora mayoría de la izquierda antisistema en la Convención, sin experiencia política y cansada de injusticias, excluyo a la minoría de derecha, cuyo peso en el país, junto a sus medios de comunicación, es ineludible.

La propuesta daba respuesta a las demandas del estallido, ampliando los derechos sociales y la intervención del Estado en la economía. Se terminaba con el Estado subsidiario. Pero, por otra parte, la desconfianza en la potente emergencia de las identidades, así como la política espectáculo de la Convención, que parecía homologar a la política tradicional, produjeron el rechazo en la ciudadanía.

Pero hay que recordar que también fue rechazada la segunda propuesta Constitucional. En en este caso, nuevamente está en el centro el tema de las desigualdades. Una mayoría de extrema derecha, apoyada por la derecha tradicional, excluye a la minoría de izquierda, y propone una Constitución que representa un rechazo a todo tipo de derechos sociales, laborales, medioambientales e incluso civiles. Se intentaba un retorno a la Constitución original de la dictadura, las desigualdades no eran atendidas, y es lo que explica el rechazo ciudadano.

En ambos procesos se abusó de las mayorías, olvidando la diversidad de la sociedad chilena. Pero, más allá de los errores de ambas experiencias, el argumento de la desigualdad estuvo siempre en el centro de la política. Es lo que explica el estallido social, la elección de Boric y las dos convenciones constitucionales.

Finalmente, es posible que -por ahora-, con el gobierno de Gabriel Boric, no se produzca la defunción del neoliberalismo, porque la fiera oposición en el Congreso ha impedido la implementación de su programa. Además, hay que reconocer la dificultad para desmontar las ideas neoliberales, las que no sólo convencieron a los políticos y economistas de la centroizquierda, sino que forman parte de la hegemonía cultural instalada en el país.