Alcalditis: La nueva enfermedad que afecta a los ediles
Agencia Uno

Alcalditis: La nueva enfermedad que afecta a los ediles

Por: José Ramírez Gaete | 25.12.2024
A un par de semanas del cambio de mando en los Municipios de Chile hemos presenciado preocupantes síntomas de una patología que podríamos denominar como "alcalditis", caracterizada por ciertos síntomas, entre los cuales destacan: delirios de grandeza, improvisación y revanchismo.

Los delirios de grandeza se propagan por todo el país, irradiando desde la capital santiaguina con Mario Desbordes como protagonista principal, quien apenas asumido retiró las banderas de los pueblos originarios del edificio consistorial, conducta tristemente copiada por sus compañeros de alianza Juan Pablo Spoerer en San Pedro de la Paz y Héctor Muñoz en Concepción.

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Derribar estos símbolos, particularmente en un territorio como el del Biobío, expresan una clara afrenta a las demandas por mayor reconocimiento político y cultural de los pueblos originarios, que hasta hace poco alcanzaban consenso transversal.

Basta recordar el gran acuerdo que alcanzó la Comisión de Expertos del segundo proceso constitucional, materializado en su Anteproyecto, el cual en este punto consagró el respeto y promoción de los derechos individuales y colectivos de los pueblos indígenas, reconocidos en la Constitución, las leyes y los tratados internacionales ratificados por Chile y vigentes.

Dentro de ellos, sin duda está el derecho a respetar sus culturas y el derecho a la consulta previa en torno a las decisiones que les afecten, como justamente es el caso que nos ocupa. Asimismo, dicho Anteproyecto también reconoció "la interculturalidad como un valor de la diversidad étnica y cultural del país". El mencionado texto, elaborado por expertos constitucionales desde el Partido Republicano al Comunista, parece hoy un simple papel, olvidado por efecto de la alcalditis. Qué poca memoria tenemos, ¿no?

La alcalditis también se presenta como un cuadro que exhibe una improvisación preocupante. Así fue el caso de Spoerer en San Pedro de la Paz, quien casi deja a la comunidad cervecera sin la tradicional fiesta en el Parque Laguna Grande de la comuna, lo que habría impactado fuertemente en la economía de los productores locales.

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Finalmente, asediado por los emprendedores y la opinión pública, el nuevo alcalde cedió. Pero la alcalditis es contagiosa y recientemente hemos visto cómo el alcalde Muñoz en Concepción presentó una nueva imagen institucional para la ciudad. Increíble trabajo realizado en menos de 15 días, y sin consultar al Concejo Municipal ni a las fuerzas vivas de la comuna para, de un sopetón, borrar la imagen que había caracterizado al Municipio durante años.

Por último, la alcalditis también trae consigo un ansioso revanchismo. Quizás quien más ha sufrido de este síntoma es el alcalde Sichel, en Ñuñoa, quien no demoró ni tres días en acusar un supuesto déficit que aún no logra justificar, para luego anunciar grandilocuentemente que terminaría con el "ñuñoísmo", y protagonizar masivas desvinculaciones de funcionarios del Municipio.

Para qué hablar del lamentable espectáculo del alcalde interino Boris Negrete, en Concepción, quien ocupó sus dos semanas en el cargo para pasar cuentas a antiguos aliados y hoy adversarios políticos.

En fin, ¿qué queda de la instalación de las nuevas autoridades? Pocas luces y muchas sombras. Pareciera ser que la borrachera electoral no ha mermado y algunos de estos alcaldes olvidan que fueron electos por estrechos márgenes (1,28% de los votos en el caso de Spoerer, en San Pedro de la Paz; 1,51% en el caso de Muñoz, en Concepción).

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En vez de hablar de los grandes desafíos que presentan las comunas, los ejemplos aquí expuestos dan muestras de una preocupante confusión que afecta a muchos ediles, quienes parecen no comprender que estos gustitos no mejoran la calidad de vida de las personas, para lo cual -precisamente- fueron electos.