El año de Milei: Ajustes feroces sin resistencia opositora, alta aprobación y baja inflación
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El año de Milei: Ajustes feroces sin resistencia opositora, alta aprobación y baja inflación

Por: Iván Gajardo | 10.12.2024
Con 56% de aprobación a su gestión según una última encuesta local, el Presidente argentino ha logrado desorientar hasta niveles críticos a las fuerzas opositoras que, tras 12 meses, aún se limitan a bailar al ritmo que impone desde la Casa Rosada.

Desde Buenos Aires.- El primer año de gobierno del presidente argentino Javier Milei encuentra al ultraderechista en un buen momento político determinado por el control de las principales variables económicas - o al menos las que más ponderan en la sensibilidad local, como el dólar y la inflación-, además de un amplio dominio de la agenda mediática, una serie de triunfos legislativos, y el paradójico sostenimiento de una imagen positiva que resiste con dientes y uñas a pesar del brutal ajuste implementado, y no precisamente a la “casta”, como fue su promesa electoral.

Adicionalmente, la última encuesta de Poliarquía Consultores asegura que 56% de las personas sondeadas tiene una valoración positiva de su administración

Aún así, asoma ruido interno al interior del oficialismo, mientras una serie de escándalos políticos complican la sostenibilidad del aún endeble esquema de poder construido a pulso y  casi artesanalmente, durante los primeros 365 días en la Casa Rosada, y que permitió a La Libertad Avanza (LAA) la fuerza gobernante, superar su exigua representación en ambas cámaras legislativas.

Un período sin parangón

Argentina atraviesa una situación política inédita, que amenaza con tirar a la borda décadas de conquistas sociales y derechos de todo orden que parecían hasta hace poco inamovibles. El país parece dispuesto a borrar de un plumazo y sin anestesia la tradición de resistencia que los enorgullecía.

El analista y consultor político ecuatoriano Jaime Durán Barba, artífice del triunfo de Mauricio Macri en las elecciones de noviembre de 2015, admitió esta semana en el canal de streaming Cenital que no imaginó que el gobierno de Milei pudiera durar más de tres o cuatro meses, debido a la ferocidad del ajuste que estaba implementando y la dinámica controversial con que tomaba decisiones.

Durán Barba considera que una de las armas más potentes del libertario es su capacidad de determinar cómo, cuándo y de qué se discute en Argentina desde hace un año... o quizás un poco más.

El formato disruptivo y violento de la mayoría de los anuncios, sumado al talento (y el de su equipo de comunicación) para imponer no sólo el tema, sino el encuadre desde el que se viene abordando la realidad, le ha permitido desorientar hasta niveles críticos a las fuerzas opositoras que tras 12 meses aún se limitan a bailar al ritmo que impone el oficialismo.

Esta realidad que encabeza el mandatario, surge como respuesta a un creciente reclamo subterráneo de la ciudadanía que venía clamando por orden y previsibilidad, y aprovecha el vacío dejado por las otras fuerzas políticas argentinas, que durante décadas giraron en torno a la oposición peronismo-antiperonismo con los variados ropajes que tomó cada uno de los integrantes de estos camaleónicos subconjuntos.

Todo esto,  en el marco del denominado “empate hegemónico” con la que la sociología caracteriza el persistente movimiento pendular entre estrategias opuestas, a veces más mercado-internistas, otras más liberales, a veces heterodoxas y otras ortodoxas, un vaivén que desintegra la posibilidad de sostener consensos a largo plazo, debido a que los bloques se impugnan y neutralizan entre sí.  

Hoy, esas dos identidades políticas (“nacionales y populares” versus “gorilas”) parece diluirse para dar paso a otra cuyas características y correlación de fuerzas aún desconocemos, y que está siendo parida en el marco de este nuevo intento neoliberal de disciplinamiento de las masas y ruptura del empate.

Menemismo 2.0

Tal como ocurrió con Carlos Menem, Milei incumplió una parte sustantiva del contrato que lo puso en la Casa Rosada, pero el ciudadano percibe que ambos arrimaron soluciones. El riojano escondió detrás de la puerta su promesa noventosa de “Revolución productiva” y “Salariazo”.

El libertario dejó a la “casta” indemne mientras aplicaba la motosierra a jubilados, a la educación y los trabajadores estatales, al tiempo que le bajaba impuestos a los ricos. Sin embargo, ambos le dieron un frenazo a la inflación, y eso en Argentina equivale a haber encontrado el Santo Grial.

No hay que soslayar, en todo caso,  que a ninguno de los dos les quitó el sueño el costo social aparejado, expresado en el desplome del consumo en los sectores populares, la destrucción del empleo registrado, la pérdida de competitividad por la desinversión en infraestructura y fundamentalmente aquello que podría representar el talón de Aquiles del programa: el atraso cambiario que, a partir de la experiencia acumulada por décadas, incuba el permanente temor de que todo vuele por los aires en cualquier momento.

Nada de ese costo popular mermó tampoco en su momento el apoyo popular de Menem que gobernó dos períodos e incluso heredó los trazos gruesos de su plan económico al siguiente mandatario, Fernando de la Rúa (1999- 2001).

Las encuestas registran que –por ahora- ese efecto en el bolsillo tampoco parece perjudicar la imagen del anarcocapitalista.

Admirador confeso de Menem, es posible que Milei quiera replicar a grandes rasgos el pacto social del riojano de los 90', cuando el grueso de los argentinos resignaron empleo e igualdad a cambio de estabilidad económica, vacaciones en Brasil y crédito barato.

Como señala el periodista José Natanson en El dipló, si bien es pronto, algunos indicios sugieren que este nuevo pacto social está comenzando a escribirse.

Un rápida mirada a los sondeos de opinión sugiere que esa apuesta podría funcionar. Algo de eso quizás explique el apoyo que Milei mantiene entre sus votantes. Se trata de un colectivo que aunque es heterogéneo, fue por fin relatado por un personaje que condensó aspiraciones y broncas.

A través de esa figura disruptiva, un colectivo que no había sido registrado pudo expresar sin reparos su resentimiento por los “privilegios” de los trabajadores (aguinaldo, vacaciones, obra social, etc), que se autopercibe emprendedor, que prefiere –por ahora- una aplicación en el celular a un jefe rompepelotas, que no quiere pagar impuestos, pero sí comprar más baratos los Iphone, y observa con enorme desconfianza la conquistas de derechos que en los últimos años fueron logrando otros colectivos, como los feminismos, las políticas de género, etc.

Equipo que gana no se cambia

Durante la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), realizada en Buenos Aires la semana pasada, de la que participaron referentes de la derecha mundial, Milei dejó claro su absoluta conformidad con el rumbo de su gobierno.

No piensa modificar un ápice de su estilo, su oratoria agresiva, sus ataques ni la dirección general de su administración. ¿Por qué habría de hacerlo si, lejos de mostrar signos de agotamiento en la opinión popular, la fórmula le trae popularidad?

Tampoco parecen hacerle mella las rencillas palaciegas, sus recientes cortocircuitos con la vicepresidenta Victoria Villarruel, con quien mantuvo varios cruces en redes y medios durante los últimos meses, la creciente represión a los jubilados y trabajadores, los ataques a los periodistas ni los rumores de acuerdos con el CFK.

¿Todo lo sólido se desvanece en el aire?

Sin embargo, no todo es color de rosa. Todo lo sólido se desvanece en el aire (o amenaza hacerlo en breve).

El reciente arresto en Paraguay del senador nacional otrora peronista Edgardo Kueider, con más de 200 mil dólares cuyo origen hasta ahora no pudo explicar, no solo complicará la estrategia legislativa del mandatario ultraderechista, sino –y sobre todo- aumenta a las sospechas de que algunos recientes aliados a "las fuerzas del cielo", podrían no haberse acercado al libertario por pura convicción, sino por intereses pecuniarios.

La justicia tiene la última palabra, pero las comidillas de pasillos están a la orden del día.

Ocurre que el senador en cuestión, viejo aliado kirchnerista que cambió oportunamente de ropajes y ahora se autopercibe libertario, es la figura clave de varios de los triunfos legislativos logrados por Milei en el último tiempo, entre ellos la Ley Bases, además de los vetos más resonantes, como la Ley Jubilatoria, en septiembre pasado, y la de Financiamiento universitario, en octubre.

Esa frágil mayoría mileísta está en riesgo si, como parece, el senador pierde su banca, lo que pone a Milei en una encerrona: No pueden salir a defender a Kueder, pero tampoco pueden acompañar una expulsión en el Senado, porque asumiría en su lugar la kirchnerista Stefanía Cora. Las apuestas arden sobre qué ocurrirá.

En cualquier caso, el escándalo pega en la línea de flotación del gobierno pocos días después de que Milei desestimara el avance en el Congreso del proyecto “Ficha Limpia” (en la práctica un dispositivo impulsado por Macri para evitar la candidatura de CFK), otra decisión que, según los sondeos, fue leída por la ciudadanía como una movida con tufillo a "casta", un intercambio de favores con el peronismo.

Santiago Caputo, el alfil comunicacional de Milei en las sombras, no ha logrado hasta el momento articular una respuesta consistente del gobierno al escándalo y busca desesperadamente sacarlo de la agenda política y mediática.

En definitiva, parafraseando a Hollywood, solo el tiempo dirá si el título que mejor representa estos primeros 365 días de gobierno libertario será “La solución final”, o “El año que vivimos en peligro”.