El derecho de las infancias a ser agentes de cambio: Educación, política y derechos humanos
En nuestra sociedad se tiende a ver como peligroso hablarles a las y los niños sobre política, derechos humanos o problemas sociales. Algunos temen que exponer a los más jóvenes a estos temas “complicados” les robe su inocencia, o los sobrecargue emocionalmente.
Esta perspectiva, basada en un enfoque adultocentrista, no solo limita las capacidades de los niños, sino que les niega el derecho fundamental de entender y participar en el mundo en el que viven. Los niños y jóvenes no son meros observadores pasivos de la vida social; son actores con la capacidad y el derecho de involucrarse en una comprensión crítica de los problemas que afectan a sus comunidades y al mundo en general.
El tabú de hablar a las y los niños sobre estos temas se basa en la idea de que son “demasiado complejos” o “inapropiados”. Sin embargo, ellos tienen una gran capacidad para absorber información y formar opiniones. Al negarles estas conversaciones, limitamos su comprensión del mundo y les quitamos la oportunidad de ser agentes de cambio desde temprana edad. Además, ya están expuestos a muchos de los problemas sociales que evitamos discutir con ellos.
Ven la pobreza en sus barrios, escuchan sobre el cambio climático en los medios y, a menudo, viven las consecuencias de las desigualdades o la discriminación. Si no abordamos esta ilusión, su desconexión con la realidad solo se profundiza.
El sistema escolar, como uno de los principales espacios de formación, tiene una responsabilidad ineludible. Las escuelas no deben ser espacios asépticos que perpetúan el silencio, sino lugares donde se fomente el diálogo abierto y crítico.
Estos temas deben estar en el currículum como elementos centrales de la formación ciudadana, no como algo opcional. El sistema educativo debe preparar a las infancias para que puedan interpretar la realidad social en la que viven y, desde sus capacidades, ser actores en la búsqueda de soluciones.
No se trata de imponer una agenda, sino de ofrecerles un espacio para explorar, hacer preguntas y aportar ideas. Cuando se involucran activamente, las y los niños no solo entienden los problemas sociales, sino que también pueden imaginar soluciones más justas e innovadoras. Hablar sobre problemas sociales, derechos humanos y política les proporciona las herramientas para comprender el mundo con profundidad y sensibilidad.
Para abordar estos temas en las escuelas, es esencial integrarlos de manera transversal en varias asignaturas. Por ejemplo, los derechos humanos pueden tratarse en historia, vinculándolos a movimientos sociales o a las violaciones perpretadas en el pasado; la educación cívica puede incluir debates donde los estudiantes practiquen expresar sus ideas; y problemas como el cambio climático pueden discutirse en ciencias.
El pensamiento creativo y crítico es clave para el desarrollo intelectual y la capacidad de análisis. Actividades como el arte, la música o la literatura enseñan a los niños a ver el mundo desde diferentes perspectivas y a cuestionar la realidad. Esto les empodera para ser ciudadanos activos y críticos, capaces de influir en la construcción de una sociedad más justa y democrática.
Además, es importante fomentar actividades participativas, como proyectos comunitarios o experiencias de toma de decisiones democráticas, que les permitan practicar el liderazgo y resolver problemas colaborativamente. Estas experiencias les enseñan a trabajar en equipo y a valorar la importancia de la participación ciudadana.
El sistema educativo, las familias y las comunidades deben estar unidas en este proceso. La educación no solo debe formar estudiantes académicamente capaces, sino también ciudadanos responsables, sensibles a las desigualdades, conscientes de sus derechos y deberes, y capaces de pensar críticamente sobre su rol en el mundo.
Hablar a los niños sobre política, derechos humanos y problemas sociales es clave para formar ciudadanos críticos e informados. Romper los tabúes desde una edad temprana les permitirá interpretar el mundo y convertirse en agentes de cambio.
Es responsabilidad del sistema educativo y de la sociedad en su conjunto fomentar una educación que promueva el pensamiento crítico, la sensibilidad social y la participación activa para construir un futuro más justo para todas y todos.