Crisis y abuso sexual: El peligro de la revictimización y la instrumentalización del dolor ajeno
Agencia Uno

Crisis y abuso sexual: El peligro de la revictimización y la instrumentalización del dolor ajeno

Por: Catalina Baeza | 27.10.2024
Es necesario que la sociedad, políticos y medios incluidos, aprendan que una crisis de esta magnitud primero la vive la mujer afectada y es sobre ella y por ella que deben ir todas nuestras miradas, cuidados y respeto.

La crisis es definida como un estado temporal de trastorno y desorganización, caracterizado principalmente por la incapacidad de los individuos para abordar situaciones particulares utilizando métodos acostumbrados para la solución de problemas.

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La crisis es un quiebre, una ruptura, un momento crítico que nos obliga a encontrar nuevas herramientas ya que las conocidas no nos sirven más. Durante una crisis es inevitable que se cometan errores. La tensión, la incertidumbre y la presión de tomar decisiones rápidas hacen que incluso los más preparados puedan fallar.

Sin embargo, como señala el principio de perfectibilidad, los errores en vez de ser vistos como fracasos absolutos, los podemos tomar como oportunidades de mejorar y aprender

La crisis que vivimos hoy se refiere a algo que históricamente se ha querido ocultar: el abuso sexual. Según los datos de la Fiscalía, entre enero y junio de 2024 han sido ingresadas 23.266 denuncias por delitos sexuales, de las cuales 15.061 corresponden a menores de edad.

Insistir en sólo mirar la crisis, sin mirar lo profundo y grave que son los abusos sexuales, no sirve de nada. Si no nos atrevemos a enfrentar y desmantelar el problema en su raíz, solo quedaremos atrapados en la crisis, sin avanzar hacia un cambio real y necesario. Para esto es fundamental que las instituciones involucradas actúen con responsabilidad, empatía hacia las víctimas y perspectiva de género.

El abuso sexual es un problema profundamente enraizado que no puede ser tratado de manera superficial, y menos aún explotado para beneficios personales o mediáticos. Lamentablemente nos encontramos, en este momento de crisis, con sectores de nuestra sociedad que, en vez de colaborar para enfrentar el problema de fondo, dedican su tiempo a intentar obtener un beneficio propio.

Al hacerlo, no solo obstaculizan la búsqueda de soluciones, sino que profundizan el daño al país, afectando a quienes más necesitan respuestas claras y efectivas en tiempos difíciles.

Una vez que el hecho es consumado, las acciones deben ser coordinadas, prudentes y guiadas por el respeto hacia quienes atraviesan estos difíciles momentos, evitando en todo momento caer en la instrumentalización del dolor ajeno.

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Lo primero y lo más importante es entender que, en casos de abuso sexual perpetuados contra una mujer adulta, solamente ella puede denunciar y sólo ella puede decidir quien la representará y la función del Ministerio de la Mujer y Equidad de Género es estar a disposición de las víctimas y, si esta lo solicita, debe prestarle ayuda y orientación.

Cuando la víctima no solicita ser representada por el ministerio, le corresponde a este asesorar y coordinar ayuda, atención y cumplimiento de los protocolos a quienes la víctima haya escogido para representarla.

El motivo principal es evitar la victimización secundaria minimizando el número de instituciones y personas involucradas, para evitar que la mujer deba revivir el trauma de la denuncia repetidas veces, protegiendo, de este modo, su dignidad y bienestar durante todo el proceso judicial.

Es por este motivo, que cualquier acción que implique contactarla directamente, puede ejercer presión indebida sobre la mujer afectada y contribuir a su revictimización.

Realizar acciones de tipo mediático con el dolor y el trauma que implica una denuncia de violación no es, en absoluto, proteger a la mujer. De hecho, es ignorar por completo su bienestar, utilizando su sufrimiento como instrumento para otros fines, en lugar de actuar con el respeto y cuidado que merece.

El trauma de una mujer que ha sido violada o abusada sexualmente requiere una atención meticulosa, compasiva y consciente de todo lo que implica, para la mujer afectada, haber vivido algo de esta magnitud.

La importancia de un enfoque sensible y coordinado en la atención a las víctimas incluye el cuidado necesario para minimizar la exposición a múltiples instituciones y personas disminuyendo de este modo la posibilidad de la víctima de ser obligada a reexperimentar su dolor.

La exposición mediática, la revelación de los datos personales así como detalles que son propios de la investigación, sólo colaboraran para que otras mujeres que han sufrido violencia sexual, decidan, por miedo y vergüenza, no denunciar.

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Es necesario que la sociedad, políticos y medios incluidos, aprendan que una crisis de esta magnitud primero la vive la mujer afectada y es sobre ella y por ella que deben ir todas nuestras miradas, cuidados y respeto.