Quiénes son y qué hacen los desocupados
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Quiénes son y qué hacen los desocupados

Por: Sergio Arancibia | 31.08.2024
Existe en nuestra sociedad una parte importante del capital humano que hemos creado, que no está siendo utilizada. Ese es un problema económico, pero también un problema humano y social y, por lo tanto, un problema político.

La fría publicación periódica de las estadísticas sobre empleo y desocupación no siempre da origen a reflexiones sobre los dramas sociales y humanos que esas estadísticas ocultan. Se olvida que detrás de esos cuadros y cifras hay personas de carne y hueso -compatriotas nuestros, no del otro lado del planeta- que sufren con dolor lo que para otros son meros antecedentes de lo bien o de lo mal que está la economía nacional.

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Tratemos de adentrarnos en esas realidades sociales. El número de desocupados está compuesto por la suma de dos sub grupos de ciudadanos: los cesantes y los que buscan trabajo por primera vez.

Los cesantes son aquellos que estaban trabajando y perdieron su empleo. Los que buscan trabajo por primera vez, como su nombre lo indica, son aquellos que recién buscan incorporarse al mercado del trabajo. En tanto, los que trabajan en la economía informal -que muchas veces es una suerte de desocupación disfrazada- no entran formalmente en la categoría de desocupados.

Los cesantes, en la última estimación del INE –correspondiente al trimestre abril-junio del presente año- suman en todo el país la impresionante cifra de 780 mil trabajadores. Estaban trabajando y por alguna razón perdieron el empleo.

Tenían trabajo y se sentían con derecho a mirar su futuro con cierto optimismo. Ya habían pensado en meterse en la compra de una casa, o de alquilarla, abandonando muchos de ellos la situación de allegados. Creían que, si ese trabajo se lo permitía, podrían vivir decorosamente, sin grandes lujos, pero con alguna capacidad de educar a sus hijos.

Hay otros que habían salido, no sin grandes esfuerzos, de la situación de pobreza, y no querían por nada del mundo volver a ella. Pero 780 mil trabajadores han tenido que enfrentar la cruda realidad de que nada de eso les será posible, quizás hasta cuándo.

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Y no se trata de una situación transitoria, que se solucionará en un momento cercano. La realidad de las cosas muestra que el año, pasado, en el mismo período, los cesantes eran de 774 mil trabajadores. En un año aumentaron en más de 5 mil trabajadores. El problema, contemplado globalmente, no se ha solucionado ni siquiera un poco, sino que se ha agravado. Eso significa que el que cae en esa situación tiene altas posibilidades de permanecer en ella durante un tiempo largo, máxime si ya no es tan joven.

Los que buscan trabajo por primera vez fueron en abril-junio del presente año 69 mil ciudadanos. Aquí están los jóvenes que cursaron todo o parte de la educación media, y tuvieron que abandonarla porque tenían que buscar trabajo y porque no le veían mucho sentido en sus vidas el terminar con un ciclo educacional que no necesariamente les abría nuevos horizontes.

Son los que patean piedras, los ni-ni, los que ni trabajan ni estudian. Están también los jóvenes universitarios que estudiaron 5 años en algún centro de estudios superiores, pero que el mercado no los incorpora una vez que han egresado.

Todos han acuñado sueños, y todos tienen justas razones como para sentirse un poco desanimados, por decir lo menos. La sociedad les generó expectativas, pero después ellas no se cumplieron. También este grupo ha aumentado su cantidad de un año en otro, aun cuando fuera solo en algunos cientos de personas. Pero el problema existe y no se ven posibilidades de solucionarlo.

Existe en nuestra sociedad, por lo tanto, una parte importante del capital humano que hemos creado, que no está siendo utilizada. Ese es un problema económico, pero también un problema humano y social y, por lo tanto, un problema político. Nos convertimos cada vez más en una sociedad que no es capaz de generar sueños creíbles en el seno de sus ciudadanos, y sobre todo en el seno de la juventud que se debate entre la resignación y la rebeldía.

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Este problema tiene que ver también con la seguridad ciudadana, con el aumento del narcotráfico y de la delincuencia, cada vez más juvenil e incluso infantil. ¿Qué hacer frente a toda esta situación? ¿Qué podemos decirles a aquellos a quienes su patria a condenado sin causa ni juicio algún? ¿Qué tengan fe? ¿En qué? ¿En quién?

Crédito de la fotografía: Agencia Uno