El tsunami que remece a la Iglesia Evangélica Pentecostal
Agencia Uno

El tsunami que remece a la Iglesia Evangélica Pentecostal

Por: Benjamín Escobedo | 17.08.2024
La realidad del testimonio del pastor Andrés Plagges y las acusaciones pronunciadas ante la ley y a partir de sus predicas dominicales, son la dialéctica por excelencia entre fe y razón, esa que parte del pueblo evangélico de Chile se niega a practicar.

En los últimos días el pastor Andrés Plagges señaló las irregularidades y faltas de buenas prácticas por parte de la Iglesia Evangélica Pentecostal, motivo que derivó en que esta última lo expulsara del Ministerio Pastoral bajo el pretexto que "no tiene las condiciones morales que pide Dios".

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Tal vez las palabras de Plagges resultan una piedra en el zapato para el negocio religioso de los diezmos y abusos a través de la Biblia.

Sobre las críticas, el pastor en cuestión advierte en sus prédicas dominicales que condena los abusos al interior de la iglesia y admite que hay gente que se hace millonaria mediante los llamados diezmos, los que, entre paréntesis, deberían estar disponibles para los más pobres de la sociedad.

Sobre la figura de Andrés Plagges la radio Bio-Bio señala lo siguiente en su web oficial:

“Andrés Plagges ya tiene camino recorrido en el evangelio. Empezó en 2007 siendo asistente personal del entonces superintendente Eduardo Valencia Martínez, la máxima autoridad de la iglesia en ese tiempo en Chile y en Latinoamérica. Y no se detuvo hasta la fecha […] Aprendió de él la metodología interna, el sistema administrativo, y sobre todo, el financiero. Conoció los análisis contables de 274 iglesias en Chile y de 191 del extranjero. Se enteró cuánto entraba a los bolsillos de cada pastor.

El recurso de protección que interpuso -y al que accedió BBCL Investiga- detalla que ese tipo de información es secreta. Al menos la mayoría de quienes dirigen las sedes pentecostales nunca lo transparentan a los miembros de la congregación. Pero él sí lo hizo”.

Recordemos que no es primera vez que la Iglesia Evangélica Pentecostal sufre acusaciones y críticas, ya en el año 2012 explotó el fraude de licencias falsas en la iglesia, donde una investigación de Mega reveló que la institución facilitó certificados para obtener el cuarto medio a cambio de 30 mil pesos.

Claro, el problema es que no contaban con la acreditación para estos efectos, la del Ministerio de Educación. Parece una ironía, pero no existían códigos de respaldo en dichos documentos, y en los casos que si había, estos eran pertenecientes a terceros, que decir, un ejemplo de “ética” cristiana, de ortodoxia, de “sana doctrina”, esa que el mundo cristiano evangélico presume dislocada y sistemáticamente.

Ahora, parte de las acusaciones en contra del pastor Andrés Plagges vienen a despolvar un viejo problema: el diezmo, negocio del ayer y del hoy, deseando que muera en el mañana.

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Ningún académico serio en el área teológica, filológica o exegética osaría afirmar que el recurso del diezmo resulta un acuerdo absoluto, pues son varias las conjeturas hermenéuticas a la hora de tomar una postura, por tanto, y ante la duda, el diezmo no es más que parte de una doctrina “muerta” en el presente tiempo, sobre la que los lideres eclesiásticos debiesen trabajar.

En este sentido, la tradición católica mantiene una cosmovisión mucho más integral, el trabajo secular y el cuidado de las “almas” conviven como algo muy necesario y garante de liderazgo, por el contrario, en parte de la iglesia evangélica los “pastores” suelen tener el “buen habito” de procrastinar y usar la Biblia para justificar sus propios intereses, de esto, hace rato una parte de los evangélicos resultan ser la vergüenza en lo público con sus tonterías y excesivo dogmatismo, justificando lo injustificable.

Recordemos que la osadía de Plagges lo llevó a que la Iglesia Evangélica Pentecostal lo expulsara del Ministerio Pastoral bajo el pretexto que "no tiene las condiciones morales que pide Dios", sin embargo, llevó su caso a la justicia, donde esta le dio la razón.

No obstante, continúan presionándolo algunos “pastores”, que se presentan afuera de su casa para sacarse fotos y “notificarlo”, dejando mensajes mancillados con amenazas por doquier. Tal vez, las acusaciones de abuso y mala distribución de los recursos económicos (diezmos) por parte de la Iglesia Evangélica Pentecostal, vienen a reflejar el poder que mantienen los pastores de ciertas comunidades cristianas, donde aquellos lideres manipulan el cerebro de sus feligreses, esos que se mantienen como mirando al invisible en completa ceguera.

La discusión de este tema suscita varias preguntas, algunas un tanto retoricas, y otras que solo pretenden generar conciencia, libertad y razón frente a la experiencia religiosa en nuestro país. Por ejemplo:

  • ¿Es necesario propiciar una ley estatal que pueda establecer límites y posibilidades frente a los gastos y adquisiciones que mantienen las iglesias en Chile?

  • ¿Deberían pagar impuestos las iglesias dada esta realidad?

  • ¿Qué nivel de estudios teológicos hospedan los “pastores” evangélicos en Chile, o bien, solo se posicionan desde la “luz divina” que un día “los llamó a su gloria admirable”?

  • ¿Por qué suceden estos abusos al interior de una iglesia que, por definición, posa de conservadora, bíblica y de “sana doctrina”?

  • ¿Será culpa meramente del “pastor” de turno, o también de la ignorancia, idolatría y sumisión a rajatabla de los creyentes evangélicos?

La realidad del testimonio del pastor Andrés Plagges y las acusaciones pronunciadas ante la ley y a partir de sus predicas dominicales, son la dialéctica por excelencia entre fe y razón, esa que parte del pueblo evangélico de Chile se niega a practicar.

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Por eso es un pueblo constantemente vulnerado y menospreciado, mientras los lideres que mantienen gastan sus diezmos y encubren conjeturas bajo la alfombra. Sin embargo, como dice el dicho "la culpa no es del chancho, sino quien le da el afrecho". Por el momento, solo quedar mirar el lamentable tsunami que remece a la Iglesia Evangélica Pentecostal.

Crédito de la fotografía: Agencia Uno