Juegos Olímpicos París 2024: Una ventana abierta al odio contra la diversidad
Desde el inicio de estos Juegos Olímpicos, mediante la representación de la comunidad LGBTI+ en la inauguración de los mismos, se masificaron los comentarios despectivos y discriminatorios contra las personas visibilizadas, llegando al punto de que varias de ellas han sido amenazadas de muerte por el simple hecho de haber sido relevadas por unos pocos segundos. Esto fue el inicio de la oleada de odio que vendría posteriormente.
Y es que de lo acontecido con la boxeadora Imane Khelif en París 2024 podemos sacar dos cosas en limpio: Primero, la sociedad mantiene un desconocimiento generalizado sobre la sexualidad humana, ignorando la diversidad de cuerpos y funciones sexuales que existen más allá de las binarias establecidas socialmente. Y lo segundo, el odio hacia las personas trans no amaina y se siguen replicando discursos excluyentes, violentos y de exterminio que terminan legitimando el actuar violento o los crímenes de odio hacia el futuro.
Y es que, la vara social con que se ha abordado este tema reniega de elementos tales como que en Argelia no existe ley de identidad de género, siendo incluso las personas trans perseguidas por su identidad, y por ende las posibilidades de haber enviado a una mujer trans en su representación es nula.
Además, desconocen la existencia de personas intersexuales, es decir, aquellas que por sus características sexuales no caben dentro de las categorías femenino/masculino, y han sido en su historia, invisibilizadas para la sociedad, intervenidas quirúrgicamente desde su más temprana infancia para adecuar su genitalidad completamente funcional, a los estándares sociales de lo que se supone es un hombre o una mujer, lo cual ha ocasionado graves problemas en la adultez de este grupo humano, vulnerando no solo sus derechos de la niñez y sus derechos sexuales y reproductivos, sino que además sus Derechos fundamentales como individuos de la especie humana.
Y aunque así no fuera el caso, una mujer que no sea intersexual ni transgénero, puede tener alteraciones hormonales por múltiples razones asociadas a su sistema reproductivo, lo cual evidentemente tampoco la convierte en un hombre.
Dicho sea de paso, los niveles hormonales con que se miden a las deportistas, se hace en consideración a los niveles considerados normales de mujeres blancas y europeas, y por tanto se basan en datos excluyentes y racistas para con la diversidad de mujeres que confluyen en el evento deportivo más importante del mundo.
Así, los discursos en contra de Imane Khelif parecen justificar su misoginia en este caso desde la irracionalidad. Un hombre que sobresalga en los deportes por sus cualidades físicas es considerado un Dios, mientras que una mujer que sobresalga en los deportes por sus cualidades físicas es considerada un hombre.
Lo anterior, en razón de que el odio dirigido hacia ella es por ser asociada con una mujer trans, trayendo consigo prácticas y discursos dirigidos históricamente para violentar a las personas trans.
Sin duda que casos como este en los deportes seguirán existiendo, y es menester que se logren frenar este tipo de discursos que no solo afectan a las personas que son señaladas desde el ojo crítico de personas violentas, sino que además afectan a todo un grupo humano que está en la misma situación y que ven cómo se siguen perpetuando prácticas de segregación hacia sus vivencias.
Las personas trans e intersexuales conocemos la exclusión y la discriminación, la vivimos a diario al no poder acceder al trabajo o a servicios básicos como lo hacen la mayoría de las personas. Hemos crecido sin referentes deportivos ni de ningún otro tipo que no sea la crónica roja anunciando otra víctima más a manos del odio.
Sin duda que los avances en términos normativos son gravitantes para cambiar esta realidad, pero si no van acompañados de un cambio social que integre efectivamente a toda la diversidad de personas que habitamos una sociedad, quedarán como el testimonio de que la barbarie sigue estando presente en las sociedades contemporáneas.
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