La historia de resiliencia de la chilena que quiere transformar el vino desde el desierto

La historia de resiliencia de la chilena que quiere transformar el vino desde el desierto

Por: Soledad Torres D. | Fotos: Ulises Nilo | 24.06.2024
Amante del campo, esta ingeniera agrónoma tenía el sueño de producir su propio vino. Sueño que inició con su padre, y que la desafío a seguir adelante a pesar de una tragedia que parecía quitarle todo. Hoy su sueño se cumple.

Por Soledad Torres D. | Fotos: Ulises Nilo

Ingeniera agrónoma de profesión, Alejandra Larraín se enamoró del mundo del vino en Francia. Viajó hasta allá para hacer una maestría en Innovación Tecnológica, y sin planificarlo tuvo la oportunidad de profundizar sus conocimientos en viticultura y vinificación en esas tierras.

Vivió en Montpellier, una ciudad al sur de Francia, durante cinco años, tiempo en que trabajó en Alignant du Vent, una cooperativa vitivinícola donde se encargaba de calificar la uva de los distintos productores de la cooperativa. Luego estuvo dos años en La Chevalier, una viña privada donde confiesa se rindió a la pasión por la producción de vino. “El vino es un producto distinto, noble, de larga duración, y su proceso tiene mucha vida, sobre todo la etapa de la fermentación. En Francia el vino me conquistó, cada vez que destapaba una barrica, descubría un aroma distinto, muy particular. Y me enamoré de las bodegas, sus olores, y todo lo que involucra crear un vino”.

Ya de vuelta en Chile, se instaló en la Región de Atacama y aunque formalmente trabajaba en Corfo, ayudaba a su padre, Francisco Larraín, con su campo en el Valle del Alto del Carmen, cerca de Vallenar. “El campo tenía uva de mesa de exportación, y nuestro sueño era reconvertirlo con parras viníferas para producir vino. De a poco empezamos en ese desafío, y creamos el vino El Canto, alcanzamos a tener tres pequeñas cosechas y producción de vino tinto en pequeños volúmenes”.

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Aluvión

Sin embargo, en el año 2015 el aluvión que azotó la zona se llevó todo, el campo, la viña, la casa, las instalaciones, a su padre y sus abuelos. “Mi papá murió en el intento de salvar a mis abuelos”. La tragedia terminaba así con su sueño de producir su propio vino.

Pero Alejandra es una mujer de espíritu resiliente, y el dolor de la pérdida y el deseo de terminar el sueño que había iniciado con su padre la llevaron a iniciar una nueva aventura, ahora en el Valle de Colchagua.

Buscando una naturaleza más apacible, en 2016 se instaló con su madre y hermanas Violeta y Amanda en la zona de Chépica. Allí volvió a plantar parras y vides, en 2022 logra su primera vendimia y lanza al mercado Testaruda, su primer vino 100% creado por ella.

“Todo el mundo me decía que no debía plantar parras en este campo porque era secano, pero seguí mi instinto y como soy una testaruda lo hice igual. Empezamos de cero, incluso los primeros meses vivimos en carpa. No solo había que plantar parras, sino que construir casas, una bodega y todas las instalaciones que se necesitan para hacer vino”.

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Familia, empuje y vinos

Así comienza el sueño de Viña Testaruda, donde Alejandra crea Vinos de Autor, o en su caso de Autora, en los que se privilegia la calidad y el valor de lo único. Son vinos más personales, y de producciones acotadas. Actualmente cuenta con seis creaciones propias: TestarudaDistintoCabra SueltaZorro CorreteadoRaro y Las Larra.

“Las primeras vendimias las hicimos en familia, cosechando la uva con nuestras propias manos, con la ayuda de mis hermanas, hijas, sobrinos y amigos. Hoy ya contratamos a personas de la zona, que se han ido haciendo amigos también”.

En Viña Testaruda se producen solo vinos tintos, y Alejandra está presente en todo el proceso. Desde que se plantan las parras hasta la vendimia, y las tareas propias del vino como el descube o la fermentación. “Mi vino favorito es Testaruda, porque es mi primer vino ciento por ciento mío. Y porque es más rudo, más fuerte… tal vez como yo”, cuenta Alejandra.

Testaruda

Viña Testaruda no solo es una oda a la vid, sino también un reconocimiento a mi propia voluntad de salir adelante con un proyecto de vino personal. Superando todos los obstáculos que la vida me ha ido presentando, logré cumplir mi sueño de crear vinos propios, con mano de mujer. Me enorgullece lo que he conseguido junto al apoyo de mi madre, mis hermanas y mis hijas Lea (15) y Zoe (12), todas mujeres de empuje que me han permitido contar hoy con la viña que soñamos con mi padre”.

¿Por qué elegiste ese nombre para la viña?

“Pensé en Testaruda porque la parra es una planta muy porfiada que resiste todo, el clima, la falta de agua… y que se aferra siempre. Es un poco como yo, que soy una mujer que no se rinde, una verdadera testaruda”.

Hoy su sueño es dar a conocer su viña y su trabajo, que la gente pruebe sus vinos y se encante. “No me proyecto a largo plazo, porque la vida de repente te sorprende y cambia todo, ya me pasó antes”.