El fin de la prueba escrita en los establecimientos educacionales
Si la educación escolar es la base de rudimentos y prolegómenos formativos, por consecuencia, ella debe estar a la altura de las premisas que sustentan dicho enunciado. Sin embargo, año tras año el mundo universitario realiza diversas capacitaciones y nivelaciones dado el discreto, e incluso precario, nivel que arrastran parte de los estudiantes de pregrado en lo que compete a conocimientos básicos del currículo escolar.
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Muchos colegios creen que la mnemotecnia es fundamental para memorizar y adquirir los contenidos trazados, sin embargo, ello tiene poco y nada de sentido.
En el último tiempo la llamada andragogía cobra cada vez más sentido utilizando la discusión grupal, el análisis de textos, la exposición oral y otras tantas alternativas como símbolo de evaluación y comprobación del aprendizaje personal. Tal vez, estamos frente a una discusión velada, con miedos y métodos de evaluación propios del siglo pasado, por tanto, necesitamos avanzar a la brevedad en un tema tan delicado como es la calificación estudiantil en un colegio.
Primero, la Ley General de Educación (LGE) representa el marco de la institucionalidad de la educación en Chile. Derogó la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE) en lo referente a la educación general básica y media. Estableció principios y obligaciones, y cambios en la manera en que son educados niños, niñas y adolescentes. Además de los derechos garantizados en la Constitución, tratados internacionales, el derecho a la educación y la libertad de enseñanza, la LGE se inspira en varios fundamentos tales como: participación, autonomía, diversidad, calidad entre otros lineamientos comprendidos.
Ahora bien, si hablamos de calidad, es conocido que los establecimientos educacionales en términos generales observan en la prueba escrita un instrumento de evaluación eficiente y eficaz, pero la verdad es que ello es muy utópico, basta con mirar como los estudiantes copian exámenes, evaluaciones semestrales e incluso en las tan aclamadas pruebas de selección múltiple.
Todo un sistema fundado en la mnemotecnia, una forma de “estudiar” y “aprender” literalmente la materia, o sea, memorizar en pro de reflexionar con pensamiento crítico cada contenido suscitado, algo que incluso los propios docentes de ciertas asignaturas no son capaz de realizar, claro, porque están más pendientes de abarcar todo el contenido del Ministerio de Educación que, dicho sea de paso, es otro agente iluso en materia de proyección curricular.
Segundo, la prueba escrita generalmente coloca “de rodillas” a los estudiantes en un colegio, siendo para algunos docentes un fiel reflejo de la exigencia y dificultad inscrita y plasmada en un papel, aunque claramente dicho ejercicio tiene más relación con la prepotencia intelectual del maestro que un estándar de calidad conjunto.
Un profesor entrega herramientas de calidad cuando sus alumnos desean participar por “voluntad propia” en su clase, no cuando el maestro debe “suplicar” la atención y estudio del contenido abordado.
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Por tanto, el método de evaluación pasa a un segundo plano, ya que el contenido fue analizado, discutido y aterrizado con ejemplos prácticos de la vida cotidiana, entonces, la prueba escrita pierde valor, dado que un alumno debe demostrar que sabe hacer las cosas ejecutando lo estudiando, no memorizando su contenido al pie de la letra, menos en la era digital en que vivimos, claro, hay un porcentaje de memoria, pero no puede ser el fin último en una evaluación dentro del sistema escolar nacional.
Tal vez algo que ha perjudicado a muchos colegios de cara a este desafío en parte tenga relación con el actual sistema de admisión escolar, al tener que aceptar entre sus filas una amplia diversidad de estudiantes con múltiples complejidades imposibles de atender por las escuelas y el profesorado, y todo por garantizar “el derecho a la educación” y “la no discriminación” a nadie por parte del Ministerio de Educación, sin duda, una degradación que tiene a diversos colegios capotados producto de un importante alumnado carente de disciplina y rigor académico al estilo siglo XXI.
Tercero, la calidad del docente tiene relación con varias cosas, una mezcla entre habilidades blandas y habilidades duras, por ejemplo, la “Encuesta de Seguridad y Avances en Educación 2023” de la Universidad del Desarrollo, señala que los padres buscan colegio para sus hijos esperando que el cuerpo de profesores sea garante de calidad en primera instancia, además que tenga un sentido de inclusión y apoyo socioemocional, y, por último, que exista garantía de seguridad en el aula.
Como podemos ver, la calidad de un docente es lo primero por parte de aquellos apoderados que buscan un colegio para sus hijos, claro, los que realmente buscan, no aquellos que se conforman con la “tómbola de admisión”.
Entonces, si la calidad es esencial en un profesor, algo sistemáticamente olvidado ha sido su forma de evaluar contenidos, para esto no es necesario ser un metodólogo que publique paper científicos, sino más bien un maestro que pueda transmitir, enseñar y formar, no abusando de la mnemotecnia a la hora de calificar a un estudiante.
Sin duda, las preguntas que surgen en esta coyuntura son diversas. Por ejemplo ¿Cómo tener certeza que un docente hace bien su trabajo, y quién evalúa aquello, un real experto en el área, o un profesional designado? ¿Será que la prueba escrita en algunos casos ha perjudicado a parte de los alumnos en un establecimiento educacional? ¿Cómo tener calidad en la educación escolar si para muchos colegios las aclamadas guías de estudio son el medio por excelencia de aprendizaje, relegando la andragogía de sus aulas? ¿Estamos viendo el fin de la prueba escrita?
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No es de extrañar que en la universidad muchos de los alumnos que egresaron de colegios municipales o subvencionados arrastren falta de pensamiento crítico, lectura y comprensión lectora, ya que la forma en la que fueron evaluados fue desde la mnemotecnia, por sobre la crítica, discusión y ejecución de los contenidos.