Mujeres y Patrimonio Cultural Inmaterial: Tensiones y luchas por la igualdad de derechos
A comienzos del siglo XX la lucha de las mujeres por mejoras en sus condiciones laborales, y la denuncia por la histórica opresión a las que se encontraban sometidas en distintas dimensiones de la vida cotidiana, comenzó a ser visibilizada en la esfera pública a través de manifestaciones, huelgas y marchas cuya principal consigna era igualdad de derechos entre hombres y mujeres, en definitiva, los Derechos de la Mujer.
Bien sabemos que en un comienzo la lucha se concentró en los derechos laborales, sin embargo, esta fue ampliando sus márgenes e incluyendo en las demandas aquello que tenía que ver con la política, la educación, los vínculos familiares y el control sobre el cuerpo, entre otros aspectos.
En esta lucha por la igualdad de derechos, el campo del patrimonio cultural y sus prácticas de conservación, organizadas en el binarismo de material e inmaterial, permite dar cuenta de un espacio en el cual se tensionan -manteniéndose algunos y transformándose otros- los roles atribuidos a lo femenino. En todo ello, y atendiendo a una acepción más clásica del patrimonio, como “herencia cultural” (Ibarra, Bonomo y Ramírez, 2014).
Desde el año 2003, con la aprobación de la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial por UNESCO y su definición como los “usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural”, se promovió la construcción de instrumentos que permitieran identificarlo y tender a su salvaguarda.
Consiguientemente, una revisión del patrimonio inmaterial que ha sido calificado como Patrimonio de la Humanidad, proyecta una escena que reproduce mayoritariamente los roles tradicionales de género, al recaer en las mujeres el resguardo de un saber de la comunidad que también debe transmitir. De esta manera, existe una relación entre la gestión del patrimonio cultural inmaterial y los procesos de construcción del género.
La Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial (2003) dio paso a tres Listas de Patrimonio Inmaterial que se reconocen como Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad; Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial que requiere Medidas Urgentes de Salvaguardia y Registro de Buenas Prácticas de Salvaguardia. En ellas, desde el año 2008 a la fecha, se han inscrito 730 elementos entre los cuales existen varios vinculados al conocimiento y transmisión atribuidas a la mujer, particularmente en lo relacionado a prácticas culinarias, textilería, alfarería, bordado y tejido, así como también al cuidado de las personas y la curación de enfermedades.
Para enumerar algunos, encontramos la tradición de la fabricación de alfombras en Chiprovtsi, Bulgaria (2014), la ornamentación mural tradicional “al-Qatt al-Asiri”, Arabia Saudita (2017), y el Tejido Tradicional Al Sadu, también de Arabia Saudita (2020). El arte del bordado en Palestina: conocimientos, técnicas, prácticas y rituales, de Palestina (2021). El arte de la alfarería del pueblo chăm, de Vietnam (2022), la xhubleta, conocimientos tradicionales, artesanía y formas de utilización, Albania (2023). Las técnicas ancestrales y tradicionales para la elaboración del 'Poncho Para'í de 60 listas', de la ciudad de Piribebuy en Paraguay (2023) y la Partería: conocimientos, competencias y prácticas, Colombia/Chipre/Alemania/Kirguistán/Luxemburgo/Nigeria/Eslovenia/ Togo (2023), entre otros.
En el caso de Chile el año 2022 se inscribió en esta Lista de PCI la tradición de la alfarería de Quinchamalí y Santa Cruz de Cuca, desarrollada por varios siglos en la actual región del Ñuble y que ha sido dominio exclusivo del saber femenino y la transmisión de este conocimiento se ha desarrollado mediante la línea materna, generándose con ello estilos y diseños específicos de cada familia o linaje.
Ahora bien, la multiplicidad que condensa el patrimonio cultural como manifestación abre también otros rasgos menos visibles y que lo tensionan. Por ejemplo, muchas de las manifestaciones locales de PCI también han brindado a las mujeres la oportunidad de generar ingresos económicos y con ello transitar a mayores grados de independencia. Las creaciones que resultan de las técnicas y conocimientos que poseen y transmiten las mujeres, son comercializadas en diferentes espacios permitiendo con ello la difusión e impacto en contextos diferentes al de su origen.
Sin embargo, al ser desarrolladas por las mujeres en el ámbito doméstico y en conjunto con la crianza, han sido históricamente subestimadas, obviando, incluso, que algunos de estos conocimientos permitieron la sobrevivencia de grupos, ya sea desde la alimentación, los cuidados o la sanación.
Visibilizar estas tensiones y puntos de encuentro en la gestión del patrimonio en el contexto de otro 8M, no es sólo “una oportunidad, sino un imperativo ético”, pues el desarrollo de políticas de salvaguarda nos permite pensar en cómo aseguramos que el PCI contribuya a seguir sosteniendo luchas por la igualdad de derechos teniendo en este patrimonio "una garantía de creatividad permanente” (Quirosa y Gómez, 2010: 87).
Referencias
- Ibarra, Macarena, Bonomo, Umberto, & Ramírez, Cecilia. (2014). El patrimonio como objeto de estudio interdisciplinario: Reflexiones desde la educación formal chilena. Polis (Santiago), 13(39), 373-391. https://dx.doi.org/10.4067/S0718-65682014000300017
- Quirosa, V. y Gómez L. El papel de la mujer en la conservación y transmisión del patrimonio cultural. Asparkía, 21; 2010, 75-90.
- UNESCO (2008). Patrimonio cultural y género. https://ich.unesco.org/doc/src/34300-ES.pdf [Consultado: 4 de marzo, 2024]
- UNESCO. La alfarería de Quinchamalí y Santa Cruz de Cuca. https://ich.unesco.org/es/USL/la-alfareria-de-quinchamali-y-santa-cruz-de-cuca-01847 [Consultado: 4 de marzo, 2024]