Las mujeres no podemos esperar más: ¡Reforma de pensiones, ahora!
Frente a la crisis de cuidados una reforma de pensiones debe ser una oportunidad para pensar este conflicto y dar soluciones eficaces que nos permitan reconocer el trabajo de cuidado sin dejar a las mujeres a la deriva. Pero hay una arista importante, que destaca una preocupante brecha de género proyectada hacia el futuro: las pensiones de las mujeres.
La desigualdad de género se manifiesta de manera clara en el ámbito de las jubilaciones, donde las mujeres enfrentan desafíos significativos para asegurar un retiro digno. La urgencia de una reforma en el sistema de pensiones es evidente, y las mujeres no pueden esperar más.
Históricamente, las mujeres han enfrentado obstáculos estructurales que afectan directamente a sus ahorros para la jubilación. Factores como la brecha salarial de género, la interrupción de las carreras profesionales debido a responsabilidades de cuidado -que históricamente caen en nosotras- y la mayor longevidad en comparación con los hombres, contribuyen a que las mujeres acumulen menores fondos para su retiro.
El sistema actual perpetúa la desigualdad de género, colocando a las mujeres en una posición vulnerable al enfrentar su jubilación con recursos insuficientes. La vejez no debería ser un tiempo de preocupación y limitaciones financieras para las mujeres que han contribuido activamente al desarrollo económico y social del país.
La sociedad ha descansado en nuestros hombros al asignarnos el rol exclusivo de cuidado, empobreciéndonos, lo cual debe ser reconocido y subsanado. La contribución a la sociedad no se limita al ámbito laboral convencional, y el sistema de pensiones debe reflejar y valorar todas las formas de trabajo.
La reforma de pensiones debe abordar directamente la brecha de género, asegurando que las mujeres reciban pensiones justas y adecuadas. Esto implica considerar medidas como la igualación de salarios, la protección frente a la discriminación laboral y la implementación de políticas que faciliten la conciliación entre el trabajo y las responsabilidades familiares, aspecto que ya cuenta con un importante paso en la Ley de Conciliación de Vida Familiar, Laboral y Personal.
La reforma no puede esperar y este es un llamado de atención: votar en contra de la idea de legislar es peligroso, pues posterga una vez más el deseo imperante en la sociedad chilena, y en especial de las mujeres, de ver una mejora sustancial en sus pensiones. Cada día que postergamos acciones concretas, más mujeres enfrentan la inseguridad financiera en sus años de descanso.
Es hora de que el Congreso, la sociedad y las instituciones trabajen juntos para construir un sistema de pensiones equitativo que garantice un futuro digno para todas las mujeres chilenas. La igualdad de género no es solo una cuestión de justicia social, sino también una inversión en el bienestar y la estabilidad de toda la sociedad.