Peso Pluma o el baile de los que cobran

Peso Pluma o el baile de los que cobran

Por: Jorge Saavedra Utman | 15.01.2024
El narco no se va a instalar ni crecer por un cantante de 24 años que usted puede admirar, odiar, abrazar o ignorar. El narco ya se ha instalado en distintos rincones de un país benevolente con tan particular tipo de emprendimiento. En ese escenario, Peso Pluma es música. Los Pesos Pesados son otros, esos no cantan en la tele, no aparecen en los medios, y no son objetivos de escrutinio ni condena pública.

Si hemos estado medianamente involucrados en la mediósfera cotidiana de estos días, habremos observado la idea de cancelar la visita del músico Peso Pluma al próximo Festival de la Canción de Viña del Mar por su elogio de la cultura narco en las letras, además de la afinidad real que tiene el mexicano con el cartel de Sinaloa. Esto es del todo evidente no sólo en su lírica -la letra de su canción “El Gavilán” dice "soy de la gente del Chapo Guzmán"- sino en el hecho de que el cantante de 24 años ha sido amenazado de muerte en caso de presentarse en ciertos escenarios en México, como en septiembre de 2023, en Tijuana. ¿El origen de la amenaza? El Cartel Jalisco Nueva Generación, rival del cartel de Sinaloa.

La preocupación respecto de su presencia en la Quinta Vergara (transmitida a todo Chile y el extranjero) levantada por columnistas, medios y autoridades locales, ha puesto atención en el riesgo de promover la cultura narco en el país. Esto tiene cierto asidero social. Por mencionar un caso, vecinas y vecinos de la población La Victoria lo dijeron a fines de diciembre de 2023, tras el asesinato de tres personas en el marco de la grabación de un video de música urbana. Un muchacho joven, nacido y criado en el barrio, adujo que la razón era precisamente porque las lógicas del narco se instalaban cada día más en una realidad otrora cruzada por la vinculación comunitaria y vecinal.

La primera pregunta que se apostó, por ende, tras el campanazo de alerta sobre Peso Pluma y su presencia en Viña del Mar, fue quitarlo o no quitarlo del ring festivalero. En tal disquisición se involucraron agentes estatales, no sólo por razones de seguridad interior, sino que porque el Festival de Viña es financiado parcialmente por el Estado de Chile. TVN -la señal televisiva pública- es uno de los organizadores del evento. La respuesta fue rápida: el Festival de Viña no censuraría al artista.

Las razones reales son imposibles de conocer para alguien ajeno a la toma de decisiones que ocurrieron en la esquina televisiva. Uno podría ilusionarse con que desde el Festival se comprende que lo importante no es tanto el contenido de Peso Pluma (sus letras, por ejemplo), sino los sentidos en que las personas se apropian de la música y la hacen suya. Si seguimos este juego imaginativo, pudo entrar en la discusión el valor de la tolerancia, de la libertad de expresión, o un cálculo más pedestre: resulta contraproducente acallar algo vía censura cuando ese algo ya ha logrado cierta visibilidad.

Sin embargo, creo que ninguna de estas razones inclinó la balanza. La que marcó la decisión, estimo, es dinero. Puro y simple. No es un buen negocio para nadie censurar y cancelar la visita de Peso Pluma, menos aún retirar la invitación a un músico internacional. El tipo vende y vende mucho. ¿Lo financia el dinero sucio?, quién sabe. Pero hoy por hoy las credenciales de ilegalidad importan poco si es que algo vende y paga en verde.

Los casos se amontonan cuando observamos la relación entre dinero e industria cultural. La ética o los valores se guardan en un cajón, por dinero. Es cosa de ver el fútbol chileno, la mayor industria cultural del país ha estado recientemente financiada casi en su totalidad por empresas de apuestas cuya operación es ilegal en el país; o la cobertura de nuestros canales de televisión al mundial de Qatar, donde hubo escasísima mención a las atrocidades cometidas en su ejecución. ¿Para qué embarrar el negocio? Cuando miramos la programación televisiva, está llena de miedo en noticieros 24/7 plagados de hechos delictuales donde nunca vemos qué pasa con los peces gordos, todo esto matizado por pausas comerciales que nos prometen descanso, seguridad y placer pagado. El miedo vende, ¿para qué ir en contra del negocio?

Los casos también se apilan cuando observamos la relación entre el dinero y lo público. ¿Cuál es la lógica que opera en las llamadas zonas de sacrificio? ¿En Puchuncaví? Allí poco importa la vida. Ahí existe una apuesta clara por el desprecio a la existencia humana y el amor a las lucas. El narco huele esa lógica en nuestra sociedad. La huele cuando se pasea con fajos de billetes en tiendas exclusivas del barrio alto, que bien reciben su dinero por joyas, autos y ropa; y cuando observa un Estado que falla en igualdad, en educación de calidad, en asistencia social, en presencia en los barrios, en salud comunitaria, en justicia social, en expresiones culturales, cuantitativa y cualitativamente, convocantes.

¿Entonces, por qué la fijación con Peso Pluma? Su intento de censura es una alharacada tardía, un ademán anacrónico y de pereza intelectual que se cierra  como esa gente que dice "¡No quiero ver, no quiero ver!", tapándose los ojos- a una realidad que podemos ver en cuatro escenas.

La primera, en un mundo diverso y complejo en el que existen significaciones propias del todo valiosas, sería relevante comprender por qué Peso Pluma, o la filiación simbólica con el mundo narco, es popular, seduce y atrae a tanta gente de distintos sectores sociales. De hacerlo, dejaríamos de pontificar sobre "la gente" o mirar en menos una expresión musical y la vislumbraríamos mejor.

La segunda, en una sociedad como la chilena, la racionalidad del dinero ronca y el tipo vende. Allí, Peso Pluma pega como un peso pesado en su esplendor porque su música funciona en el baile que más complace a la toma de decisiones en Chile: el baile de los que cobran, pasan por caja y se van a casa. ¿El baile de los que sobran? Ese himno de esperanza y salvación colectiva fracasó –al menos por un rato– y la cosa va por otro lado.

La tercera, Viña del Mar es un hito cultural y social que existe a la luz de una historia absolutamente genuflexa al poder. Al poder político, como cuando el show de la vedette argentina Sissi Lobato fue interrumpido para darle la bienvenida al dictador Augusto Pinochet, en 1976; y al poder del dinero, como cuando en 2009 el empresario Leonardo Farkas hizo su espectáculo en el escenario de la Quinta Vergara sin mérito musical alguno, pero con mucho dinero en su cuenta.

La última escena es más amplia y actual. El narco no se va a instalar ni crecer por un cantante de 24 años que usted puede admirar, odiar, abrazar o ignorar. El narco ya se ha instalado en distintos rincones de un país benevolente con tan particular tipo de emprendimiento. En ese escenario, Peso Pluma es música. Los Pesos Pesados son otros, esos no cantan en la tele, no aparecen en los medios, y no son objetivos de escrutinio ni condena pública.