Más allá de las luces: La necesidad de repensar las celebraciones de fin de año
La llegada del fin de año suele ir acompañada de una explosión de luces y sonidos, con los fuegos artificiales iluminando el cielo nocturno. Esta tradición, aparentemente inofensiva y festiva, se ha arraigado en nuestras celebraciones como un elemento fundamental para despedir el año viejo y dar la bienvenida al nuevo. Sin embargo, al adentrarnos en la reflexión filosófica de Gilles Deleuze y Baruch Spinoza, surge la cuestión de si esta práctica responde a un modelo hegemónico de ser humano, dejando de lado las implicancias que tiene para aquellas personas y seres sintientes que experimentan el mundo de manera diferente.
Gilles Deleuze, conocido por sus ideas sobre la multiplicidad y la diferencia, propuso una nueva forma de entender la filosofía, alejándose de los conceptos tradicionales y buscando la creación de nuevos conceptos que reflejen la complejidad del mundo. Baruch Spinoza, por su parte, nos invitó a pensar en términos de ética, explorando la relación entre la mente y el cuerpo, y abogando por una comprensión más profunda de la naturaleza humana. Ambos filósofos nos ofrecen herramientas valiosas para analizar las prácticas sociales, como la tradición de los fuegos artificiales en las celebraciones de fin de año.
Al considerar el uso de fuegos artificiales desde la perspectiva deleuziana, surge la pregunta de si esta práctica contribuye a la multiplicidad y diversidad que Deleuze abogaba. Los fuegos artificiales, aunque visualmente impactantes, siguen un patrón predefinido, una secuencia de explosiones y destellos diseñados para seguir una narrativa preconcebida. En este sentido, podríamos argumentar que, en lugar de celebrar la diversidad, estamos participando en una forma de expresión estandarizada que sigue un modelo hegemónico de cómo deberíamos experimentar la alegría y la celebración.
La filosofía de Spinoza también arroja luz sobre esta cuestión. Spinoza abogaba por la idea de conatus, el impulso innato de cada ser a perseverar en su existencia. ¿Cómo encajan los fuegos artificiales en esta perspectiva? Para muchas personas, el ruido ensordecedor y los destellos brillantes pueden ser una fuente de alegría y emoción, un estímulo que contribuye positivamente a su conatus. Sin embargo, para quienes experimentan el mundo de manera diferente, por ejemplo las personas neurodivergentes, los fuegos artificiales pueden representar más una afrenta a su conatus que una celebración.
Las personas neurodivergentes, como aquellas del espectro autista, a menudo tienen sensibilidades sensoriales más agudas. Los estruendosos sonidos y las luces intensas de los fuegos artificiales pueden ser abrumadores y angustiantes para estas personas. Al imponer esta experiencia sensorial intensa como parte integral de las celebraciones, estamos excluyendo inadvertidamente a un segmento significativo de la población de la celebración colectiva.
Pero no solo debemos considerar la diversidad humana; también debemos reflexionar sobre cómo nuestras festividades afectan a otras formas de vida en nuestro planeta. Los fuegos artificiales, con su estruendoso estrépito y destellos deslumbrantes, impactan significativamente en los animales. Muchas especies, desde mascotas hasta fauna silvestre, experimentan niveles de estrés extremos durante estas celebraciones.
Los animales, que dependen en gran medida de sus sentidos para sobrevivir, se ven afectados de manera negativa por la repentina explosión de ruido y luz. Aves que anidan en zonas urbanas, mamíferos que comparten espacios con nosotros y criaturas marinas que viven cerca de las costas, todos sufren las consecuencias de nuestras festividades ruidosas y luminosas. Esta falta de consideración hacia las formas de vida no humanas se presenta como otra manifestación del antropocentrismo, la idea de que los humanos son el centro y propósito del universo.
Celebrar el fin de año debería ser una experiencia inclusiva y respetuosa no solo de la diversidad humana sino también de todas las formas de vida que comparten nuestro hogar. La imposición de fuegos artificiales como la forma predeterminada de expresar alegría en estas festividades puede ser interpretada como un intento de homogeneizar nuestras experiencias, ignorando las necesidades y perspectivas de quienes no se ajustan a esta norma, ya sean humanos o no humanos.
En lugar de seguir ciegamente la tradición, podríamos preguntarnos: ¿hay maneras más respetuosas con todas las formas de vida de celebrar el fin de año? Tal vez podríamos explorar alternativas que permitan a las personas disfrutar de la celebración sin imponer estímulos sensoriales intensos y que, al mismo tiempo, minimicen el impacto negativo en nuestros compañeros animales.
En conclusión, la reflexión filosófica de Deleuze y Spinoza nos brinda una perspectiva crítica sobre la tradición de los fuegos artificiales en las celebraciones de fin de año. Al considerar la multiplicidad y la diversidad, y al tener en cuenta la sensibilidad sensorial de las personas neurodivergentes, así como el impacto en los animales, podemos cuestionar la adaptación de esta práctica a un modelo hegemónico de ser humano y reconocer la necesidad de repensar nuestras celebraciones para que reflejen y respeten la rica variedad de experiencias humanas y de todas las formas de vida, creando así un espacio verdaderamente inclusivo para dar la bienvenida al nuevo año.