Reseña de libros| Los detalles del mundo de Antonia Torres. Un eterno retorno a la nostalgia
Una espiral franqueable pero inevitable (universal, se diría) recorre Los detalles del mundo de Antonia Torres (libro publicado por la editorial Aparte en 2022 y galardonada con el Premio nacional a la mejor obra editada -2023- en la categoría de poesía) se configura en torno a la añoranza y la vivencia del mundo a través de un imaginario íntimo y personal, pero, al mismo tiempo, reconocible, reconfigurable en miles de otras experiencias.
Desde el evocador título que da nombre a la obra, se percibe un sugerente enfoque en el que la voz poética se sumerge en la observación y la contemplación de los pequeños y significativos momentos de la existencia cotidiana a través de la que explora la belleza y la complejidad que, a menudo, pasa desapercibida en la rutina diaria, destacando una inherencia y una evidente puesta en foco de los detalles más simples.
El poemario aborda temas diversos, desde la naturaleza y los paisajes hasta las relaciones humanas, las emociones y las experiencias personales. Con esta obra, Antonia Torres construye una gran metáfora que cocrea sentidos profundos y universales.
Los detalles del mundo desarrolla una sensibilidad hacia la conexión entre el individuo y su entorno e invita a reflexionar sobre la importancia de prestar atención a los breves momentos que dan sentido a nuestras vidas y las recorren desde tiempos ignotos.
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A través de esta perspectiva intimista, la interpretación del texto va a depender, en gran medida, de la experiencia vital desde la que se percibe; que se posiciona, junto a la relatante, como exploración poética de “los detalles del mundo” (de su propio mundo), que dan cuenta de un recorrido existencial al cual se recurre para entender y reflexionar a propósito de un presente incierto en el que, a fin de cuentas, la búsqueda recaba en el reencuentro del amor erótico después de años de nostalgia por su pérdida.
La voz poética de esta obra -evidenciada como femenina- fija constantemente la mirada en un momento del día, en un lugar específico de su entorno, en un tiempo recobrado por efecto del deja vu.
Una mirada que es un retorno, también, una repetición que evoca un tiempo pasado o que se detiene a observar un presente desmoralizante donde “todas las primaveras llegan tarde” (11) y “unos soldados fuman y escupen sobre las piedras” (23) mientras los expatriados, transmutados en antígonas, escapan de su horror.
El tópico del illud tempore aparece constantemente en la voz de la hablante lírica, lo que aumenta el ethos de la obra cuando, por ejemplo, se zurcen calcetines o se escuchan “los tachos del café” “que el viento hace sonar” (14).
La búsqueda erótica es evidente; la mirada, en muchas ocasiones, se detiene, con cierta melancolía, en el tiempo pasado, a través de la reminiscencia de la juventud y los primeros juegos amorosos; como cuando vuelve a aparecer el recurrente símbolo del café, que nos sitúa en un tiempo presente que también pertenece a la cotidianidad y donde “la sonrisa de [la] amiga ignora / que [le] ha robado la postal del desapego / que ha cerrado las persianas / a una brisa de hermosa indiferencia / a la blanca confianza en un sol que muere y resucita” (9); lo que remite, de nuevo, al concepto de eterno retorno, de espiral hermenéutica que muestra un tiempo cíclico en que todo debe morir para renacer; para recrearse. Y llega la recreación, la puesta en marcha de un nuevo ciclo, justo al final de la obra, en ese instante en que nos cuenta cómo, después de haberlo deseado largamente, “hallé la mano, el torso y hasta el cuerpo de alguien más / allí / en medio de toda esa oscuridad / y la bruma se disipó / y me encontré de pronto / bajo la tibia luz del amor” (49)
En Los detalles del mundo, Antonia Torres nos presenta evocadoras metáforas que se reiteran constantemente, como la del paso del tiempo, revivida en la rememoranza; los estados vitales declarados como momentos del día y que recrean/nos instalan en diferentes atmósferas; las estaciones del año y sus cambios de luz, temperatura e inclemencias que se concretan, con marcada evidencia, en la visión de la órbita vital de la naturaleza y despliegan ese ethos, ya referido, de marcada trascendencia, que da unidad al conjunto del libro.
Era, finalmente, la pérdida de la juventud (que representa otro gran tópico: el collige, virgo, rosas) la que transitó todo el poemario y nos hizo experimentar el bosque, el río, el hogar, como arrastrando los pies con comedida inquietud, con dulzura y una luminosidad cambiante acorde a los distintos estados de ánimo de aquella voz que nos interpeló y guió a través de una arboleda de símbolos en que se retrata una realidad tangible: la experiencia vital de las mujeres de mediana edad donde muchas de nosotras podemos reconocernos y hacer catarsis.