El éxito financiero y valores personales: ¿Existe el equilibrio?
Los antiguos filósofos griegos dedicaron horas, días, años en desarrollar uno de los aspectos que nos define como seres humanos y que nos distingue de otras especies, la filosofía. Aquel arte de la reflexión, que posteriormente dio origen a todas las ciencias, y que fomentó el desarrollo y análisis de varias aristas esenciales de la humanidad, como la racionalidad, la experiencia y percepción, la relación que entablamos con el resto de las personas, nuestra búsqueda del sentido de la vida misma y -el aspecto en el que me quiero enfocar principalmente-, la ética y los valores que guían nuestra existencia.
Particularmente quisiera llamar la atención al cómo podemos relacionar la ética, los principios y los valores con la búsqueda del éxito personal. Aquel que se mide, muchas veces con un foco un tanto sobredimensionado, a través de nuestra situación financiera. Y en ese sentido, entendiendo cómo se mueve el mundo, donde a menudo nos enfrentamos a decisiones difíciles que pueden poner en tela de juicio nuestra base moral, es crucial recordar que no es necesario comprometer nuestros principios y valores para alcanzar nuestras metas económicas.
En lugar de simplemente pasar por alto lo que realmente importa, podemos adoptar un enfoque equilibrado. Vale la pena relevar que el mantener la integridad personal puede ser la clave para un éxito sostenible a largo plazo, y que tampoco es necesario transformarse en un predicador de las buenas costumbres, pero sí es necesario volver a lo esencial, a lo que nos hace humanos, como mantener una reputación duradera.
Y entendiendo lo anterior, aquel éxito financiero que ha sido construido sobre una base ética, justamente suele traducirse en una reputación duradera, asimilando en el proceso la confianza y el respeto como activos valiosos. E igualmente, avanzar por dicha senda, da cuenta de hechos sencillos pero contundentes, como el que ser fiel a uno mismo proporciona una sensación de satisfacción personal y bienestar emocional, porque la paz mental no tiene precio, y ninguna cantidad de dinero puede reemplazarla.
El éxito financiero, como lamentablemente ocurre en algunas ocasiones, no debería significar la alienación de amigos, familiares o colegas. En ese sentido, y especialmente en estas fechas, parece ser necesario recordar que el priorizar las relaciones y los valores nos permite crear conexiones sólidas, las que enriquecen nuestras vidas y aportan en el desarrollo de otras aristas del éxito personal.
Es un hecho categórico, y la moraleja de una de las más importantes historias navideñas (Un Cuento de Navidad, de Charles Dickens), que el verdadero éxito no radica sólo en el saldo de la cuenta bancaria o en que nuestra empresa rente estratosféricamente, sino en cómo alcanzamos el equilibrio ya mencionado.
Al mantener nuestros principios y valores intactos creamos un camino hacia el éxito que también nos enriquece como personas, un balance necesario en momentos en los que hemos visto una serie de actos de corrupción que han afectado la Fe pública en importantes instituciones, así como en el empresariado, tiñendo innecesariamente a diversos sectores económicos producto de malas prácticas de personas que no han comprendido, o han olvidado, algunos de los fundamentos más importantes para vivir bien, y tranquilamente.