La aplastante derrota de la derecha
La propaganda de la derecha en la franja del 'A favor', estableció que la votación era “Boric vota en contra - Chile vota a Favor” (se referían a Chilevamos/Kast)“. Entonces, el resultado es 56,75% por Boric y un 44,25% por Chilevamos/Kast. Quisieron convertir el plebiscito en referendo sobre el gobierno, y resultó en una victoria aplastante del oficialismo progresista contra la oposición derechista más sus vagones de cola. En realidad, la victoria del progresismo es por doble partida.
Por una parte, una epopeya política del progresismo pocas veces vista, triunfando en la adversidad, en medio de una oleada mundial derechista, con problemas reales en seguridad, con manzanas podridas en sus filas (aunque menos que en la derecha y los “empresarios”), y una economía ajustada dada la pandemia, las guerras internacionales, y el necesario -y exitoso- combate a la inflación, con su secuela en el consumo y el bienestar.
Por la otra, haberle propinado una aplastante derrota a la derecha, a pesar que todos los poderes fácticos se jugaron a fondo, con millonarios recursos y todos los medios su disposición, apoyando la propuesta constitucional identitaria de la derecha. La ciudadanía no se dejó engañar y la rechazó ampliamente. Es una profunda derrota cultural, ideológica y política. Quedó demostrado que las ideas de la derecha son minoría en el país.
Cierto es que la mayoría del pueblo rechazó también la propuesta de la Convención progresista, lo que fue aceptado con humildad como una clara derrota. Del mismo modo, lo es para la derecha el rechazo a la propuesta del Consejo conservador, a pesar de la desvergonzada pirotecnia verbal que realizan sus dirigentes negándose a reconocerlo.
La ciudadanía también se pronunció hace un tiempo sobre la constitución vigente: un 78% del país votó por su derogación y superación. Tanto por su ilegitimidad de origen como por reformas insuficientes, que le opacan su carácter democrático. Chile queda en situación de anomia, es decir, sin leyes fundamentales consensuadas para regir su convivencia.
Queda pendiente el anhelo nacional de una nueva Constitución plenamente democrática que cobije a las amplias mayorías. La tensión que deriva habrá de ser bien interpretada por la clase política so pena de nuevas revueltas populares, y es que en efecto hay asuntos claves en la vigente constitución que obstaculizan la tarea principal, que es abocarse a la urgente resolución de los asuntos que agobian a las grandes mayorías.
Vienen dos procesos electorales, el año 2024 las autoridades comunales y regionales y el 2025 los parlamentarios y el presidente. Estos procesos tendrán como contexto los acuciantes problemas ciudadanos en seguridad y salud, pensiones y vivienda, crecimiento económico y justicia social.
En tales procesos será también inevitable el debate sobre una nueva constitución o sobre reformas fundamentales a la actual. Ante cada paso que dé el gobierno con propuestas para resolver tales urgentes demandas, quedará en evidencia el obstruccionismo de la derecha a los cambios, amparándose en ciertos viejos candados constitucionales.
El gobierno ha convocado a todos los sectores, incluso a los políticos y empresarios de derecha que apoyaron el “A favor”, a buscar acuerdos para avanzar en la solución de los urgentes problemas del pueblo y del país. Quien realmente impulse y colabore en este desafío tendrá los apoyos electorales en las próximas elecciones. Sin embargo, la derecha ha reiterado su política de obstruir los cambios y seguirá buscando la polarización del país, atacando sin piedad al gobierno e impidiendo que Chile salga adelante. Todo como estrategia de poder ante las venideras elecciones.
Sólo un gobierno a la ofensiva y la unidad de amplios sectores democráticos del país puede sortear esta dificultad. La centroizquierda ha resuelto enfrentar unida los próximos eventos electorales. Esto es ya una gran ventaja frente una derecha derrotada y con crecientes síntomas de fraccionamiento, descomposición y pérdida de apoyo popular.