A cuatro años del hito del 3 de diciembre: Entre lo viejo y lo nuevo

A cuatro años del hito del 3 de diciembre: Entre lo viejo y lo nuevo

Por: Constanza López y Jaime Ramírez | 04.12.2023
En este sentido, es posible imaginar horizontes de militancia que van más allá de expresiones de protesta tradicional. Estos horizontes apuestan por prácticas enfocadas en la interdependencia para el sostenimiento de la vida, en la fragilidad que carga todo cuerpo diverso y disidente y en “todo aquello que le hace habitar el mundo como es y por lo cual no es bienvenido” (Vite, 2020, p. 20). Por ello, es importante que a cuatro años del 3 de diciembre del 2019, nos enfoquemos en repensar el rol que las personas con discapacidad quieren y pueden jugar en este nuevo Chile que queremos construir.

Hace algunos años se publicó una columna de opinión que trazaba conexiones entre el movimiento social de discapacidad actual y el movimiento histórico que se ha organizado por sus derechos desde la segunda mitad del siglo XX (Hernández, 2014; Suazo y Reyes, 2019). Estos itinerarios han sido a su vez documentados y puestos en relación con otros movimientos latinoamericanos (Bregain, 2022; Pino-Morán y Ramírez, 2023).

Asimismo, se ha aludido a la instalación de una estrategia de subjetivación neoliberal durante nuestra dictadura cívico-militar. Esta estrategia se ha reproducido en políticas autoritarias de desmantelamiento de derechos sociales y en la institucionalización de lógicas caritativas y asistenciales hacia la discapacidad en campañas mediáticas como la Teletón (Humeres, 2019; Gutiérrez, 2014; Brégain, Venturiello, Ferrante y Vera, 2022). Así, desde fines del siglo XX, las personas con discapacidad en Chile han devenido objeto de intervenciones de variados programas estatales focalizados. Esto, a través de alianzas estratégicas establecidas entre el Estado y organizaciones no gubernamentales (Hernández, 2014; Suazo y Reyes, 2019).

Estas organizaciones, como en otras latitudes, constituyen un mercado filantrópico altamente concentrado, con sesgo confesional o conservador, e inaccesible para la mayoría de los organismos de la sociedad civil del país (Soto y Viveros, 2016; Cea, 2021). Los cambios estructurales en el rol del Estado respecto a políticas de bienestar social y su efecto en narrativas teletonescas basadas en la idea de la discapacidad como tragedia personal se condicen con cambios a nivel global desde fines del siglo XX. Estos cambios obedecen al avance ideológico de un capitalismo competitivo, de libre mercado e individualización activa (Goodley, 2014). Lo anterior ha consolidado la construcción simbólica del sujeto de la discapacidad en las sociedades neoliberales contemporáneas.

En el escenario del momento constituyente chileno, iniciado en octubre de 2019, las personas con discapacidad también se articularon en contra de la precarización de la vida social. Estas redes se tejían desde inicios del siglo XXI dentro de movimientos sociales estudiantiles y feministas (Ramírez, 2021; CLACSO 2021), así como también en protestas en contra del lucro y la caridad. De este modo, en el marco del estallido social, el activismo en discapacidad dio lugar a acciones y plataformas de visibilización de las personas con discapacidad en las movilizaciones y las violaciones a sus derechos humanos. Uno de los actos más significativos fue justamente la congregación de cientos de organizaciones al alero del Colectivo Nacional por la Discapacidad y el hito de multitudinarias marchas para el 3 de diciembre de 2019. En ese marco hubo despliegues en más de veinte ciudades del país, tras diversas prioridades originadas desde las mismas asociaciones y encabezadas por el reconocimiento constitucional de las personas con discapacidad.

En este 3 de diciembre de 2023, a cuatro años de dicho hito, estamos ad portas de un plebiscito para votar a favor o en contra de una propuesta que no garantiza la materialización de los derechos de las personas con discapacidad. Al constitucionalizar la subsidiaridad en el ámbito de los derechos sociales, se institucionalizan lógicas caritativas en torno a la discapacidad. En esta coyuntura histórica, se hace más urgente que nunca transitar de la conmemoración a la reivindicación del entramado de memorias y repertorios de un movimiento, que hace parte de nuevas y viejas formas de ser y hacer política. Es decir, formas que interpelan la institucionalidad precisamente asignando al cuerpo y los afectos un lugar de politización y transformación colectiva fundamental (Ramírez, 2019; Ibáñez y Stang, 2021).

En este sentido, es posible imaginar horizontes de militancia que van más allá de expresiones de protesta tradicional. Estos horizontes apuestan por prácticas enfocadas en la interdependencia para el sostenimiento de la vida, en la fragilidad que carga todo cuerpo diverso y disidente y en “todo aquello que le hace habitar el mundo como es y por lo cual no es bienvenido” (Vite, 2020, p. 20). Por ello, es importante que a cuatro años del 3 de diciembre del 2019, nos enfoquemos en repensar el rol que las personas con discapacidad quieren y pueden jugar en este nuevo Chile que queremos construir.

*Esta columna se basa parcialmente en antecedentes recabados para la producción del artículo de López Radrigán (en prensa) para el número 27 de Astrolabio. Revista Internacional de Filosofía de la Universidad de Barcelona.