Internacionalista, verde y solidaria: Líneas base para una política exterior de izquierda
A finales 1888, el coro obrero “La liga de los trabajadores” le encarga al compositor Pierre Degeyter que musicalice un poema del escritor revolucionario Eugène Pottier. Los versos así cantados serán conocidos desde entonces como La Internacional, un himno hecho para circular globalmente y expandir el credo del socialismo por el mundo. Su versión latinoamericana comienza diciendo:
“Arriba los pobres del mundo
De pie los esclavos sin pan
Y gritemos todos unidos
¡Viva la Internacional!”
No hay duda que cantada por partidos e izquierdas de todos los signos y colores, los acordes del himno expresaron la orientación internacionalista que distinguió a la izquierda por casi dos siglos.
Pero ¿hoy podemos decir que existe la política exterior de izquierda? La pregunta es compleja de abordar, tanto por el término de la “política exterior”, como de la “izquierda”. Ambos conceptos cargan tantos sentidos diferentes que su unidad pareciera más un acertijo que una orientación política. Sin embargo, hay algunos aspectos que pueden funcionar como línea de base para establecer una discusión al respecto, al menos desde una mirada holística.
Podríamos comenzar diciendo que la política exterior de los países se moviliza por principios e intereses. Los principios son juicios de valor universal que sirven para guiar o modelar el comportamiento de los Estados, por ejemplo, el respeto irrestricto a los derechos humanos. Los intereses, en cambio, se entienden como propósitos específicos y concretos, como es el caso de subir tarifas para proteger los mercados internos de los países. En esta configuración la izquierda, a lo largo de estas últimas cinco décadas, ha ido entrelazando estos elementos, incluso –en algunos aspectos– yendo más allá de la forma en que están organizados los gobiernos y sus instituciones.
El siguiente escrito busca entrar en esta discusión, primordialmente resaltando la necesidad de establecer un mayor debate entre las izquierdas sobre el rol de la política exterior para resguardar principios y concretar intereses en función de proyectos transformadores, fortalecer una economía global justa y limitar el avance de la extrema derecha a nivel internacional.
En las izquierdas hay principios que trascienden las coyunturas críticas. Quiero enfocarme en tres que se pueden reconocer en gran parte de los gobiernos que se reconocen de izquierda hoy.
En primer lugar, la Solidaridad Internacional ha sido un pilar histórico de las izquierdas. La política exterior de izquierda conlleva una visión del mundo donde la colaboración y la ayuda internacional tienen mayor relevancia que la dinámica de competencia geopolítica entre los Estados. En este sentido, la solidaridad es la fuerza fundamental para desarrollar los distintos tipos de cooperación internacional. Detrás del principio de solidaridad están los supuestos de que la desigualdad es un asunto transfronterizo y que es indispensable que la comunidad internacional trabaje mancomunadamente en facilitar el acceso a los recursos y al conocimiento.
En segundo lugar, en las izquierdas existe un consenso en respetar el principio de la No intervención en los asuntos internos de otros países. Se ha asumido la necesidad de no interferir tanto en los Estados soberanos como en los pueblos, priorizando el respeto de las diferencias étnicas y culturales. En este sentido, la no intervención se relaciona con el principio de autodeterminación de cada nación. Esto va en la dirección de reducir el impacto de las asimetrías de poderes en el sistema internacional y en evitar reproducir las agendas que buscan satisfacer exclusivamente los intereses de las potencias hegemónicas. Al mismo tiempo, este principio busca que los países funcionen mediante el respeto mutuo como pilar a la hora de relacionarse y mantener las relaciones en paz.
El tercer principio se centra en apoyar el Desarrollo Sostenible. Las izquierdas priorizan y establecen acciones para que la economía global pueda forjar su crecimiento sin comprometer el equilibrio medioambiental y la capacidad de las futuras generaciones de contar con un entorno seguro, limpio y saludable. En esta línea, una política exterior de izquierda apoya acciones a nivel bilateral y multilateral donde se pone énfasis en que el desarrollo sostenible es indispensable para el pleno derecho a la vida y un criterio mínimo de dignidad humana.
En cuanto a los intereses de la política exterior de izquierda, estos han sido dinámicos a lo largo del tiempo, no obstante, se identifican al menos seis aspectos que se encuentran de manera marcada en los diferentes programas de gobiernos de izquierdas y que buscan concretar los principios mencionados anteriormente. Si bien estos intereses no son exclusivos de las izquierdas, son éstas las que han asumido un mayor grado de compromisos políticos y programáticos para impulsarlos.
En primer lugar, la política exterior de izquierda busca reducir las asimetrías entre las naciones y aumentar la participación del sur global (es decir, países de menor ingreso y desarrollo industrial que aquellos del norte global, como Estados Unidos o Europa). La estrategia propuesta sería un sistema internacional basado en incentivar la cooperación internacional para el desarrollo. Ésta se puede canalizar en diferentes niveles y mediante la participación de diversos actores tanto a nivel estatal como de la sociedad civil.
En segundo lugar, la política exterior de izquierda se interesa en desarrollar una economía global verde. Si bien, no apunta a bloquear las inversiones extranjeras directas o el comercio exterior, estas actividades deben realizarse en función de que sean sostenibles y sustentables. Las izquierdas llevan varias décadas incentivando políticas en favor de una transición energética verde y que la protección del medio ambiente constituya una parte integrante de los programas de desarrollo.
Tercero, la política exterior de izquierda busca fomentar que los Estados e instituciones internacionales jueguen un rol activo en la financiación de capacidades colectivas para reducir las brechas de desarrollo entre las naciones. Estas capacidades son financiadas incorporando una dimensión de largo plazo mediante los bancos del desarrollo y los bancos de exportación e importación.
En cuarto lugar, la izquierda incorpora políticas y programas con perspectivas de género en los diferentes niveles de decisión y gestión de las instituciones y agencias de la política exterior. Varios países, entre ellos Francia, España y México, han desarrollado protocolos para adoptar una política exterior feminista.
Quinto, la política exterior de izquierda se interesa por promover proyectos que favorezcan la creación de bienes públicos globales. En este espíritu de nivelar los desequilibrios de la sociedad y economía global, los gobiernos de izquierda consideran relevante que se puedan generar soluciones integrales para problemas transfronterizos y que los beneficios de la cooperación científica y académica puedan tener un acceso global. Un ejemplo de este interés puede reflejarse en la búsqueda por generar una vacuna global para enfrentar el COVID-19 o establecer un acceso universal a la conectividad digital.
Por último, al igual que ocurre con los bienes públicos globales, las izquierdas aplican un enfoque solidario en el comercio internacional. Particularmente incentivando políticas y programas que fortalezcan un sistema comercial justo, basado en mejorar el acceso al comercio exterior de los productores más desfavorecidos y con estructuras de precios que consideren un trabajo digno e inclusivo.
Sin perjuicio de lo anterior, la aplicación eficaz de una política exterior de izquierda también requiere ordenar la discusión sobre materias como la protección de los derechos humanos y la seguridad internacional. Uno de estos debates ha sido discutir las excepciones que conlleva el principio de la no injerencia, base del derecho internacional que obliga a los Estados a no intervenir en la política interna de los otros países.
En esta misma línea, la izquierda debe buscar consenso sobre el énfasis de la política de seguridad internacional, fundamentalmente considerando que la sociedad global está plena de retos para la supervivencia y el bienestar de los pueblos y Estados, como cooperación frente a pandemias, el calentamiento global o el avance internacional del narcotráfico.
Sin embargo, no basta con plantear una política exterior de izquierda. También se requiere pensar en qué sentido esta perspectiva política del problema internacional activa automáticamente una antítesis en la derecha y en la extrema derecha. En este sentido, más allá de examinar las formas que adopta la política exterior de los otros actores del espectro político, es clave establecer que una política exterior de izquierda no debe convertirse en un ejercicio de defensas partisanas o dogmáticas. La invitación de la pregunta es a levantar una infraestructura intelectual basada en conocimientos empíricos sobre cómo avanzar y fortalecer los principios e intereses de izquierda. Pero, sobre todo, también se requiere una política asertiva a nivel nacional, regional y global, donde los liderazgos sean capaces de ver los asuntos internos en términos internacionales.
Finalmente, hay que señalar que este ejercicio no pretende proponer una posición por defecto de las izquierdas en asuntos internacionales, esboza que éstas cuentan con principios e intereses vigentes y no excluyentes entre sí para seguir incentivando una sociedad global basada en el respeto mutuo y comprometida con enfrentar los desafíos globales de manera sostenible y alejados de populismos autoritarios.
Por tanto, este ejercicio no es un paso al vacío, sino que busca conectar a los gobiernos de izquierdas con el ejercicio de la política exterior. Se abre un nuevo camino internacional para la izquierda. Queda pendiente repensar cuáles serán sus acordes.