El peso del examen de próstata o cuando romper moldes te salva la vida
Como educadora en igualdad de género, con años de experiencia en el sector público y privado, he dedicado gran parte de mi vida a enseñar a desafiar y redefinir la masculinidad hegemónica tradicional. Esta labor no solo busca desmantelar las estructuras que oprimen a las mujeres, sino que también aspira a liberar a los hombres de las cadenas de una masculinidad dañina que los aleja del autocuidado y de relaciones más sanas y equitativas. La promoción de masculinidades igualitarias, positivas y saludables es una piedra angular de la igualdad de género.
Recientemente, culminé un curso sobre el fomento de nuevas masculinidades para el Ministerio de Educación. La experiencia reafirmó mi convicción de que la educación es fundamental en la lucha contra las narrativas nocivas que perpetúan comportamientos autodestructivos entre los hombres, incluyendo la negación del cuidado de su salud; se suma la experiencia reciente del diagnóstico de cáncer de próstata de mi padre a sus casi 78 años, sin embargo mi papá siempre ha cuidado de su salud y este diagnóstico nos encontró preparadas porque él lleva años controlando su antígeno prostático, mi viejo es un hombre que cuida y se cuida.
Esta reflexión nace de estas experiencias y busca resonar en los corazones y mentes de los hombres en todo Chile y ojalá más allá de nuestras fronteras.
La emergencia sanitaria que representa el cáncer de próstata en Chile demanda una introspección crítica acerca del impacto de la construcción de género en la salud de los hombres. Anualmente, se reportan cerca de 8.000 casos nuevos de esta enfermedad, con una estadística más sombría aún: uno de cada siete hombres será diagnosticado con cáncer de próstata a lo largo de su vida. Este cáncer no solo prevalece como el más común entre los chilenos, sino que también es el más letal, siendo responsable de aproximadamente 2.200 decesos al año.
Pese a los avances en el tratamiento y detección temprana, la mayor barrera que enfrentamos es de índole cultural. La masculinidad tradicional nos ha inculcado una resistencia hacia el autocuidado y la atención médica preventiva, resultando en diagnósticos tardíos con pocas opciones terapéuticas.
Es urgente una reevaluación de los paradigmas sociales masculinos y una redefinición de la identidad masculina individual. El estigma que dicta que los hombres deben ser imperturbablemente fuertes y valientes, rechazando la atención médica como una muestra de "debilidad femenina", debe ser desmantelado. El cuidado no es exclusivamente femenino; es humano y esencial en todas las etapas de la vida.
Instamos a una revolución del cuidado, donde los hombres asuman la corresponsabilidad en el bienestar de otros/as y en su propio autocuidado. Esto representa una revolución de los afectos, donde la verdadera fortaleza radica en la capacidad de enfrentar desafíos de salud y reconocer que pedir ayuda médica es una medida de precaución esencial, no un signo de debilidad.
Debemos fomentar diálogos abiertos, desestigmatizando la vulnerabilidad en la salud masculina. La educación y la concientización sobre la prevención y detección temprana del cáncer de próstata son imperativas. Las campañas de salud pública deben orientarse directamente a los hombres, resaltando la importancia del autocuidado y chequeos oportunos. Los/as profesionales de la salud deben abordar estos temas con sensibilidad y sin prejuicios, creando un entorno seguro y empático.
Finalmente, alentando a los hombres a tomar un papel activo en su salud, no solo estarán protegiendo sus propias vidas, sino que también estarán pavimentando el camino hacia una sociedad más consciente y equitativa. Romper con los moldes dañinos de la masculinidad y adoptar nuevas masculinidades no es solo un paso hacia una mejor salud individual, sino también hacia un bienestar colectivo más armónico y justo. ¿y tú ya sacaste una hora para tu chequeo médico?