La Constitución y la calidad de la política
En un reciente seminario sobre el dilatado proceso constitucional, lleva ya cuatro años, surgió la pregunta si acaso el país ha tenido la oportunidad de realizar un auténtico debate sobre una nueva carta fundamental que norme la convivencia nacional. La respuesta fue que sólo ocurrió en el trabajo de los expertos de este último proceso. Que tanto la Convención como el Consejo fueron debates políticos programáticos, donde la izquierda y la derecha sucesivamente han intentado imponer sus propios programas electorales, aprovechando la plataforma constituyente.
La Comisión de Expertos estuvo integrada, valga la redundancia, por personas “expertas” en materias constitucionales, se escogieron con amplia representación de las fuerzas políticas con representación parlamentaria, pero no sujetos a los dictámenes partidistas, sino a su propia conciencia político-jurídica. El resultado fue una propuesta de nueva Constitución que firmó todo el espectro político, alcanzando un consenso que a nadie satisfizo en un 100%, pero que constituyó una base común para normar el convivir.
La Convención y el Consejo fueron elegidos en votaciones populares las que tuvieron resultados diametralmente opuestos. En una los 2/3 fueron para la izquierda y en el otro los 2/3 fueron para la derecha. Cualesquiera sean las razones que se esgriman, no se puede dudar de la legitimidad democrática de ambas instancias. La pregunta es porqué en ambos caos no fue posible llegar a la propuesta de una “casa común”. ¿Será por la polarización política que vive Chile y buena parte del mundo? Precisamente las polarizaciones ocurren cuando se tensionan las sociedades, advienen las crisis y los pueblos buscan nuevos pactos sociales para superarlas. Clásicamente la repuesta a estos momentos es abrir el debate constitucional para generar ese nuevo pacto social necesario y anhelado.
¿Por qué no ha sido posible en cuatro años alcanzar, en el espacio de la política, el consenso mínimo requerido para que la carta fundamental a todos nos cobije, y si fue posible por los 24 expertos? ¿Hubiera bastado con la propuesta de éstos y que la participación popular se hubiera restringido a un plebiscito ratificatorio? Algunos piensan así, estimo que ese procedimiento le restaría la riqueza del debate ciudadano, pluralismo social y legitimidad.
Parece ser que el problema tiene que ver con la calidad de la política, no necesariamente de las personas que la protagonizan, aunque algo de eso hay, sino de ciertas condiciones estructurales en que se desenvuelve.
Hay quienes optan por participar de estos procesos como plataforma para su inserción en la política, lo que de suyo los aleja del debate constitucional y les impele a considerar aquellos asuntos “sentidos por el pueblo” de modo de garantizarse votos en las elecciones venideras. Pero lo más relevante es como esto afectó, de hecho, a las fuerzas políticas hegemónicas en ambos procesos. Izquierdas y derechas se jugaron en los procesos constitucionales por mostrar sus programas a los electores y en las campañas, sea la franja o en otras instancias, lo que han magnificado son aquellos asuntos que consideran “más sentidos” por la comunidad y afines a sus propuestas de políticas de gobierno. Nada se debate ante el pueblo, ayer y hoy, sobre los contenidos auténticos de una Constitución.
La franja anterior fue paradigmática, todo versó sobre el clima de inseguridad que perciben amplios sectores de la ciudadanía y otros temas contingentes, que la Constitución obviamente no resolverá por asumirlos en su texto. En estos y otros asuntos candentes hay diversidad de soluciones en el espacio de las políticas públicas, de responsabilidad del gobierno y el parlamento, y siempre han sido debatibles y materias de ley que se resuelven -ojalá con la urgencia que demandan-, en el juego democrático ordinario. Pero es muy probable que la franja que viene y la propaganda sean también un debate sobre las concepciones y propuestas político contingentes de derechas e izquierdas y el auténtico debate constitucional esté de nuevo ausente.
El cortoplacismo de políticos y políticas y de sus partidos y candidatos, preocupados no del país al largo plazo sino de la inmediatez de la próxima elección, es una condición estructural que embebe su actuar y les arroja al populismo. Una tarea nacional urgente es mejorar la calidad de la política y que en ella emerjan personas que miren el bosque más allá de los árboles.