Crisis cultural en Chile: Un debate más allá de Carolina Arredondo
¿Cuántos libros ha leído en el último año?, ¿cuántas películas chilenas vio este año?, ¿ha asistido al teatro o al museo este año?... Estas son algunas de las (para la mayoría) insufribles preguntas que llevan consigo un tanto vergonzosas respuestas de una nación con un bagaje cultural incomparable y extenso pero que, al parecer, posee un problema latente, velado, oculto, que nadie quiere despejar.
Hace muy poco el Ministerio de las Culturas, liderado por la actriz y activista Carolina Arredondo, vivió un nuevo capítulo que acrecienta la “crisis” en esta cartera gubernamental, una que se ha transformado en una ola ondulante e inquietante desde la asunción del presidente Gabriel Boric, especialmente en el periodo de Jaime de Aguirre, llegando incluso a “tomar” la oficina de la secretaria de Estado como foco de protesta.
Sin embargo, independiente de las tomas, manifestaciones, marchas, críticas en redes sociales, la “crisis” va muchísimo más allá de la gestión de Arredondo o incluso del gobierno mismo.
Sólo para dar un dato inicial: de acuerdo a la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), una de cada dos personas en Chile no comprende lo que lee. Este antecedente, muy superficial claramente, es un indicio para interiorizar cómo es el contexto de la educación inicial de las y los residentes de Chile. Desde las modificaciones de la malla educativa que promueve el Ministerio de Educación, con casi una nula enseñanza en materia cívica, histórica y filosófica, se halla, de forma notoria, un déficit en la comprensión del mundo humanista-artístico. ¿Qué provoca esto? Que la “crisis” cultural que vive Chile sobrepasa una institución como tal.
Lo dicho no quita lo loable de la búsqueda de un financiamiento eficiente del Plan de Fortalecimiento Institucional y que la Ley de Presupuesto de 2024 no dispone los recursos suficientes para ejecutar los ejes prioritarios del acuerdo entre el Ministerio de las Culturas y organizaciones como ANFUCULTURA. Pero esta “crisis” se debe analizar más allá de los horizontes personales y puntuales.
También tenemos que repensar por qué, pese a los logros internacionales y los aplausos globales, las personas no suelen ver cine chileno, con contadas excepciones como “La memoria infinita”; repensar por qué los escritores nacionales son laureados fuera de nuestras fronteras, con miles de copias vendidas presencial y digitalmente, mas en su propia nación con suerte han escuchado de ellos, repensar por qué Chile es uno de los países que más consume música a nivel mundial (con foco en el género “urbano”), con un alza en artistas criollos, pero a la hora de ir a verlos a un concierto se reclama por “lo caro que es”; repensar por qué siempre se lucha por un miserable 1% en el presupuesto del país, cuando en otras banderas hay un reconocimiento amplio de la relevancia de fomentar estos elementos artísticos. Bueno, la lista es bien extensa.
Carolina Arredondo es sólo una víctima de un sistema que en Chile solo beneficia a los amigos de las letras A, B y algunas C’s y que, por cierto, no tiene a las artes y la cultura como plato fuerte. Se debería discutir el plan educacional para todas y todos los estudiantes de la nación, una reestructuración de los fondos concursables, la transparencia de las instituciones culturales, una reforma a la Ley de Donaciones Culturales, etc.