El agua potable rural como promotora de la democracia en Chile
El pasado 14 de septiembre se recordaba a nivel latinoamericano la gestión comunitaria del agua potable y el saneamiento rural. En Chile este crucial servicio lo entregan los comités y cooperativas de agua potable rural, históricamente conocidos como APRs y ahora también llamados servicios sanitarios rurales. Estas organizaciones comunitarias tienen una larga historia en el país, estableciéndose los primeros en la década del 60 y casi de manera ininterrumpida se han seguido creando hasta el día de hoy. Frente a la creciente desconfianza en la democracia y en quienes ocupan cargos de representación, es crucial que estas organizaciones sigan siendo un ejemplo de trabajo comunitario y participación democrática.
Los comités y cooperativas de agua potable rural pueden ser hoy un bastión desde donde defender principios como la igualdad, la no discriminación, la participación vinculante, y el apoyo mutuo. Sin embargo, no están exentos de dificultades. Tal como los representantes políticos en la televisión, estas organizaciones sufren de personalismos, egos, desconfianzas y malas prácticas. El reconocimiento de estas falencias no debe ser un llamado a terminar con esta exitosa forma de entregar un servicio vital para la comunidad, reconocida a nivel mundial, si no que es una invitación a la reflexión de las dirigencias, de quienes forman parte de estas organizaciones, y de quienes, no siendo formalmente parte de ellas, reciben el agua que ellas gestionan.
Primero, la reflexión debe mirar al pasado y cómo a lo largo y ancho del país los comités y cooperativas han logrado ir más allá de la mera entrega del servicio, posicionándose como actores claves en los distintos territorios a través de ayudas solidarias o proyectos comunitarios. Por ejemplo, durante la pandemia fue en muchos APRs donde se postulaba a las ayudas estatales, incluso en algunas se gestionaron cajas de alimentos y ayudas en efectivo para sus vecinos y vecinas más afectadas. También, cómo no recordar las populares salas de internet que ofrecían estas organizaciones mucho antes de la masificación de la telefonía celular.
Adicionalmente, con el paso del tiempo, han logrado posicionarse dentro de la política pública, pasando de organizaciones invisibles a agentes respetados y escuchados en todo nivel de gobierno. Así, son múltiples las asociaciones a nivel comunal, provincial, regional y nacional a través de las cuales las cooperativas y comités de agua potable rural inciden y se ayudan mutuamente. Ejemplos adicionales de su importancia corresponden al reconocimiento que se hace a estas organizaciones en la ley 20.998 y en la propuesta anterior de nueva constitución, donde se relevaba lo crucial de la comunidad para entregar este servicio de manera correcta.
Segundo, la reflexión debe mirar al futuro donde la escasez de agua, el poblamiento rural no convencional y los cambios sociales pueden minar las fundaciones de esta forma organizativa. Al preguntarles a una quincena de dirigentes en la Región de Los Lagos cómo ven el futuro de los APRs, alrededor de la mitad creen que habrá un reemplazo por empresas privadas con fines de lucro, implicando aumentos en tarifas y una peor atención a los y las usuarias donde, al igual que en los contextos urbanos, las personas no tendremos ninguna incidencia en cómo funcionan estas empresas ni en cómo entregan el servicio. Nuevamente este diagnóstico algo pesimista no debe llamarnos a claudicar, si no todo lo contrario, nos debe invitar a entregarle tiempo y energía a nuestras comunidades para fortalecer y defender los sistemas que son propios de cada territorio.
Actualmente, son más de 2.000 organizaciones las que entregan agua de manera segura a alrededor del 10% de la población nacional, desde lo más norte hasta el sur más austral del país. De esta manera, han forjado una historia de 60 años donde el trabajo diario de dirigentes y dirigentas ha logrado sobrepasar múltiples dificultades, incluso supliendo las falencias en las que el Estado muchas veces ha incurrido. Hoy más que nunca el futuro del agua potable rural en Chile está en manos de cada una de las personas que vivimos en estas localidades. Por nuestro bienestar presente y futuro, es de esperar que estemos a la altura del desafío y participemos activamente en cada uno de nuestros territorios. Así, es posible que esta exitosa experiencia se pueda replicar a otros ámbitos de nuestra vida cotidiana, en contextos urbanos y rurales, ayudando a recomponer el malogrado tejido social actual y promoviendo la tan anhelada unión social.