50 años, pasado y futuro
En estos días de primavera que se avecinan nuestra comunidad rememorará una lacerante experiencia de dolores y horrores, traeremos al presente un tiempo que no nos merecimos vivir. Honraremos especialmente a los detenidos desaparecidos y a los ejecutados desaparecidos, más de mil cuerpos que es preciso encontrar para el consuelo de sus familias y por el bien de Chile.
Toda familia chilena vivió o supo de los atropellos a los derechos humanos. Pero también fue un tiempo de cárcel y torturas, de persecuciones y abusos, tiempo de hambre e inseguridad, de despojos como en los salarios, en la salud, las jubilaciones, en la cultura.
Las nuevas generaciones han crecido en democracia, conocen por testimonios de la tragedia que asoló a generaciones anteriores, sin embargo, las secuelas sociales y personales también les afecta profundamente, en un país donde impera la impunidad ante tanto crimen, en una sociedad fracturada y que aún llora a sus muertos.
La educación superior no fue ajena a la tragedia. Rectores militares derrocaron a quienes las comunidades universitarias habían elegido para su conducción. Miles de universitarios detenidos desaparecidos, asesinados y perseguidos, miles de docentes, administrativos y estudiantes expulsados; tan sólo por tener convicciones libertarias y de justicia social y pensar distinto a los gobernantes autoritarios. Las grandes universidades del Estado fueron desmembradas y las privadas, laicas o religiosas, duramente intervenidas.
¿Era necesario todo eso? Sin duda que no. Lo que hubo fue el intento de borrar la cultura democrática arraigada en la convivencia nacional y castigar a la juventud y al pueblo rebelde por haber tenido la osadía de buscar un orden social más justo y civilizado (29 años es el promedio de edad de los detenidos desaparecidos).
Se dice que los seres humanos irremediablemente vivimos en puntillas arrojados al futuro, unos con más ansiedad y otros con más templanza. La pregunta que surge es ¿desde dónde somos arrojados al futuro?
Parece no haber otra respuesta que desde la propia experiencia vital, desde nuestra historia vivida. Sabido es sin embargo que la historia ya no existe, su realidad sucedió cuando sucedió, sólo nos queda el recuerdo, una narrativa de lo vivido.
Es decir, estamos arrojados al futuro desde las narrativas que tenemos de lo vivido, por eso es ineludible poner atención a estas narrativas si queremos construirnos un mejor futuro. Y esto vale para lo personal y para la sociedad.
Es complejo reconstruir socialmente narrativas comunes, entre quienes vivieron en veredas opuestas los sucesos traumáticos que trastocaron sus vidas. Por eso, promover esta conversación en la sociedad es siempre necesario, para intentar el compromiso de lograr espacios de convivencia aceptables para todos y todas o, al menos, para saber desde dónde se sitúa el otro y como pudiera afectar a cada uno y al país.
El ser humano no está fatalmente condicionado por el pasado vivido. Dado que éste sucede hoy en sus narrativas, nos está dada la facultad de modificarlas, sanarnos de las cargas traumáticas y asumir narrativas que faciliten y no relativicen nuestras convicciones libertarias, que promuevan un convivir basado en el respeto a los derechos humanos de todas y todos, y un compromiso que asuma que la vida política y el resolver las diferencias, sólo es posible con más democracia y en convivencia civilizada.
Nada justificó el Golpe de Estado ni nada lo podría justificar al futuro. Nada justificó tanto crimen alevoso, Pinochet fue un criminal. NUNCA MÁS tragedias como la vivida por 17 años, DEMOCRACIA SIEMPRE.
Honramos en la exposición de sus fotografías a Juan Maino, fotógrafo detenido y aún desaparecido, así como a 48 compañeros y compañeras del arte y la cultura con una placa conmemorativa. El recuerdo de su amor y compromiso nos dan fuerzas, incluso ante la adversidad, para siempre seguir adelante en el camino de construir un mejor país que sea amable para todos y todas.
Homenaje a los artistas detenidos desaparecidos en dictadura.