Negacionismo y odio, 50 años después
Hace medio siglo Chile vivió uno de los capítulos más oscuros de su historia contemporánea: el Golpe de Estado que derrocó al presidente Salvador Allende. A medida que conmemoramos este sombrío aniversario, es esencial no solo recordar los acontecimientos que llevaron a la instauración de la brutal dictadura de Augusto Pinochet, sino también abordar directamente el persistente y peligroso fenómeno del negacionismo, los discursos de odio y la exaltación de la dictadura que todavía perduran en la extrema derecha y en ciertos sectores de la derecha tradicional.
Los debates que emergen en relación con el pasado no solo involucran cuestiones referentes al pasado reciente, los derechos humanos y los crímenes de lesa humanidad, sino que también arrojan luz sobre la constante reinterpretación de figuras históricas en nuestra arena política. La manera en que utilizamos el pasado en este contexto a menudo nos expone a la manipulación histórica por parte de algunos políticos que tergiversan la verdad.
Friedrich Nietzsche en su obra “Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida (II Intempestiva)” argumentaba que la historia es una herramienta poderosa, pero peligrosa. Sostenía que la historia verdadera es escurridiza debido a la inevitable subjetividad del historiador, y que la interpretación del pasado se presta a manipulaciones [ideológicas]. Esto nos permite entender cómo se ha manipulado la interpretación histórica en Chile y, específicamente, sobre el fenómeno del negacionismo en relación con el Golpe de Estado y la dictadura de Augusto Pinochet.
El negacionismo, una táctica oscura, busca minimizar o negar los hechos históricos relacionados con la dictadura. Algunos sectores de la derecha, en su afán de eximirse de responsabilidad en el Golpe cívico-militar, promueven activamente la negación de los abusos a los derechos humanos y el sufrimiento infligido por la dictadura. Este negacionismo, no solo constituye una afrenta a la memoria de las víctimas y sus familias, sino que también socava la búsqueda de justicia y verdad que ha guiado a la sociedad chilena durante décadas.
Lo que resulta de forma aún más alarmante es la reivindicación del Golpe y la dictadura por parte de ciertos sectores de la derecha. Algunos de sus políticos y comentaristas han llegado al extremo de elogiar la brutal represión y el autoritarismo que caracterizaron a esos años. Esto no solo refleja un desprecio flagrante por la democracia y los derechos humanos, sino que también pone en peligro los esfuerzos de reconciliación y la construcción de un Chile más justo.
La ideologización extrema de este fenómeno es especialmente preocupante. Algunos grupos y líderes de la derecha han adoptado una narrativa que pretende justificar el Golpe como un acto necesario para preservar la estabilidad económica y social del país. Sin embargo, esta perspectiva omite la realidad de la represión y el sufrimiento humano causados por la dictadura, así como el hecho de que muchas de las políticas económicas de Pinochet beneficiaron a unos pocos a expensas de la mayoría de la población.
La promoción de noticias falsas y la desinformación, que la derecha sabe usar muy eficazmente, son armas poderosas en esta lucha por la memoria histórica. La difusión de información errónea o distorsionada sobre el Golpe y sus consecuencias solo sirve para confundir a la sociedad. En una era en la que la educación cívica ha sido desplazada por las redes sociales y la televisión, es aún más crucial defender la verdad histórica y condenar cualquier intento de manipularla con fines políticos.
En este aniversario, debemos reflexionar profundamente sobre la importancia de la memoria histórica y la verdad. El negacionismo, la reivindicación de la dictadura y la promoción de discursos de odio solo profundizan las heridas en la sociedad chilena. Para avanzar hacia un futuro más justo y democrático, debemos condenar con firmeza estas actitudes y trabajar incansablemente por una sociedad en la que la memoria de las víctimas sea respetada y donde se promueva un diálogo político basado en la verdad y el respeto mutuo.