Nieto de detenido desaparecido: “Negar lo que sucedió es poner en peligro la democracia”
José Guillermo Barrera Barrera, padre de dos hijos y dirigente del Movimiento Patriótico del Transporte (Mopare) en Curacaví, fue detenido el 14 de septiembre de 1973 en su casa de Curacaví.
Junto a otros cinco hombres lo llevaron a la “Cuesta Barriga”, donde el Teniente Gerardo Aravena dio la orden de disparar a los detenidos mientras estaban de espaldas a la pared. Barrera sobrevivió y logró escapar, herido de bala, para reunirse con su familia.
Acompañado de su esposa e hijos, se refugió en Huasco. Meses después comenzó a hacer las diligencias para volver a su hogar. Según los testimonios, su hermano habló con la secretaria de Augusto Pinochet, Rebeca Valdebenito, quien le entregó una carta para que se contactara con el Coronel Francisco Saavedra en el Ministerio de Defensa.
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Este contactó al hermano de Barrera con el Auditor de Guerra Subrogante Comandante de la Fach, Luis Marín, y él lo llevó a Talagante para conversar el caso con un Mayor de Carabineros de apellido Hernández, quien solicitó que José Barrera volviera para aclarar el caso.
De este modo el afectado llegó a Santiago el 10 de marzo de 1974 y el 13 de marzo se presentó ante Hernández. Este, al conocer lo sucedido, se comunicó telefónicamente con el Teniente Aravena quien le manifestó que “no habían cargos en su contra y que estuviera tranquilo ya que podría vivir sin problemas”.
Pasó la noche con su familia, y en la madrugada del 14 de marzo de 1974 lo volvieron a secuestrar. Esta vez, José Barrera no volvió, y hasta el día de hoy se desconoce su paradero. Hoy, su nieto encabeza el último spot de Amnistía Internacional, sobre la importancia de rescatar la memoria a 50 años del Golpe de Estado.
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“Creo que si bien la justicia llegó muy tarde, 49 años después, también lo que hizo Amnistía fue un acto de reparación en tanto permitirnos poder devolvernos una pizca de esa esencia que tenía mi abuelo”, señala Tomás Barrera, nieto de José, a El Desconcierto.
El joven de 22 años valora el Plan Nacional de Búsqueda iniciado por el Presidente Gabriel Boric y tiene duras palabras contra quienes insisten en negar la violencia que ocurrió en dictadura, y contra los uniformados que mantienen pactos de silencio.
“Mi abuelo conocía a las personas que lo tomaron preso, eran amigos de infancia, se conocían en el barrio”, cuenta Tomás. Recién, la semana pasada, se determinó la sentencia en la Corte Suprema, que rechazó la anulación del juicio que dos de los responsables habían pedido.
-¿Qué significa para ti y para tu familia participar de este spot de Amnistía Internacional?
Fue un proceso en lo personal y en lo familiar bien complejo, primero de poder llevar a cabo, porque dentro de mi familia muy poco se habló sobre el secuestro y la desaparición de mi abuelo, porque generaba mucho dolor. Entonces los nietos, con mis primos, nos criamos precisamente en un ambiente en donde nos costaba entender lo que había pasado y por qué no teníamos un abuelo.
Cuando llegó la posibilidad de trabajar con Amnistía fue bien complejo en un inicio poder enfrentarse a esta historia y reconstruir esa memoria, pero a su vez, luego de todo el proceso y con el gran equipo que tiene amnistía además, muy cálido, muy comprensivo, fue un proceso que en lo personal y en lo familiar nos ayudó a poder reencontrarnos también con la figura de mi abuelo.
Creo que si bien la justicia llegó muy tarde, 49 años después, también lo que hizo Amnistía fue un acto de reparación en tanto permitirnos poder devolvernos una pizca de esa esencia que tenía mi abuelo. Entonces creo que un poco va por ahí también, a pesar de la tristeza y los sentimientos que fueron aflorando, creo que fue un acto de reparación simbólico que nos permite también poder, no cerrar ciclos, pero sí al menos poder seguir avanzando.
-En tus palabras, ¿cuál es la importancia de mantener viva la memoria? Parte del eslogan del spot.
Yo creo que es fundamental porque de alguna forma mantener viva la memoria nos permite poder traer al presente aquellos horrores que se cometieron en el pasado y siempre con una perspectiva futura en el sentido de cómo cuidamos la democracia, cómo seguimos construyendo más democracia y cómo hacer también expandir esa visión a las nuevas generaciones o incluso a las personas que, por algún u otro motivo, prefieren no saber.
Entonces desde esa perspectiva creo que es fundamental. Sobre todo en tiempos donde se avanza con discursos de odio y negacionistas, mantener viva la memoria creo yo que es un imperativo ético, social, político, que nos debería seguir convocando porque es la única forma que tenemos para que los horrores del pasado no vuelvan a cometerse en el presente, pero también para que fortalezcamos cada vez más nuestra democracia.
-¿Y qué le respondes a quienes dicen que las generaciones más jóvenes no tienen por qué hablar de la dictadura o exigir respuestas, ya que no estábamos vivos en esos años?
Yo les respondería que, si bien no estuvimos vivos durante los 17 años de dictadura, como generaciones que nacimos posterior a ella hemos vivido las herencias dictatoriales que nos han dado en tanto sistema político, económico, bueno, para que hablar de la Constitución y el sistema neoliberal... Creo que de alguna forma, si bien no lo vivimos, podemos tener la posibilidad de acceder a mayores informaciones y además también entender que son nuestras propias familias quienes sufrieron el terrorismo de Estado y eso no lo pueden cambiar, y ese dolor no lo pueden cambiar.
Y además de la empatía también. Eran personas que en muchos de esos casos enrollaron su vida por un proyecto político distinto, porque creían en un proyecto político distinto, democrático, escogido democráticamente, y solo por ese hecho los tomaron detenidos, los secuestraron, los torturaron, ejecutaron y los hicieron desaparecer.
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Me pasó que el 30 de agosto pasado salía una imagen en las redes sociales que decía 'yo también seguiría buscando', porque claro, son nuestros familiares. Yo no conocí a mi abuelo, pero quiero seguir buscando porque quiero al menos saber la verdad.
No es posible que hoy día sigamos debatiendo si la dictadura estuvo bien o mal, o sea, estuvo mal en todo sentido, y peor aún con las violaciones a los derechos humanos. Ahí no debería haber debate, debiésemos estar todas y todos convocados.
Entonces, creo que de alguna forma el negar lo que sucedió es poner en peligro la democracia, es no haber entendido nada sobre esos procesos históricos, y peor aún es banalizar, distorsionar y dejar la puerta abierta a que esos horrores puedan volver a cometerse hoy día. Hago esos dos llamados: un llamado a la empatía porque eran personas como nosotros, como nosotras, pero también un llamado a que negarlo es poner en peligro la democracia y no tiene que haber discusión alguna cuando se trata de dignidad humana.
-En el caso particular de tu abuelo, pasó por un proceso donde una serie de autoridades de Carabineros, la Fach, el Ejército, supieron de su caso antes de volver a Santiago después del primer intento de asesinato, y le aseguraron que podía regresar sin mayores problemas. Aún así lo detuvieron y desaparecieron cuando volvió en la madrugada. ¿Crees que falta un gesto de su parte? ¿Me imagino que no se han comunicado con ustedes?
No, nunca, nunca se han comunicado. Y además, lo otro que es muy curioso es que en estos casos donde generalmente son comunas pequeñas, en este caso de la ruralidad de Santiago, la gente se conocía. Mi abuelo conocía a las personas que lo tomaron preso, eran amigos de infancia, se conocían en el barrio, y es súper contradictorio y desleal, diría yo, lo que sucedió. Por supuesto que las Fuerzas Armadas, Carabineros, quienes participaron, nunca se han puesto en contacto con nosotros.
La semana pasada se determinó finalmente la sentencia en la Corte Suprema, dos de los responsables habían pedido la anulación del juicio y finalmente eso no fue ratificado, afortunadamente, por la Corte Suprema. Pero de alguna forma creo que las Fuerzas Armadas tienen mucho que decir. Hay un pacto de silencio que nos ha impedido saber dónde están nuestros familiares.
Aún habemos mil familias buscando a nuestros familiares sin ni una pizca de esperanza porque quienes tienen la información no la han entregado.
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Valoramos mucho que el Presidente Boric haya precisamente decretado el Plan Nacional de Búsqueda, Verdad y Justicia, pero si no conocemos la verdad desde quienes fueron los responsables de esto, los protagonistas de esto, es muy poco probable que la conozcamos. Incluso desde la teoría, Theodor Adorno dice que para conocer lo que pasó en los procesos genocidas hay que conocer lo que dicen los genocidas. Y eso no lo tenemos porque no han hablado.
Esa deslealtad que se presentó particularmente también en el caso de mi abuelo y que debe haber en muchos otros casos, es parte de la manipulación y es parte de sumarse a un sistema represivo que no discriminaba, que no diferenciaba y es parte de instalar el terror en la sociedad también. Entonces creo que de alguna forma va precisamente en esa línea y espero que en algún momento puedan romper los pactos de silencio, que con tanta impunidad ideológica producto del paso de los años, lo veo bien difícil.
-Sobre la implementación del Plan Nacional de Búsqueda, ¿Crees que cumple con las necesidades, las demandas justas de las familias de detenidos desaparecidos?
La única crítica que le hago, y como familia le hacemos al Plan de Búsqueda, es que llegó 50 años tarde. Eso es consecuencia de que en estos 30 años de democracia no hubo nunca voluntad política para poder saber dónde estaban nuestros familiares.
Yo lo valoro mucho, creo que es una muy buena política, creo que hay que seguir avanzando, hay que sistematizar toda la información que tienen las diferentes instituciones, organizaciones, la Vicaría de la Solidaridad, el Servicio Médico Legal, pero también hay que ser súper claros y súper transparentes en que en Chile no contamos ni con el nivel tecnológico ni con la capacidad profesional para poder llevar a cabo una búsqueda tan importante y que este Plan de Búsqueda trascienda más allá del gobierno de turno. Creo que eso es fundamental.
Son aún 1.100 y tantas personas que nos faltan, no solo a las familias sino que la sociedad completa, y si no entendemos eso, la verdad es que habremos fracasado como una sociedad democrática. Entonces creo que desde ahí el Plan de Búsqueda viene a subsanar esa deuda histórica que hay con las agrupaciones y organizaciones de derechos humanos, con los familiares que no estamos agrupados, pero que sin duda necesitamos salir también en el proceso y por sobre todo necesitamos ser escuchados.
Hemos sido las familias, nuestras abuelas que en algunos casos ya no están, quienes han luchado más de 40 años por buscar a nuestros familiares y quienes pueden colaborar en esta búsqueda también. Si no somos escuchados, creo que tomaría otro rumbo ese Plan de Búsqueda. Pero lo miramos con mucha esperanza, sobre todo en esta conmemoración de los 50 años que nos tiene a todos bastante emocionados.
-¿Qué otras decisiones, gestos o acciones son necesarias a 50 años del Golpe?
El gobierno también lanzó una agenda de políticas sobre derechos humanos en el marco de esta conmemoración... Creo que es importante seguir avanzando en la recuperación y protección de sitios de memoria, porque los sitios de memoria son los espacios que nos permiten precisamente educar en derechos humanos y memoria para que estos horrores no se vuelvan a repetir en el presente.
Pero no sacamos nada, y aquí voy con otra propuesta, con declarar sitios de memoria si estos no tienen como autosustentarse en el tiempo. Estamos viendo hoy día muchas declaraciones de sitios de memoria, lo que es muy bueno, la meta del gobierno es un sitio de memoria por región, lo que es muy positivo, pero si no tenemos la posibilidad de que nos autosustentemos como tal –yo trabajo también en los sitios de memoria– la verdad es que es muy complejo. Vamos a tener la estructura, pero no vamos a poder mantener esa estructura.
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También acelerar los procesos judiciales. Recién este año, en el marco de la conmemoración de los 50 años, han salido muchas causas importantes que llevan décadas esperándose de tener una sentencia final como el caso de mi abuelo.
Por sobre todo, creo yo que en tiempos donde el negacionismo se está instalando, poder combatir desde la política pública, desde las legislaciones, una ley que sancione el negacionismo, porque no podemos caer en el argumento de que esto es libertad de expresión. La libertad de expresión, cuando atenta contra la dignidad humana, ya no es libertad de expresión.
Si bien sabemos que una ley contra el negacionismo lo más probable es que no impida el avance de nuevos grupos negacionistas como lo vemos en Alemania por ejemplo, sí al menos va a poder poner una barrera importante y un piso mínimo para desde ahí poder seguir construyendo con las organizaciones de memoria, con los sitios de memoria y las agrupaciones de familiares. Me parece importante en esas tres líneas que debemos seguir avanzando los próximos cinco años.