Donald Trump: ¿El golpismo a la Casa Blanca?
Hace un par de semanas en Washington D.C., Donald Trump ya había quebrado su propio récord de único ex presidente de EE.UU. acusado criminalmente, con su tercera formalización en cuatro meses. Esta semana, en Georgia, lo volvió a romper.
Es que tratándose de utilizar su privilegio para violar la ley, nadie se le acerca. En total son 91 los cargos criminales que Trump acumula en cuatro procesos abiertos en su contra por delitos que habría cometido antes, durante y después de su mandato, y que incluyen fraude al fisco, retención de información confidencial, obstrucción a la justicia y en las últimas dos formalizaciones, nada menos que conspiración para ejecutar un golpe de estado.
“A pesar de haber perdido, el Demandado estaba decidido a permanecer en el poder,” consignó el Fiscal Especial, Jack Smith, en su acusación. “(…) el Demandado difundió mentiras de que hubo un fraude que determinó el resultado de las elecciones y que …había ganado. Estas afirmaciones eran falsas y el Demandado sabía que eran falsas”.
Sin embargo, a pesar de los devastadores cargos, del testimonio de testigos participantes y montañas de evidencia, Trump continúa siendo el líder indiscutido de la mitad del sistema político de EE.UU. y de no mediar un acto divino, será por tercera vez el abanderado del Partido Republicano en las elecciones presidenciales del 2024. Peor aún. Hasta antes de las últimas dos formalizaciones, las encuestas mostraban a Trump empatado con su eventual rival desde el Partido Demócrata, el Presidente Joe Biden. En los sondeos posteriores a las acusaciones, sus prospectos continúan sólidos.
Si bien todos los delitos de los que se le acusa serían descalificadores para un personero público, organizar una conspiración para subvertir el orden constitucional de EE.UU. debiera haberle puesto fin a cualquier carrera política. Excepto por un problema: un porcentaje potencialmente determinante de votantes no tiene interés en lo que digan los fiscales que lo investigan.
Según sus fanáticos seguidores, las acusaciones en contra de su líder son falsas, aunque si fueran ciertas, igualmente votarían por él. Según las últimas encuestas, en lugar de restarle adeptos, las acusaciones han consolidado aún más su base de apoyo. Una eventual condena a Trump, amenazan los más afiebrados, podría marcar el inicio de una nueva guerra civil.
Los cargos presentados por el Fiscal Smith en Washington D.C. habían sido largamente esperados. Los hechos que investiga se remontan a aquel fatídico 6 de enero del 2021, fecha en que una turba de seguidores de Trump se tomó el capitolio del Congreso para intentar evitar la certificación de la victoria del presidente electo y mantener al ex-presidente inconstitucionalmente en el poder.
La violencia era la culminación de una campaña de desinformación y de presión institucional dirigida a manipular la certificación y declarar a Trump como el ganador. Los hechos del 6 de enero han sido tildados de “insurrección” y le valieron a Trump otro de sus récords, un segundo voto de destitución en la cámara baja del Congreso. Más de 1,100 insurreccionistas de extrema derecha han sido procesados por los eventos de ese día.
“El ataque a la capital de nuestra nación el 6 de enero del 2021 fue un ataque sin precedentes a la sede de la democracia estadounidense”, señaló Smith en una breve declaración al anunciar los cargos. “[El ataque] fue alimentado por mentiras, mentiras del acusado dirigidas a obstruir una función fundamental del gobierno de los EE.UU.: el proceso de recopilar, contar y certificar los resultados de las elecciones presidenciales”.
Un poco más al sur, en la republicana Georgia, los cargos en contra del ex-presidente son tan o más serios que los anteriores. La fiscal distrital Fani Willis acusa a Trump y a 18 “co-conspiradores” de ser parte de una asociación ilícita cuyo objetivo era “anular los resultados de las elecciones presidenciales del 2020 en el estado”, negando al Presidente Biden la legítima victoria obtenida en Georgia.
La Fiscal Willis optó por utilizar un estatuto diseñado para procesar a la mafia, conocido popularmente por las siglas RICO, para procesar a Trump y sus cómplices, entre los que destacan Rudy Giuliani, ex alcalde de Nueva York y abogado de Trump, y Mark Meadows, ex congresista y Jefe de Gabinete del ex-presidente.
Los hechos que investiga la Fiscal Willis tienen que ver con la presión que ilegalmente trató de ejercer Trump sobre los líderes del estado de Georgia, todos republicanos, para que le dieran por secretaría una victoria electoral que no había conseguido en las urnas.
En una llamada desde la Casa Blanca que se ha hecho famosa y cuya grabación es parte de la evidencia, Trump urge a las autoridades de Georgia para que le “encuentren 11,780 votos”, uno más de los que necesitaba para ganar ese estado. En la misma llamada, que Trump califica como “perfecta”, el ex presidente insinúa que de no hacer lo que les pide, sus interlocutores podrían tener que enfrentar a la justicia.
Ambas acusaciones incluyen un brazo de la conspiración golpista que, junto con la violencia, forman dos de los aspectos más audaces del plan. En su afán de encontrar alguna forma de revertir su derrota, Trump, sus abogados y líderes republicanos en los estados que cuestionaban, generaron de forma fraudulenta una “plantilla alternativa” de delegados al Colegio Electoral. Demás está decir que la figura de “plantilla alternativa” no aparece en ningún código legal. El propósito era ignorar a los delegados oficiales, que votarían por Biden, y reemplazarlos por operadores republicanos que le darían ilegítimamente los votos a Trump.
Sumados a un todo, los cargos en contra de Trump y sus colaboradores apuntan clara e irrefutablemente a una premeditada intención de subvertir el orden político estadounidense, algo hasta hace poco impensado en una nación que se ve a sí misma como líder global de la democracia, habiendo llegado a cometer grandes atrocidades en su nombre.
A pesar de todas sus carencias y ambigüedades, el sistema estadounidense ha sabido sobrevivir por más de 245 años, contribuyendo estabilidad al ascenso de EE.UU. como primera potencia mundial. Sin embargo, a pesar de haber intentado prenderle fuego a ese sistema, paradójicamente un sector significativo de la sociedad cree que solo Trump puede salvarlo.
En las primarias presidenciales republicanas del 2016, Trump se deshizo fácilmente de sus rivales; en esta ocasión, los está triturando. De acuerdo con la última encuesta de CBS entre votantes regulares republicanos, los que votarían en una primaria, Trump domina a sus rivales con una ventaja de 46 puntos sobre el más cercano, Ron De Santis: 62% contra 16%; de los demás, ninguno supera el 7%.
Frente a la pregunta “Considerando la última acusación contra Trump, cual de estas opciones es la que más le preocupa?” a 77% de los votantes de Trump les preocupa que las acusaciones sean motivadas políticamente y sólo al 8% le preocupa que Trump haya intentado robarse la elección.
Ante la pregunta ¿Quién sientes que te dice la verdad? los votantes de Trump responden: Trump 71%, amigos y familia 63%, líderes religiosos 42%. Su ventaja en la primaria republicana es tan amplia que ha dicho que no asistirá a los debates. Según publicó The New York Times antes de la acusación, en una eventual revancha, Trump y Biden estarían empatados con 43% de las preferencias cada uno.
Con estos números entre votantes republicanos, virtualmente ningún miembro del partido con alguna influencia o con pretensiones electorales se atreve a criticar a Trump y la última encuesta de CBS les da la razón. Un 73% de los votantes de Trump dicen que las investigaciones son una de las razones por las que apoyan al ex presidente.
Así, en lugar de denunciar el intento de golpe de estado, el resto del Partido Republicano denuncia las investigaciones. Ni sus rivales en la primaria se atreven a nombrarlo. En otras palabras, a menos que alguno de estos casos se resuelva antes de la elección y sea condenado, Trump será el candidato republicano en noviembre del 2024.
Los sectores más racionales de la política de EE.UU., incluso muchos en el tradicional Partido Republicano, en algún momento albergaron la esperanza de que los partidarios de Trump despertarían de su trance y comenzarían a verlo por el fantoche mendaz y corrupto que ratifica ser con cada uno de sus actos. Lamentablemente, deberán seguir esperando.